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En las paredes de Casa Manolo, el bar de oficio del Congreso de los Diputados situado en la calle Jovellanos, resiste un descolorido recorte de prensa con una fotografía que se antoja imposible repetir hoy. Bajo el titular de 'El último café de los portavoces ... parlamentarios', sonríen ante la cámara, alineados de izquierda a derecha en la imagen, los portavoces parlamentarios de IU, CC, PSOE, PP, UPyD, ERC, CiU, PNV y BNG en 2011 escenificando, frente a un pincho de tortilla, la buena relación que eran capaces de mantener fuera de la refriega cotidiana de la Cámara baja.
Doce años y seis legislaturas después, cuesta imaginar –a la vista de la crispación instalada en el palacio de la Carrera de San Jerónimo– a Patxi López, Miguel Tellado, Marta Lois, Pepa Millán, Aitor Esteban, Maite Aizpurua, Gabriel Rufián, Miriam Nogueras, Néstor Rego, Alberto Catalán y Cristina Valido intercambiando algo más que reproches en la tribuna de oradores y al alejarse de ella.
La solemne sesión de apertura de las Cortes volvió a corroborar este miércoles, 104 días desde que se constituyeron las Cámaras, dos investiduras –una fallida– y la ceremonia de jura de la Constitución de la princesa Leonor, que la tensión será una constante en la XV Legislatura. Y no solo por la evidente fractura entre PSOE y PP, sino también por el pulso que asoma entre las fuerzas soberanistas aliadas del presidente Sánchez, después de que ERC, EH Bildu, el BNG y Junts dejaran solo al PNV en sus escaños para mostrar su oposición a la continuidad del actual modelo de Estado y a la figura que encarna su jefatura, Felipe VI. Los independentistas, en un comunicado conjunto que no contó esta vez con la firma de los de Puigdemont que sí lo rubricaron hace cuatro años, tacharon a la institución monárquica de «anacrónica» y acusaron al Rey de «imponer valores antidemocráticos».
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Javier Arias Lomo
Paula De las Heras
Sí estuvo al completo el grupo parlamentario de Sumar con la exministra y líder de Podemos, Ione Belarra, envuelta en un pañuelo palestino y con gesto serio. Hubo menos pompa, boato y expectación que en la jornada en la que la heredera al trono juró la Carta Magna el 31 de octubre en que cumplió la mayoría de edad. «El de hoy es un acto mucho más 'friki'», certificaron periodistas y diputados en los pasillos. Y, desde luego, mucho más político que institucional de lo esperado.
El tiempo, ya con frío de invierno, en los exteriores del Congreso tiñó de gris la ya de por sí solemne sesión de apertura de las Cortes a la llegada de los monarcas y de la princesa de Asturias, que portó las medallas del Congreso y del Senado que le fueron impuestas con motivo de su jura. Dentro del hemiciclo reinaba un aire de primer día de clase nada distendido. Los diputados se hicieron más fotos que selfies y los nuevos ministros del Gobierno de coalición sonreían perfectamente integrados.
En el PP, Alberto Núñez Feijóo entró acompañado de Cuca Gamarra, que tras la reestructuración de su partido continúa como número dos pero ha sido relevada en la portavocía del Congreso; junto a ellos, Elías Bendodo, que ya no es el número tres del partido, lucía cariacontecido. Y en la tribuna de invitados pudo verse a la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre departiendo con el expresidente del Congreso Jesús Posada muy cerca de donde se encontraba otra expresidenta de la institución, Meritxell Batet, charlando con el 'padre' de la Constitución, el catalán Miquel Roca.
No aplaudieron el discurso «sectario» de la nueva máxima responsable del Legislativo, la socialista Francina Armengol, ni el PP ni Vox. Tampoco el portavoz del PNV, Aitor Esteban –la única sigla soberanista presente– ni los diputados de Podemos ovacionaron las palabras de Felipe VI con las que reivindicó de manera contundente el pacto constitucional de 1978. Pero abierta la legislatura y a juzgar por la dureza de los términos que se repitieron en los corrillos, con tanto enjambre de cámaras, micrófonos y móviles que seguirlos se ha convertido en oficio de alto riesgo, el enrarecido ambiente que se respira en el Congreso dista mucho de regresar al obligado entendimiento que impregnaronel espíritu de la Transición. O, con menos trascendencia histórica, a la fotografía de la concordia inmortalizada en el bar Manolo.
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