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Cuarta sesión de juicio contra A.D.G. y C.S.R. por el asesinato del hostelero Guillermo Castillo, de 78 años, en la madrugada del 2 de mayo de 2023 y el hijo de la víctima centró buena parte de la jornada de este jueves. Durante su comparecencia en la Audiencia Provincial recordó que era habitual que su padre llevara dinero encima porque, entre otras cuestiones, le gustaba pagar en mano. En casa, tal como se rumoreaba en el pueblo, también guardaba cantidades importantes dinero procedente de la recaudación de su restaurante en Cuzcurrita.
El hijo había retomado la relación con Guillermo Castillo después de que falleciera su madre y tras unos doce años sin dirigirse la palabra. Al parecer, la relación entre ambos se había roto, según explicó, por ciertas discrepancias laborales y algunas diferencias de opinión.
De la muerte de su padre se enteró por su hermana. Ella, que estaba constantemente pendiente de traer y llevar a Guillermo Castillo y de administrarle su medicación, le llamó el 2 de mayo de 2023 para darle la fatal noticia. El día anterior, como hacía casi siempre, pasó con su vehículo delante de la casa de su padre, situada a escasos cien metros de la célebre bodega Guillermo, propiedad del progenitor. Circulaba despacio, para ver si había luz en el interior. «Serían las 23.30 o las 23.35 horas y ese día estaba todo a oscuras, así que no entré para no molestarle».
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Un amigo del hostelero, que calificó a Guillermo Castillo como «segundo padre, un hombre humilde y bueno», fue otro de los testigos clave de la jornada de este jueves. Durante su intervención, contó, como ya había hecho Yolanda Castillo, el episodio quevivieron en Pradillo de Cameros.
Después de la detención de A.D.G. y C.S.R, el 16 y 18 de agosto de 2023, respectivamente, como ya había trascendido públicamente que la novia del portugués, –detenida y puesta en libertad el mismo día– era de Pradillo, este testigo acompañó a un amigo de la familia y a Yolanda Castillo, con quien mantenía una relación sentimental, a la localidad camerana. «Yolanda estaba inquieta, no aguantaba más», así que «removimos Roma con Santiago porque no podía con su vida».
Una vez en Pradillo, en el bar del pueblo, según contó, vio a una mujer «sola, preocupada», le llamó la atención y le preguntó si se encontraba bien. Se sentó junta a la «chica» y «yo muy amable» empecé a hablar hasta que ella «se desplomó». Era la novia de C.S.R. y en un principio le confundió con el traficante de Lardero al que solían recurrir los acusados, él lo negó y se presentó como Pepe el de La Estrella. A partir de ese momento, la mujer le confió que su pareja estaba detenda por «juntarse con malas compañías» y que le había confesado que junto a otro hombre «habían matado a alguien, pero que era un hombre malo a quien nadie quería en el pueblo».
Este testigo, a preguntas de la defensa de C.S.R., que sostiene la implicación de al menos otras dos personas en el crimen, aseguró que «había gente que constantemente quería hacerle daño» y que todo comenzó con el robo, diez meses antes, de un vehículo propiedad de Guillermo Castillo en la plaza del Campillo, en Cuzcurrita, donde vivía el hostelero. La furgoneta apareció tiempo después.
En la misma sesión declaró un amigo de la familia, aunque hacía siete meses que habían roto la relación, también por un desacuerdo laboral y «malas formas». Al igual que el hijo, ha relatado que Guillermo solía guardar el dinero de la recaudación del restaurante en casa, en una caja fuerte en la despensa. Una recaudación que había mermado algo en los últimos tiempos porque era habitual que los comensales pagaran en tarjeta.
En la sala, la letrada de la administración de justicia ha leído un oficio del sargento del Grupo de Delitos Contra la Persona de la Guardia Civil sobre el testigo protegido que había sido citado para declarar en el juicio el pasado lunes, pero que se encuentra en paradero desconocido. De acuerdo con el oficio, desde el pasado 25 de octubre se le ha intentado localizar en varias ocasiones, inluso se contactó con un familiar directo que les comentó que se encontraba trabajando en Francia. Pese a tener el número de teléfono del país vecino, los intentos han sido infructuosos.
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Entre otros, también declararon tres trabajadores del restaurante de Guillermo Castillo y de él todos destacaron que era muy buena persona y generoso. A preguntas de las partes, dos de ellos afirmaron que no tenían contrato y que era la hija la que les pagaba en mano.
Por último, compareció la sobrina de A.D.G.. Ambos vivían en el mismo domicilio y la tarde del 1 de mayo estuvieron juntos en casa, pero no le comentó con quién había quedado ni qué iba a hacer. Al día siguiente, lo vio «bien y tranquilo», aseguró. Días después hablaron del suceso de Cuzcurrita y este procesado soltó: «Vaya hijo de puta el que lo haya hecho».
La Fiscalía pide para cada uno de ellos de 23 años de cárcel por asesinato con alevosía y ensañamiento y cuatro años más por robo con violencia en casa habitada para C. S. R. y cuatro años y nueve meses en el caso de A. D. G.. En total, 27 años y 27 años y nueve meses de internamiento, a los que el Ministerio Público suma otros diez años de libertad vigilada y una indemnización a los dos hijos de la víctima cifrada en 300.000 euros. Mientras, la acusación particular que encabezan dos abogados solicitan la prisión permanente revisable para ambos por los delitos de asesinato consumado, robo con violencia, con el agravante de alevosía y ensañamiento; robo con violencia y organización criminal, con el agravante de armas. Las defensas piden la absolución.
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