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Apenas seis kilómetros separan Haro de Labastida (Álava). El Ebro actúa de muga entre dos municipios, dos comunidades autónomas que en esta zona comparten enemigo: el brote del COVID-19 que ha aupado a la ciudad jarrera y a la localidad alavesa a la ... portada de no pocos informativos. Pasadas las 14 horas, en la Cafetería El Nido, en las inmediaciones del colegio San Felices de Bilibio, se hace el silencio: en la televisión empiezan a hablar de Haro, de su centro de salud, del control de la Guardia Civil... Da la sensación de que en pocos días sus vecinos se han acostumbrado de ver las noticias a ser la noticia.
Pero las sensaciones en la calle son otras. Sus vecinos empiezan a estar cansados de que se hable de ellos y, dicen, de las «exageraciones» que se han escuchado. «No es normal, da la sensación de que estamos todos infectados y no es así», explicaba un padre del colegio San Felices (que la semana pasada confirmó el positivo de uno de sus alumnos). «Este fin de semana ha sido terrible», confirmaba un hostelero del centro, que achacaba a lo dicho y a lo oído la falta de turistas durante el fin de semana.
Por las calles de Haro la rutina es, dicen quienes viven allí, la de todos los días. Comercios abiertos, gente haciendo compras, estudiantes en los centros educativos. Superada la visita de los agentes del GAR de este fin de semana para entregar notificaciones de cuarentena, una patrulla de la Guardia Civil recorre las calles del centro de la ciudad. En esa zona, en el entorno de las calles Conde de Haro y Arrabal, una treintena de familiares del paciente cero, el que permanece ingresado en el Hospital de Miranda de Ebro, están en aislamiento. Estuvieron en contacto con él y tienen que permanecer en sus viviendas para evitar propagaciones.
«Es lo normal, estamos hartos pero es lo que hay que hacer», dice uno de ellos, que asegura que combate el tiempo muerto con la televisión, el teléfono móvil y la Biblia.
A las 14 horas, los alumnos del San Felices de Bilibio abandonan las aulas. Sus padres aseguran estar tranquilos: «Nos dijeron que había un positivo, pero no sabemos quién es», explica una madre junto a la puerta del centro. «Estamos tranquilos porque en el centro está todo controlado», dice confiada y mostrando su extrañeza con la decisión tomada al otro lado de la muga, en Labastida, en donde durante los próximos 14 días las aulas permanecerán cerradas.
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Allí, en las traseras del colegio público, una niña demanda atención desde el columpio. «Dame más fuerte, aitite». El abuelo, entregado, obedece mientras confiesa que la decisión es un poco sorprendente. La madre de la niña, cuando cuelga el teléfono, insiste en esa línea. «¿Qué hacemos con los niños? ¿No los sacamos a la calle? Es una pasada tanto tiempo sin ir a clase. No lo entiendo», confiesa.
Por las calles se ve a algún chiquillo con la bicicleta y a alguna que otra abuela con sus nietos. A la ikastola de Labastida todos los días llega un autobús con alumnos procedentes de Haro, Casalarreina, Anguciana, Zarratón, Cihuri, San Vicente de la Sonsierra y Miranda. Los padres sitúan en uno de esos autobuses el origen de la decisión tomada por el Gobierno vasco. También hay quien cambia el foco y lo sitúa en las competiciones deportivas de este fin de semana.
En Haro hay quienes no perdonan el vermú. Y hablan del coronavirus. De los nuevos casos confirmados en el IES Ciudad de Haro, en el colegio Virgen de la Vega y en el CEIP San Felices. «Al final lo vamos a pasar todos», resume, conformista, uno de ellos. La Su compañero, con un Rioja en la mano, opta por el humor escatológico como vía de escape. Lo de todos los días...
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