ROBERTO GONZÁLEZ LASTRA
Domingo, 13 de junio 2021, 02:00
No es un virus, pero su capacidad de transmisión es brutal. Conocida con la epidemia silenciosa desde hace años, el demonio de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) es un monstruo que atrapa entre sus garras a sus víctimas, cada vez jóvenes, y arrastra ... al abismo a todo el núcleo familiar. Hay salida, pero no es fácil de encontrar. Sin embargo, la puerta de entrada se ha abierto de par en par con la pandemia y la ansiedad que han provocado los confinamientos, las restricciones y el aislamiento de los adolescentes. No hay cifras oficiales, pero sí estimaciones y los expertos alertan de que los casos de anorexia y bulimia, entre otros, han registrado un incremento del 30% en los últimos meses. Su preocupación no se centra solo en el número de pacientes, sino en la edad cada vez más temprana de estos y en la gravedad de algunos cuadros.
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«Lo que hemos visto en la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del hospital San Pedro durante estos meses de pandemia es un aumento en general de toda la patología, pero en especial de los trastornos de la conducta alimentaria. Están llegando más casos y con mayor gravedad, la pandemia ha sido un precipitante y un agravante dentro de esta patología. Se han incrementado especialmente los trastornos por atracón», resume su responsable, la psiquiatra Ana Díaz de Cerio.
Derivados por su pediatra o su médico de Atención Primaria, los pacientes llegan al programa específico de trastornos de la conducta alimentaria ubicado en la Unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del centro de salud Espartero de Logroño, encargado de todos los casos de la comunidad. La media anual desde hace más de una década rondaba los 30 o 40 casos anuales, pero desde septiembre del pasado año hasta ahora el incremento ha sido del 30%.
«El coronavirus y el COVID no han afectado a los adolescentes, pero todo lo que ha supuesto la pandemia –los confinamientos, el aislamiento de los suyos, las restricciones, las pérdidas, los cambios familiares y las preocupaciones– han supuesto un conjunto de estresores que les han impactado mucho y han provocado que se precipiten y se agraven los trastornos de la conducta alimentaria», aclara Díaz de Cerio, que admite que «durante el confinamiento y el verano pasado los adolescentes se mantuvieron y cumplieron y no detectamos tantos trastornos de conducta o la descompensación que esperábamos, pero con el comienzo del curso escolar en septiembre y la vuelta a la normalidad aumentaron los niveles de ansiedad y los estresores externos intensificaron la sintomatología y la clínica».
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Los niños y adolescentes derivados al programa del centro de salud Espartero son valorados por todo el equipo –psiquiatra, psicóloga y enfermera–, una labor que no ha interrumpido la crisis sanitaria. «La unidad ha mantenido las consultas presenciales durante toda la pandemia y los pacientes son atendidos siempre de forma preferente aunque lleguen con una derivación normal, porque se considera que es una patología grave que puede agravarse en muy poco tiempo», explica Díaz de Cerio, que detalla que «las frecuencias de las consultas son semanales e incluso más intensivas y se trabaja con los adolescentes y los padres, aunque los casos son graves son remitidos aquí al hospital de día, para un tratamiento intensivo diario, con terapia individual y grupal y comedor terapéutico u hospitalización».
Aunque el perfil habitual es el de una adolescente de entre 13 y 16 años, la doctora confirma que «cada vez vamos viendo también más chicos. En general suelen ser chicas con patologías restrictivas, sobre todo anorexia, y se están detectando cada vez a edades más tempranas, con pacientes de 11 y 12 años e incluso menos, porque los trastornos en la conducta alimentaria suelen empezar en la pubertad, cuando comienzan los cambios físicos y psicológicos. Se trata de cogerlos a tiempo, la detección precoz es muy importante porque permite trabajar muy desde el principio».
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De todos los casos detectados, casi un tercio suele presentar una evolución negativa y el trastorno tiende a cronificarse incluso hasta la edad adulta, pero el resto, entre el 70 y el 75% logran superarlo tras mucho tiempo y trabajo. «Es duro, pero hay salida, tras una batalla que oscila entre los 4 y los 8 años. Son trastornos graves y difíciles de entender por la sociedad, porque piensa que es cuestión de voluntad, de comer y ya está, pero son trastornos que coinciden con todo el momento evolutivo de la adolescencia, con el desarrollo físico, cerebral y emocional», resalta la psiquiatra, que advierte de que «este trastorno arrastra a todo el núcleo familiar. La familia llega muy tocada también, pero su labor y su apoyo son imprescindibles para la evolución y el pronóstico del paciente».
