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Era el peligro fundamental de cambiar el césped de Las Gaunas en estas fechas: la lluvia, el frío y la nieve podían echar por tierra el trabajo realizado sin descanso durante los últimos días de 2020 para llegar con el nuevo tapiz verde ... al primer partido del nuevo año de la UD Logroñés ante el Mirandés.
Pues, a las primeras de cambio, el cielo castigó el terreno de juego del Municipal con una nevada durante la noche anterior y las bajas temperaturas ayudaron a complicar todavía más las cosas. El césped se convirtió en protagonista fundamental del partido, precisamente lo que se estaba intentando evitar.
Tuvieron que trabajar mucho y contracorriente los operarios para intentar dejar lo más digno posible el campo. La nieve apelmazada y apilada a los márgenes del campo era la muestra fehaciente de la labor previa al encuentro. Sergio Rodríguez les dedicó la victoria porque, «sin ellos, no tendríamos tres puntos más».
Comenzó el partido y las sensaciones eran buenas, con un balón que corría con cierta normalidad y un terreno que permitía jugar por abajo. No fue más que un espejismo momentáneo porque, en cuanto pasaron unos pocos minutos, lo de intentar pasar a ras del suelo se convirtió en una temeridad. La nieve que quedaba sobre el césped acabó por derretirse y el agua tomó el campo. La banda más cercana a los banquillos, la derecha de la UD Logroñés en la primera mitad y por donde más atacaba también el conjunto burgalés, fue la que peor pinta adquirió con el transcurso del partido. Se transformó en una piscina y se podía escuchar el chapoteo de los futbolistas cuando el juego se trasladaba a ese lado del terreno. Ya no existían los charcos, Las Gaunas se había convertido en uno muy grande.
El choque se convirtió en una ida y vuelta por obligación, pese a que el once de Sergio Rodríguez estaba dispuesto para controlar el balón. Pero era imposible hilar tres pases seguidos sobre una superficie que no daba seguridad alguna de que actuara según esperaba el jugador. La pelota estuvo demasiado tiempo en las alturas, no era lo deseado pero fue lo inevitable. En cuanto el balón tocaba el nuevo tapete era un misterio lo que podía pasar. Este fue el panorama de un partido con un estreno, el del césped, que no pudo ser más decepcionante.
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