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Un día cualquiera. Uno más, aunque de estreno y, por tanto, motivo para la conversación. Como la que a primera hora de la mañana mantenían dos de los taxistas parados en la fuente de Murrieta -oficialmente plaza Diversidad-. «Así que adelantando a 40 km/h por el carril de la izquierda, como hasta ahora en Gran Vía», acertamos a escuchar lo que uno le dice al otro, probablemente ojeando las páginas de este mismo periódico en las que se daba cuenta de que el 11 de mayo era el día marcado en rojo por los conductores.
Bienvenidos a la 'ciudad 30'. Algo así podría rezar en el cartel de entrada a Logroño desde este martes, fecha de entrada en vigor de la modificación del Reglamento General de Circulación que establece nuevos límites de velocidad en el casco urbano. La tan traída y llevada reducción a 30 km/h (para aquellas calles que cuentan con un solo carril por sentido), la norma con la que la DGT pretende reducir la siniestralidad vial y construir ciudades más centradas en las personas, es ya una realidad a la que hay que empezar a acostumbrarse.
Diario LA RIOJA, como ya hiciese cuando se comenzó la campaña previa de señalización hace ahora dos meses, ha vuelto a ponerse al volante para comprobar qué suponen las nuevas limitaciones a la hora de circular y confirmar que, al menos en principio y mayoritariamente, se cumple. Y cuando no se haga, no lo duden, estará el radar.
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Para empezar, una buena práctica es cruzar el puente de Piedra a los reglamentarios 20 km/h por tratarse de una vía de plataforma única. ¿Que se hace largo? Se trata de pacificar el tráfico por el mismo, y ajustándose a tal tope, se consigue. Circular a 30 lo calma todo de la misma manera, y así se ha entendido como norma general.
«¿Para qué corremos en coche en una ciudad como Logroño? ¿Tiene sentido? Por tres minutos de ahorro no merece la pena poner en riesgo una vida. Si alguien va a 60, 70 u 80 km/h por nuestras calles, está poniendo en riesgo a sus vecinos y vecinas, y eso hay que penalizarlo y sancionarlo».
El alcalde quiso este martes dejar claro que el objetivo del Ayuntamiento de la capital de La Rioja es reducir a cero el número de accidentes graves y adelantaba que la Policía Local intensificará los controles para lograr que todos los conductores comiencen lo antes posible a interiorizar y concienciarse de la ya obligatoria normativa.
La realidad es que, una vez que uno se sube al auto, se impone una conducción con marchas más cortas y pisando más veces el embrague, si no es el caso de que vayamos en un vehículo con cambio automático. La segunda y la tercera, definitivamente, serán las más frecuentes. Si es que no lo eran ya, pues los límites -caso de Gran Vía, con un 30/40- estaban en marcha y no han hecho más que extenderse a vías similares -como las de dos carriles por sentido de la marcha-.
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Sin prisas, porque al mínimo despiste uno rebasa la velocidad máxima permitida. Fotógrafa y redactor, durante su recorrido por el centro de la ciudad, no son pitados en ningún momento, aunque sí que adelantados por conductores pisando el acelerador más de la cuenta. Llegar, que nadie lo dude, llegamos.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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