«No pensaba haber llegado a cumplir 100 años. No sé cuál es el secreto»
CARMEN PORRES | CAlahorra ·
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CARMEN PORRES | CAlahorra ·
La vecina de Calahorra cumplió 101 años y recuerda con detalle fechas, nombres y muchos de los capítulos que han marcado su vidaCarmen Porres no solo tiene una salud de hierro, sino que presume de una memoria envidiable. El pasado 17 de enero cumplió 101 años y recuerda con detalle fechas, nombres y muchos de los capítulos que han marcado su vida.
Nació en Irún, en ... 1922, pero cuando todavía era una niña se instaló junto a su familia en Calahorra, a donde trasladaron a su padre que trabajaba como ferroviaro. «En enero había cumplido 9 años y en marzo vinimos a Calahorra», rememora desde la residencia San Lázaro de la localidad, donde reside desde hace unos años.
En la ciudad riojabajeña ejerció de modista. «Esta chaqueta que llevo ahora me la hice yo», dice orgullosa. Pero, además de coser, Carmen ayudaba a su marido, Benito Herce, que trabajaba como recadero. «Él llevaba el transporte de Calahorra a Logroño, y yo iba a Industria, a Hacienda, al Instituto Nacional de Previsión...», explica.
El matrimonio tuvo dos hijos, Fernando y José Luis, cuya pérdida le ha marcado. «José Luis nació con una enfermedad degenerativa, ataxia cerebelosa, y lo estuve cuidando hasta los 90 años», comenta. De su otro hijo, Fernando, tiene ahora el cariño de su nuera Montse, sus nietas Natalia y Carmen y sus biznietos Juan, Paula, Héctor y Ander.
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Roberto G. Lastra
Asegura Carmen que «no pensaba haber llegado a cumplir 100 años» y que «no sé cuál puede ser el secreto». No ha sufrido enfermedades. «Solo me han tenido que operar una vez y fue de varices hace unos 30 años», precisa. Su salud no se resiente y el covid apenas le produjo síntomas. A su edad tampoco tira mucho del pastillero. «Tomo una pastilla para dormir, otra para la tensión y otra para el estómago», apunta.
«Lo único que me falla un poco es la vista», afirma. Sin embargo, ello no le impide coser algún roto, aunque la aguja se la tengan que dar ya enhebrada. Tampoco es ajena a las nuevas tecnologías y en su silla de ruedas lleva siempre «guardado en una bolsa» su teléfono móvil. Lo utiliza con mucha soltura para llamar a su nuera y a sus nietas.
Carmen presume también de su autonomía. Porque, aunque dispone del personal de la residencia para su aseo diario, ella prefiere hacerlo por sí misma. «Yo me hago todo. Me visto y me lavo», relata orgullosa esta centenaria que derrocha vitalidad y simpatía.
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