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Todo el sistema de alertas y umbrales térmicos asociado persigue una protección de la salud en las jornadas más extremas del calendario, y es que en los últimos años, el recrudecimiento térmico ha estado asociado a un incremento de los problemas de morbilidad y de la mortalidad. Según las estimaciones del Sistema de Vigilancia de la Mortalidad Diaria (MoMo), en La Rioja han muerto 184 personas desde 2015 a causa de las altas temperaturas, casi la mitad de ellas en los dos últimos veranos.
El instituto Carlos III, en colaboración con el ministerio de Sanidad, desarrolla el sistema MoMo para identificar las desviaciones en la mortalidad en días determinados, como las jornadas de frío o calor extremo. Esto da como resultado una valoración de las defunciones atribuibles a estos excesos térmicos, que en el caso riojano señalan 184 muertes relacionadas con el calor desde 2015, cuando arranca el registro. Fue 2022 el año más grave, con 50 fallecimientos, seguido de 2023 (38) y 2019(30). Además de golpes de calor, lo más extremo, existen otros motivos, como el agravamiento de enfermedades o la contaminación asociada.
Para evitar casos así, la sanidad riojana establece cada verano un protocolo en constante evolución. «La información que reciben los profesionales y se incorpora es continua; atienden todo tipo de casos, entre ellos los relacionadas con el calor», señala Pedro Marco, coordinador de Urgencias del Seris, que explica cómo se prepara el sistema de cara a la época estival, detallando los niveles de riesgo, la comunicación inmediata de los casos y las medidas adoptadas o la atención a las poblaciones vulnerables y de riesgo.
El propio Pedro Marco describe que «un descenso o un aumento en la temperatura corporal es nocivo para la salud, por lo que el organismo debe regularlo. El cerebro actúa como termostato y activa mecanismos compensatorios, mediante la dilatación de los vasos de los capilares cutáneos y con el sudor, que puede generar pérdidas de varios litros».
Ante situaciones de altas temperaturas y deshidratación, las afecciones más leves son los calambres, «que suelen darse en el ejercicio físico por la pérdida de agua y minerales, una circunstancia fácil de reponer o prevenir». Por su parte, los problemas moderados llegan con el agotamiento por calor, «los que más frecuentemente vemos en urgencias», indica Pedro Marco: «El corazón tiene que mandar la sangre a más ritmo por la dilatación de los vasos, que puede provocar una bajada de tensión. Esto genera agotamiento asociado a vómitos, mareos, dolor de cabeza...».
Finalmente, las situaciones más críticas son los golpes de calor: «Se produce cuando falla el termostato y los mecanismos de regulación corporal. El paciente sufre alteraciones de conciencia, fiebre por encima de 40º, convulsiones, daños en los órganos vitales... Son casos excepcionales pero los vemos».
La prevención es la principal herramienta para combatir los efectos de las máximas extremas y Pedro Marco considera que «existe cada vez una mayor concienciación ciudadana a la hora de seguir las recomendaciones». Estas recuerdan la importancia de beber agua con frecuencia aunque no se tenga sed, evitando el alcohol o altas dosis de cafeína, permanecer en lugares frescos, climatizados y con sombra, hacer comidas ligeras o evitar el ejercicio físico al aire libre en las horas de más calor. «Frente al calor todos somos vulnerables», recalca Marco, si bien lo son especialmente los niños pequeños, las embarazadas, las personas mayores y aquellos con ciertas patologías o con tratamientos farmacológicos para la diabetes o la hipertensión.
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