La especialista, tras aconsejar a los padres que estén muy pendientes de los cambios de alimentación en los adolescentes o si les detectan más bajos de ánimo o tristes o con más problemas en las relaciones sociales, anima a que «ante la menor duda, que pidan ayuda e información, porque tienen que saber que no están solos».
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Del preocupante repunte en la incidencia también son muy conscientes en ACAB-Rioja, la Asociación de Trastornos de La Conducta Alimentaria de La Rioja. «La pandemia ha afectado muchísimo, lo hemos detectado en ACAB-Rioja, en la Federación Española de Trastornos Alimentarios y en el mundo entero. El trastorno alimentario ha aumentado más del 20%», coincide la presidenta de la entidad, Gloria Martínez.
«Aunque tuvimos que cerrar la sede, no hemos parado de trabajar a través del teléfono y de la página web y hemos atendido entre 100 y 150 consultas mensuales», admite la responsable de ACAB-Rioja, que defiende la importancia del diagnóstico precoz y la actuación inmediata. «Cuando hay un trastorno de estos, no solo el paciente sino también su familia, entra en una vorágine, en un torbellino en el que se sufre mucho, primero por el desconocimiento de lo que supone esta enfermedad tan compleja y difícil de entender. Hay muchas veces que se oculta el trastorno y eso provoca que se llegue tarde al tratamiento. El consejo clave es pedir ayuda y cuanto antes mejor».
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En colaboración y cooperación constante con los especialistas y la Consejería de Salud, Gloria Martínez advierte de la creciente alarma entre los psiquiatras porque «está bajando mucho la edad de inicio y nosotros, de hecho, hemos tenido niñas de 9 y 10 años».
La asociación cuenta con varios profesionales colaboradores, uno de ellos, el psicólogo Daniel Esteban que atiende en su consulta logroñesa, ubicada frente a la Bene, a varios pacientes afectados por estos trastornos y a su familias. «Este año nos estamos encontrando mucha ansiedad, mucho descontrol emocional y mucho desconocimiento en cuanto a la autogestión de las emociones. Durante gran parte de la pandemia se ha eliminado de la ecuación lo social y eso ha provocado que si había algo de base o germinando, esa situación ha incentivado el crecimiento de esas patologías», resume el especialista.
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Frente al desconocimiento social de este problema, el psicólogo destaca que «los trastornos de alimentación son una enfermedad físico-mental muy grave, donde el aspecto psicológico es muy demoledor y muy dañino en todo el contexto familiar, social y con uno mismo, que repercute en todos los ámbitos, como el académico, el laboral, el social, a lo que se van uniendo otras dificultades y otras patologías».
Ana Díaz de Cerio. Psiquiatra infanto-juvenil «La pandemia ha sido un precipitante y agravante de esta patolgía, hay más casos y de mayor gravedad»
Gloria Martínez. Presidenta de ACAB-Rioja «El paciente y la familia entran en una vorágine, en un torbellino en el que todos sufren muchísimo»
Daniel Esteban. Psicólogo «Es un trastorno muy grave que causa gran sufrimiento y que puede requerir de hasta de 10 años de lucha»
Aunque confirma que la incidencia mayor se mantiene en niñas y adolescentes, admite que «cada vez más se están viendo casos de chicos, lo que no quiere decir que no existieran antes, sino que ahora por fin están pidiendo ayuda en vez de ocultarlo».
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Con el diagnóstico precoz y la búsqueda de ayuda ante la menor duda o sospecha con ejes claves, el psicólogo aboga por el 'hay salida' como lema, aunque advierte de que «hay que ser conscientes de que no es cuestión de días o semanas o que se trata de una mala racha. Hablamos de un trastorno muy grave que causa mucho sufrimiento al afectado y a todo su entorno familiar, es una batalla que en algunos casos requiere hasta de 10 años de tratamiento y de lucha en el que el papel de la familia es fundamental».
Claves: Las personas que presentan este trastorno se niegan a mantener un peso dentro de los límites de la normalidad y están exageradamente preocupadas por su figura.
ACAB-Rioja Puede ponerse en contacto con la asociación a través del formulario que encontrará en la web www.acab-rioja.org, del teléfono 609 72 77 97 o del correo electrónico asociacion@acab-rioja.org.
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