La mayor amenaza

En primer lugar, la actual amenaza yihadista está determinada por la existencia de dos matrices de terrorismo global -Estado islámico (EI) y Al Qaeda- que rivalizan por el liderazgo del movimiento. En el caso de Europa Occidental, incluida España, los militantes han decantado esta pugna en favor de EI, la organización fundada por Abu Baker Al Bagdadi en el contexto del conflicto en Siria. Dicha matriz se erige como principal organización de referencia para los militantes en nuestro país a partir de 2014, coincidiendo con el establecimiento de un califato en Oriente Medio, y persiste hasta la fecha. Por su parte, la influencia de Al Qaeda, organización detrás del 11-M, ha ido disminuyendo gradualmente hasta desaparecer del imaginario de los militantes en 2020. Se observa que las lealtades de los yihadistas son fluidas, oscilando de un grupo a otro en función del contexto y la percepción de las mismas por los simpatizantes de base. La hegemonía de EI en España, sostenida incluso después de la derrota militar en Oriente Medio y el colapso del califato en 2019, puede explicarse en parte gracias a su habilidad para conectar con los jóvenes musulmanes en Occidente a través de su propaganda, ofreciendo una imagen más dinámica y moderna que la de Al Qaeda.

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Pero lo cierto es que hoy resulta habitual que los simpatizantes en nuestro país combinen el consumo y la difusión de propaganda procedente de organizaciones que presentan matices ideológicos bien diferenciados -e incluso antagónicos- sin que esto les resulte incoherente. Lo que apunta a un escenario yihadista más flexible y crecientemente descentralizado que en el pasado. Así, en los últimos años proliferan actores que cuentan con un grado significativo de iniciativa y autonomía respecto a las estructuras globales para la toma de decisiones y desempeño de sus actividades, tanto entre la mayoría que se implica en compañía de sujetos afines como entre quienes lo hacen como actores solitarios.

En este sentido, observamos como, a partir de 2020, los yihadistas que se implican en elencos terroristas inspirados por las estructuras organizativas de referencia se multiplican por cuatro respecto a los que lo hicieron entre 2012 y 2019. Mientras que los que lo hacen en elencos relacionados con las matrices -bien directamente o a través de un enlace interpuesto- quedan reducidos a la mitad del número que lo hizo durante los años del conflicto sirio. Nuestros datos señalan una mayor propensión a la comisión de actos violentos de estos últimos, así como una mayor ambición -y efectividad- de sus planes operativos debido a la concurrencia de individuos con formación y experiencia previas en grupos relacionados. Los individuos que asumen tareas operativas en grupos inspirados lo hacen, en cambio, con fines por lo general solo preparatorios.

A esta tendencia contribuyen igualmente los sujetos que, a diferencia de los anteriores, se implican en solitario. La presencia cuantitativa de estos yihadistas se ha consolidado en los tres últimos años en torno al 10% del total, aunque su incidencia operativa sea sin ninguna duda uno de los desarrollos más remarcables del periodo analizado: desde 2018 se cuentan en nuestro territorio un total de tres ataques de inspiración yihadista perpetrados por actores solitarios. Concretamente en las localidades de Cornellá (Barcelona, 2018), Torre Pacheco (Murcia, 2021) y Algeciras (Cádiz, 2023). Sus autores emplearon, todos, métodos poco sofisticados en ataques de baja letalidad estimulados por la propaganda yihadista pero sin adscripción a ningún grupo específico. Además, en dos de los tres casos, los terroristas estaban afectados por problemas de salud mental, otra de las singularidades recurrentes entre este tipo de actores.

Análisis

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En conclusión, podemos señalar que la incidencia del terrorismo yihadista en España es, en la actualidad, de baja incidencia y está protagonizado por actores que no responden a la jerarquía de las organizaciones terroristas de referencia. Éstos tienen capacidad para atentar siguiendo planes poco sofisticados en complots de baja letalidad, si bien más imprevisibles y, por tanto, difíciles de anticipar. No obstante, hay nuevos vectores de amenaza que pueden repercutir en la intensificación de esta en el corto o medio plazo. El más relevante es el que dibuja la guerra en la Franja de Gaza, desencadenada tras los atentados perpetrados por Hamás el pasado 7 de octubre, que tanto EI como Al Qaeda tratan de instrumentalizar con el objetivo de movilizar a sus simpatizantes contra intereses israelíes y occidentales en sus propios territorios de origen debido a la imposibilidad material de acceso al territorio palestino. Llamamientos que ya han tenido respuesta en forma de ataques en Francia y Bélgica, lo que nos obliga a redoblar la guardia.