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El aumento de las temperaturas es un hecho incontestable que se aprecia desde la literatura científica al análisis de los datos térmicos de las series históricas:atendiendo al clima riojano, la media ha ascendido más de un grado en medio siglo y los episodios de ... calor extremo son más recurrentes. Ser conscientes de esta situación ha redundado en una mayor preocupación por la crisis climática y, entre otras cuestiones, por entender cómo afecta a nuestra salud. Y pueden sonar repetitivas las recomendaciones y alertas, pero salvan vidas, un enfoque con el que se desarrolló hace justo veinte años un plan nacional que ha estrenado ahora un mapa más detallado de umbrales de calor extremo, por encima de los cuales se eleva significativamente el impacto en la salud. En La Rioja se distinguen tres zonas: Logroño, con un límite de 34,5º, la ribera del Ebro, que lo establece en 34,2º, y la sierra, en 31,9º.
Varias investigaciones y el propio ministerio de Sanidad recuerdan el punto de inflexión en el año 2003. Aquel verano fue abrasador en toda Europa y el desencadenante de un importante aumento de enfermedades y de la mortalidad, que se cobró cerca de 35.000 víctimas en el continente.
En La Rioja, hasta hace poco, fue el más caluroso que se recordaba y aún mantiene algunas efemérides. La temperatura media de ese junio es la más alta jamás registrada (24,1º) y en agosto la media de máximas fue de 34.3º, un mes de récord absoluto.Fue 2003 un año que obligó a replantear las herramientas, y es que según numerosos expertos se evidenció la falta de estrategias de prevención adecuadas y lo escasamente preparados que estaban los sistemas de salud pública ante las consecuencias de tales extremos térmicos. Un año más tarde nació el 'Plan nacional de actuaciones preventivas de los efectos de exceso de temperatura sobre la salud'.
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El planteamiento central no ha cambiado, pero sí su enfoque y desarrollo, incorporando progresivamente aspectos ligados al conocimiento científico. El Plan, que se activó la pasada semana y se mantendrá hasta el 30 de septiembre, incorpora este año un mapa más detallado sobre los umbrales máximos de temperaturas. Una vez superados, se activan unos avisos repartidos en tres niveles de riesgo: amarillo, naranja y rojo –que el pasado año se activó en 3 ocasiones–. La Rioja contará ahora con diferentes temperaturas límite para las dos zonas isoclimáticas o de 'meteosalud': la Ribera del Ebro (34,2º) y la sierra (31,9º). En Logroño es algo superior, de 34,5º, y es que esta estación, situada en la base militar de Agoncillo, sirve de referencia en la red nacional.
Teniendo ello en cuenta, La Rioja se sitúa en una posición intermedia, con una temperatura límite mayor que prácticamente todas las provincias cercanas. Solamente le supera Zaragoza con 38º.A la cabeza del ránking nacional, las del sur, con un margen de 41,5º en Córdoba, 41º en Badajoz y 40,5º en Sevilla. Los umbrales son sensiblemente inferiores en el norte, como evidencian Asturias (26º), Cantabria (26,5º), La Coruña y Guipúzcoa (27,5º).
¿Y cómo se establecen esas temperaturas de riesgo para cada zona? Partiendo de dos datos:las temperaturas registradas y las muertes naturales asociadas a esos periodos de calor extremo. El umbral marca el punto a partir del cual la mortalidad aumenta de forma reseñable, teniendo además en cuenta numerosas variables, como las características de las viviendas del lugar, la vulnerabilidad de la población, la frecuencia de las olas de calor en dicho territorio... El objetivo es detallar al máximo la observación y las alertas y en el futuro incrementar el número de variables de riesgo.
Todas estas cuestionen ganan cada año especial relevancia, y así se comprueba en los numerosos estudios que analizan no solo los efectos de las altas temperaturas en nuestra salud –agotamiento, calambres, mareos, golpes de calor...–, sino en otros ámbitos como el social, agudizando el aislamiento, la dependencia o la marginación, que afectan igualmente a los colectivos más vulnerables. Yestos episodios ya no son extraños. Desde 1960, los días de temperaturas extremas y de olas de calor se han incrementado en La Rioja, tal y como revelan los registros de la Aemet.
Debemos llegar a la década de los noventa para encontrar el primer año, 1991, en el que se registraron más de una veintena de días con máximas –fueron 25– por encima del umbral de 34,5º. Hasta entonces, el mayor número de jornadas calurosas se habían registrado en 1987 y 1990. La tendencia al alza ya era imparable, recordados con sofoco, ya en el nuevo siglo, los veranos de 2019, con 27 días alcanzando los 34,5º y 2009 y 2016 (25). Sin embargo, las cifras se disparan al recordar el año 2003, con 35 días sobre el umbral, y el 2022, que con 38 jornadas marca el máximo histórico, en el verano más largo y caluroso de nuestras vidas. El anterior, 2023, fue un año con menos fechas extremas (23), pero algunas especialmente recordadas como la de aquel 24 de agosto para la historia con sus 43,3º.
Con el verano llamando a las puertas, todos estos datos, umbrales, efemérides y estudios se enfocan en un mismo objetivo: la prevención. Conocer para comunicar y tomar medidas y precauciones a pequeña escala ante el calentamiento global que nos golpea.
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