La jura de Leonor da continuidad hoy a la monarquía constitucional bajo el plante de todo el soberanismo

La Princesa de Asturias oficializará su acatamiento de los principios constitucionales y el compromiso hacia los mismos en una ceremonia conjunta del Congreso y del Senado, en la que encarnará no solo la continuidad de la Corona sino, sobre todo, la de la monarquía parlamentaria como fórmula que lleva casi medio siglo ordenando el Estado democrático. Un afianzamiento de esa institucionalidad al que el conjunto del soberanismo con el que el presidente del Gobierno pretende sostener su investidura ha respondido plantando a la Casa Real y al resto de poderes asistentes a la ceremonia. Desplante al que se ha sumado otro aliado esencial –Podemos– de Pedro Sánchez.

El mismo Congreso al que Sánchez pretende pedir la confianza tras unas negociaciones aceleradas por la muy simbólica reunión del número tres del PSOE, Santos Cerdán, con Carles Puigdemont ayer en Bruselas acogerá hoy una ceremonia de Estado a la que los dos partidos que se han sucedido en el poder desde la Transición, el PSOE y el PP, compondrán una forzada imagen de unidad estando más distantes que nunca; y en la que una parte significativa de los escaños –los de Podemos , posiblemente el resto de los de Sumar aunque la dirección de Yolanda Díaz ha dejado libertad de decisión, ERC, Junts, Bildu y el PNV– se quedarán vacíos y los lugares de honor reservados para el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el lehendakari Iñigo Urkullu, también. Mutis todos ellos justificados con argumentos que engloban la defensa del republicanismo, la denuncia de la monarquía como «un anacronismo» o la reivindicación de otro modelo territorial que reconozca a Cataluña y Euskadi como naciones.

El PSOE, el partido que comanda hoy el Gobierno y dirige el Congreso –el Senado está en manos del PP–, es consciente de las aristas que proyecta que todos los aliados con los busca Sánchez arropar su tercer mandato en la Moncloa se ausenten de un acto que los propios socialistas se han afanado en calificar como un hito de «gran trascendencia histórica y simbólica», en palabras utilizadas ayer mismo por la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, al ser preguntada por el plante de los soberanista a la princesa Leonor al término del Consejo de Ministros. Rodríguez se esforzó en subrayar que el Ejecutivo estará representado en el acto «prácticamente al completo», ante la particularidad que supone que la vicepresidenta Díaz acuda aunque la bancada de Sumar luzca calvas; que también lo haga el titular de Universidades, Joan Subirats, la cuota de un partido, En Comú Podem, que boicoteará la ceremonia; y que ninguno de los ministros de Podemos e IU –Ione Belarra, Irene Montero y Alberto Garzón– vayan a estar en la Cámara baja. Gerardo Pisarello, miembro de la Mesa del Congreso por Sumar, se retractó ayer de su postura inicial de personarse; lo que iba a hacer, eso sí, por mera cortesía institucional.

En medio de este ambiente polarizado al extremo tras el 23-J e intentando rebatir el señalamiento por las derechas de haber abandonado el consenso constitucional –el PP reprobó ayer a Sánchez por callar ante la actitud de unos socios «que no creen en el proyecto común de España»–, los socialistas llevan semanas glosando el peso histórico de la jura de Leonor a fin de «garantizar la continuidad de la monarquía» como pilar del Estado, según subrayó en su momento el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños.

Este lunes, al finalizar el Consejo de Ministros adelantado, Rodríguez no solo incidió en el hito de que Leonor siga los pasos de la Corona de asumir legalmente los principios y valores de la Constitución. Quiso enfatizar «el mimo», «el cariño y el respeto»    con que el Ejecutivo en funciones ha querido corresponder a la Princesa de Asturias, a la que entregará el Collar de la Orden de Carlos III, la más alta distinción de orden civil de España destinada a las casas reales y los jefes de Estado.

La condecoración tendrá lugar en el Palacio Real, el segundo escenario de una jura cuyo epicentro está en el Congreso fruto del pulso que libró en su día el entonces presidente de la Cámara, el socialista Gregorio Peces-Barba, con Felipe González. Peces-Barba hizo prevaler al Legislativo ante el intento del Ejecutivo de compartir la ceremonia que protagonizó el hoy rey Felipe VI el 30 de enero de 1986.