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S.T.
La sequía y el calor adelantan la maduración de la uva y hacen prever una vendimia reducida

El viñedo riojano clama al cielo

Sequía y calor. Las extremas condiciones estivales adelantan la maduración y auguran una vendimia con menos kilos si el agua no llega en los próximos días

Luis J. Ruiz

Logroño

Domingo, 7 de agosto 2022, 02:00

En 2017, los corquetes salieron a las viñas de Aldeanueva el 10 de agosto. Lo hicieron tras un año extremadamente difícil para los viticultores, especialmente en La Rioja Alta y en Rioja Alavesa, en donde las heladas de finales de abril afectaron a 9.000 hectáreas. Aquella fue la vendimia más temprana de la historia... al menos hasta ahora. Si las previsiones de Viñedos de Aldeanueva se cumplen, los primeros racimos de la variedad tempranillo blanco se cortarán entre el martes y el miércoles, salvo que la lluvia (anunciada para la segunda mitad del martes) lo impida. No solo la recolección de la uva blanca se adelantará. Lo hará, también, la del resto de variedades, actualmente «en pleno envero y trabajando ya en la maduración», según describe Pablo Franco, director técnico del Consejo Regulador de la DOCa Rioja, que habla de una situación «extraordinaria y adelantada» en relación a la campaña anterior, cuando la vendimia comenzó el 25 de agosto. El calor tiene la culpa.

Para llegar hasta este momento, en todo caso, el viñedo riojano ha tenido que sufrir. Y no poco. Sobre todo en determinadas zonas en las que el agua, más que un bien escaso, ha sido prácticamente inexistente. A modo de tormenta perfecta se han concatenado olas de calor maceradas con una pertinaz sequía. Con semanas marcando registros de temperatura prácticamente históricos (se han repetido valores máximos superiores a los 40 grados), las precipitaciones han sido, en buena parte de la región, ínfimas. No es una hipérbole: en 50 de los últimos 100 días no cayó ni una gota en La Rioja (entre el 7 de julio y el 2 de agosto se encadenaron 27 jornadas sin precipitaciones y temperaturas extremas) y sólo en 20 las precipitaciones fueron generalizadas, aunque no siempre suficientes. Esa situación, concede gráficamente Franco, ha puesto a prueba «toda la capacidad de sufrimiento del viñedo riojano», que ha vencido casi casi a los puntos.

A esa victoria de las plantaciones ha contribuido, al menos en parte, la disponibilidad de agua en el terreno acumulada a lo largo del invierno y parte de la primavera. «Las prospecciones que hicimos en junio en La Rioja Alta y La Rioja Alavesa nos dijeron que había buena disponibilidad. Era para aguantar un asalto, pero hemos tenido varias olas de calor», apunta Franco enfrentando esa realidad con la de La Rioja Baja, en donde los últimos días de junio y los primeros días de julio «llovió unos 30 litros en algunas localidades, lo que ha permitido una buena evolución del envero y de la maduración».

En todo caso, a pie de terreno, los viticultores y las organizaciones profesionales agrarias asumen que habrá daños colaterales. El más evidente, inciden con bastantes reticencias a augurar su dimensión, el del descenso de la producción. «Se esperaba una cosecha buena, pero con estos calores, aunque se haya regado bastante en aquellas parcelas con posibilidad de riego, lo que habrá será una merma importante de la producción», argumenta el presidente de Arag-Asaja, Eduardo Pérez Hoces, cuestión que también reconocen los responsables del Consejo Regulador de la DOCa Rioja.

Roberto Salinas, responsable de Vitivinicultura en UAGR-COAG, hace cábalas para sostener que, a día de hoy, esa merma podría rondar el 20%. Puede haber remedio. La solución está en el cielo: «Tiene que llover. Pero ya. Están sufriendo mucho, pero si cayeran unos 10 litros en los próximos días podríamos salvar la cosecha», explica recordando que con una mayor dificultad para acceder al agua en La Rioja Alta, «se ven parcelas que están más secas. Las que están bien, como siga sin llover, madurarán, pero no engordará» el grano. «Muchas de las uvas que han estado más expuestas al sol se han quemado», apostilla Pérez Hoces.

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Imagen principal - La sequía y el calor adelantan la maduración de la uva y hacen prever una vendimia reducida
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Menor volumen de producción en una campaña en la que el sector no ha vivido ajeno a la inestabilidad económica y al repunte de los costes de producción. La sequía, además, ha obligado a regar en mucha zonas. «Al incremento general de los precios hay que sumar el aumento, en relación a otras campañas, del gasto derivado por el riego en gasoil o en la energía eléctrica para los motores. Esto va a hacer que el coste de producción suba más», dice el presidente de Arag-Asaja.

En todo caso, aunque la mayor parte de las noticias han sido negativas, también ha habido alguna positiva. Por ejemplo, el ahorro en tratamientos fitosanitarios de esta campaña derivado de la salubridad del viñedo riojano. «Hemos gastado menos en esos productos porque no ha habido problemas de humedad, de oidio..., pero el resto ha crecido tanto que el coste de producción sigue al alza», defiende Salinas. «Sanitariamente los viñedos están extraordinarios», agrega Franco, que explica que a partir de esta semana el Consejo Regulador comenzará a publicar los boletines de maduración con los datos que obtengan los técnicos de los viñedos de referencia.

En ese escenario, las organizaciones agrarias insisten en la necesidad de exigir el cumplimiento de la Ley de la Cadena Alimentaria y evitar que, como sucedió el año pasado, prácticamente la mitad de los viticultores cobraran su uva por debajo de lo que les costó producirla.

«Llevamos varios años cobrando por debajo, mientras que ciertas bodegas publican beneficios enormes o anuncian reparto de beneficios. Ya vale. Quien debe velar y entrar de oficio a ver si se cumple la ley no lo está haciendo y debe cumplirse», alega Óscar Salazar, presidente de la UAGR-COAG. «Esperamos que las bodegas agradezcan el esfuerzo del viticultor, que valoren los productos y que se cumpla la Ley de la Cadena Alimentaria», completa Pérez Hoces.

El adelanto de la cosecha y su posible generalización en el conjunto de la región, provocará otro problema añadido: la falta de mano de obra. «Sucedió durante la espergura. Los temporeros suelen ir de La Rioja Baja a La Rioja Alta, pero se generalizó en toda la región e intensificó el problema de mano de obra que venimos arrastrando», dice Pérez Hoces. «Cada vez hay menos mano de obra en el campo y, además, no cualificada», añade Salazar, augurando una de las vendimias con más interrogantes de los últimos años.

La falta de pastos, otra amenaza para la ganadería extensiva

La ganadería extensiva riojana, en un momento en el que la presencia del lobo se ha convertido en una de sus mayores preocupaciones, no se verá exenta de los problemas derivados de la falta de lluvias de los últimos meses. El monte lleva prácticamente tres meses sin recibir agua y si a eso se le añade la concatenación de olas de calor con valores extremos, el resultado son praderas secas y carentes de alimento para el ganado que suele pastar en ellos.

«Esta situación está obligando a los ganaderos de toda la sierra de apoyar la alimentación de los animales con forrajes o con piensos, algo que incrementan considerablemente el coste de producción», dice el presidente de Arag-Asaja, Eduardo Pérez, recordando «que la habitual estampa de montes verdes ha desaparecido provocando numerosos problemas para los ganaderos riojanos».

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