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La legislatura acaba de echar a andar pero la tensión que se palpa en las bancadas del Hemiciclo es propia de un final de curso. El discurso que la presidenta del Congreso, Francina Armengol, pronunció este miércoles durante el solemne acto de apertura de las ... Cortes –con el que tradicionalmente se retoma la actividad en la Cámara baja tras las elecciones generales– elevó el ya encendido enfado del PP, cuyos diputados, al igual que los de Vox, evitaron aplaudir la alocución, que tacharon de «sectaria» y «excluyente». Una declaración de guerra en toda regla desde el primer pleno. «Es una auténtica porquería dónde está la política española. No demos vergüenza», se lamentaba al término de la sesión el portavoz del partido, Borja Sémper.
En el PP consideran que el acto tenía una especial relevancia institucional, con la presencia del Rey, la Reina y la Princesa de Asturias, y denunciaron que Armengol «se salió de sus funciones» y con ello «está resquebrajando las instituciones». Génova acusa a la presidenta del Congreso de haber «actuado como portavoz del Gobierno» y hace referencia, a modo de ejemplo, a cómo citó en su intervención hasta nueve leyes aprobadas en democracia por gobiernos socialistas y sólo una por el PP, «ofreciendo una imagen de que todos los avances sociales en España han llegado de la mano del PSOE». «Esto no es un mitin», llegó a afear en voz alta un diputado del PP durante el discurso de la tercera autoridad del Estado.
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En su intervención, la presidenta del Congreso también defendió la legitimidad del nuevo parlamento; señaló que «la formación del nuevo Gobierno ha necesitado de tiempo, diálogo, negociación y toma de decisiones», en referencia, entre otros acuerdo, a la ley de amnistía; y censuró los intentos que, en su opinión, se están fomentando para «distorsionar la realidad desde la opacidad»para favorecer la «crispación».
Palabras que llevaron a Alberto Núñez Feijóo a afirmar a su salida de la Cámara baja que se trataba del «peor discurso que jamás ha pronunciado una presidenta del Congreso en un acto como este», y a justificar su decisión de no aplaudir. «No nos gusta tomar esta decisión, pero cuando la presidenta no es la presidenta de todos los diputados, aplaudir esta provocación nos parece inadecuado», zanjó.
Mismo argumento que utilizó el presidente de Vox, Santiago Abascal, al asegurar que sus diputados y senadores no había aplaudido el discurso de la presidenta del Congreso, «porque nosotros aplaudimos los mítines de nuestra formación, no los de otras».
En el PSOE no opinan lo mismo y centran sus críticas, precisamente, en la decisión de los diputados de PP y Vox de no ovacionar a Armengol. «Es impresentable, de no tener ningún sentido institucional, ningún respeto ni cortesía parlamentaria, es no tener educación y no saber estar», señaló el portavoz de los socialistas en el Congreso, Patxi López. «Cada uno se retrata con sus propios gestos», apostilló la ministra de Igualdad, Ana Redondo.
Lo cierto es que Armengol, en uno de sus primeros actos como máxima responsable del mantenimiento del orden en la Cámara baja, recibió una contestación casi unánime por parte de los partidos que no apoyaron la investidura de Pedro Sánchez. Una circunstancia que debilita su autoridad en el cargo ante una legislatura en la que la actividad parlamentaria será crucial para el Gobierno, que debe pactar con numerosas formaciones cada ley que quiera sacar adelante.
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