El escándalo de corrupción en el que aparece implicado el exministro y exsecretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, no llega en un momento cualquiera. Ha sido el remate de una semana que ya había servido a Pedro Sánchez y su núcleo ... duro para constatar que su plan de adelantar el 41º Congreso Federal del PSOE en casi un año sobre lo previsto no obrará fácilmente el efecto revitalizador al que aspiraban.
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El alcance de la ola está aún por ver, pero la decisión del secretario general del PSOE de Castilla y León, Luis Tudanca, de salir a combatir a campo abierto con duras críticas a los designios de la dirección del partido pasa de ser una mera anécdota. Es un síntoma de algo que confirman en otras federaciones cuyos líderes también se sienten amenazados ante la posibilidad de que Ferraz impulse una candidatura alternativa en los próximos congresos que tendrán lugar tras el cónclave de Sevilla: un cierto aroma de fin de ciclo que ha hecho que empiece a ceder el miedo a contrariar al líder.
La inestabilidad parlamentaria, las derrotas infligidas al Gobierno por Junts tras haber aprobado una medida que generó tanto desgaste como la amnistía al 'procés' y la incertidumbre sobre si será o no posible sacar adelante los Presupuestos han contribuido al fenómeno, pero muchos en el partido aluden al «personalista» amago de dimisión de Sánchez en abril como un punto de inflexión. «Fue como una llamada de atención. A partir de entonces nos dimos cuenta de que los territorios teníamos que hablar más entre nosotros, que había que tejer una red», afirma un líder regional.
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Ferraz fue muy rápido hace una semana al cortocircuitar el intento de Tudanca de celebrar sus primarias antes del congreso federal con una cuestionable resolución de la comisión de garantías que reconocía la falta de base normativa clara para su decisión de suspender el proceso. Lo hizo para que haya margen a la presentación de otra candidatura –«Él ya se ha presentado tres veces a las elecciones y no ha gobernado. Tiene que asumir que su tiempo ha pasado», dicen fuentes de la dirección–, pero la maniobra ha hecho aflorar problemas soterrados. «Se están viendo las costuras y alguna debilidad que no es nueva», apunta un dirigente.
La dirección del PSOE temía que otros secretarios regionales pudieran seguir los pasos del castellanoleonés, como el madrileño Juan Lobato ha reconocido que barajaba hacer, lo que habría generado una ristra de batallas internas en un momento en el que lo que se buscaba era reforzar al Gobierno. Ese riesgo se ha conjurado. «Si ahora alguien diera un paso al frente, se interpretaría que busca protagonismo y eso le perjudicaría», reconoce un barón en la diana de Ferraz.
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Las más que probables trifulcas en Madrid, en Aragón, en Extremadura, en Andalucía o en Cantabria –en unos casos alentada desde Ferraz y en otras desde los propios territorios– se aplazarán formalmente hasta principios del año próximo. Pero en el ambiente han quedado flotando las palabras de Tudanca, sanchista de primera hora, acusando al entorno del secretario de Organización, Santos Cerdán, de jugar a su «desestabilización» con prácticas como las de la «fachosfera» y sugiriendo que se lleva tiempo vulnerando el compromiso que hizo que las bases impulsaran a Sánchez en 2017 frente a Susana Díaz y el poder orgánico del partido: que con él imperaría la voz de la militancia.
La reacción al pacto sellado este verano entre el PSC y ERC para amarrar la investidura de Salvador Illa a cambio de un concierto fiscal para Cataluña ya fue un indicio de que algo se estaba moviendo. No lo censuraron solo los líderes de Castilla-La Mancha y Aragón, los críticos habituales. De nuevo los de Castilla y León y también los de Madrid, Extremadura e incluso Asturias –comandada por otro sanchista como Adrián Barbón– expresaron su malestar, aunque en el comité federal del 7 de septiembre el debate quedara medianamente encauzado. Los más furibundos detractores del acuerdo vaticinan que en el congreso federal, que se celebrará entre el 29 de noviembre y el 1 de diciembre, se aprobará una resolución con una referencia a la financiación autonómica tan satisfactoria para todos como, admiten, probablemente vaga.
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No es que nadie vaya a cuestionar el liderazgo de Sánchez. No mientras siga en el Gobierno. Al presidente se le reconoce desde la mayoría de las federaciones, además, que aunque sus políticas hacia Cataluña hayan resultado difíciles de explicar, han tenido frutos. Pero sí hay un malestar que se ha volcado sobre Cerdán y su equipo.
Algunos lo acusan de ejercer el «matonismo». Lobato se sumó el jueves a la denuncia de Tudanca: «No se puede estar todo el día enfrentado con PP y Vox en las instituciones y, a la vez, estar a nivel de partido y medios de comunicación todos los días con noticias, con artículos, con esto de 'los señores fuentes', 'los señores entornos'... Y esto no pasa solo en Castilla y León, yo lo veo en Madrid. Nos ha pasado a todos». Pero no todos los descontentos lo están porque crean que se intenta segar la hierba bajo sus pies.
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A Sánchez, que en los corrillos este sábado en el Palacio Real presumió de «mucha unidad» interna y anticipó una «renovación discursiva y de equipos», se le reprocha una falta de comunicación que su número tres no suple. «Hay una queja no unánime, pero bastante extendida, de que ha habido una ausencia de la ejecutiva federal en el territorio. Más allá de las simpatías o antipatías, en la época de Pepe Blanco –resume un veterano– existía una delegación política de Zapatero que se encargaba de transmitir con visitas a todos los territorios».
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