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El jurado que debe decidir el destino de los dos acusados del crimen del profesor jubilado Pedro José Sáez ha podido comprobar este jueves por primera vez la brutalidad de la agresión. Después de tres largas jornadas, las declaraciones de dos agentes de Policía ... Científica han servido para exhibir las fotografías de la escena del crimen, con un primer charco de sangre en el pasillo, un reguero por arrastramiento hasta la cocina y allí, otros dos charcos, y multitud de salpicaduras y huellas sanguinolentas en armarios y electrodomésticos. Una violencia extrema contra Pedro José, que sufrió multitud de golpes en la cara y en la parte posterior de la cabeza. Y que, según los policías, pudo ser maniatado.
Los agentes no hallaron el arma homicida («en mi opinión, por la forma de las heridas, podía ser algo como un perfil de aluminio», ha indicado el primer testigo) pero sí un rollo de cinta adhesiva y varios fragmentos de esta en el charco de sangre que, según sostuvieron ambos, pudieron servir para reducir al profesor. «Había una silla que no estaba orientada hacia la mesa, sino hacia el charco de sangre. Nos hace pensar que estuvo sentado y maniatado», ha añadido un agente. Los uniformados también encontraron un cuchillo junto a la víctima, aunque este no se utilizó para la agresión. «Por el envoltorio, que se encontraba en un cajón con restos de sangre, podemos inferir que lo pudo utilizar para intentar defenderse», ha añadido.
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Víctor Soto
Violencia extrema y premeditación, porque ambos declarantes han coincidido en que el autor entró protegido para dificultar su reconocimiento. «El autor de los hechos tomó medidas. Nos tenían que haber salido huellas de alguien más, pero solo aparecen de la víctima. Debía de llevar guantes de protección», ha asegurado la segunda agente. Incluso en el lavabo se hallaron vestigios de sangre, pertenecientes a la víctima, y que los agentes entienden que pertenecen a «alguien que se lavó las manos cuando estaba manchado con sangre de la víctima». Y un indicio de huella en el lavabo que «podía pertenecer a un guante».
Porque la falta de pruebas de ADN, de huellas dactilares o de cabellos del principal acusado (hay que recordar que la mujer imputada en esos momentos se hallaba en Madrid) ha sido el principal debate entre acusaciones y defensas. En el domicilio de la calle Pepe Blanco se encontraron algunos rastros de personas desconocidas, pero que no coincidían con el encausado, y otras incompletas (no suficientemente definidas como para ser tenidas en cuenta). «Perfectísimamente pudo estar ahí sin dejar huellas», ha señalado uno de los agentes. A preguntas de una letrada sobre si científicamente se podía asegurar ese punto, ha asegurado que «científicamente, no» pero «existen otras pruebas, indicios...». A última hora de la mañana de este jueves, otro agente ha confirmado que, tras realizar al acusado una prueba de ADN en noviembre de 2022, quedó claro que «de todas las muestras que se habían remitido encontradas en la casa (huellas, ADN...) ninguna se correspondía con él».
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Respecto a cuánto pudo durar la agresión, los dos agentes de la policía científica de la Jefatura de La Rioja han coincidido en que no podían determinar si fue rápida o se dilató en el tiempo. «No fueron dos minutos, pero no puedo decir si fueron quince o treinta», ha dicho uno. «Lo que está claro es que no fue entrar, agredirle y se acabó», ha reseñado. «Existió un registro», ha incidido la otra policía científica.
La cuestión tecnológica también ha sido objeto de debate en la primera parte de la vista de este jueves. Otra vez la ubicación móvil y de nuevo el terminal hallado en casa de la víctima. Respecto a la primera cuestión, un cuarto agente de la Policía Nacional ha repetido que, con las 17 llamadas o mensajes repetidos por la antena de telefonía de la calle Alfonso VI ese 18 de febrero de 2020 entre las 10.44 y las 10.56 hora, el acusado «estaba dentro del rango de cobertura» de la antena que daba servicio a la casa de Pedro José.
Y, respecto al teléfono móvil, que durante una semana de 2018 estuvo en posesión del acusado pero que era propiedad y fue hallado en la casa de la calle Pepe Blanco, se ha reiterado en que es un nexo de conexión entre víctima y acusado. «Durante una conversación de 34 minutos en la madrugada del 2 de junio, se hacen tres fotos de Pedro José con ese terminal. Y después llega el mensaje de '¿yo, puta? ¿Te gusta él? Que te den por culo'. No cabe duda de que esas fotos se hicieron entonces y con ese terminal», ha argumentado. «Por eso y por el contenido, que se refieren al acusado en tercera persona, y porque antes el terminal fue usado por esa persona, no nos deja lugar a la duda. Es la deducción más lógica», ha insistido el agente a pesar de que, a preguntas de la letrada de la defensa, ha reconocido que salvo esas tres fotografías de ese 2 de junio de 2018 no hay «mensajes posteriores ni anteriores, ni llamadas registradas» entre víctima y acusado.
La detención de la mujer acusada de inducir la muerte de Pedro José Sáez se produjo en un autobús y se tuvo que «precipitar» porque esta recibió una llamada telefónica en la que un conocido le advertía de que la Policía la estaba buscando. Así ha explicado un agente cómo se llevó a cabo la captura de la joven rumana a la que la víctima había denunciado con anterioridad por estafarle 54.000 euros en una falsa relación amorosa. La encausada acudía a Logroño para declarar en otro caso y la Policía Nacional organizó un dispositivo de seguimiento desde Madrid. Dos agentes se montaron en el mismo autobús y se colocaron junto a ella. «Estaba tranquila hasta que recibió una llamada en la que le informaban de que la Policía la estaba buscando a ella y al otro acusado», ha explicado el agente. Entonces, su actitud cambió. «Se puso muy nerviosa», ha añadido. Como reacción, la imputada buscó sus conversaciones de Whatsapp con el otro encausado y, tras comenzar a exportar el chat, decidió seleccionar uno a uno los mensajes intercambiados entre ambos. «Vi que entraba en el contacto del otro acusado y cuando llevaba unos 250 o 270 mensajes seleccionados, interpreté que era para borrarlos y eliminar pruebas y se procedió a la detención», ha recordado. Los agentes hicieron parar el autobús en mitad del trayecto y trasladaron a la detenida a un coche que seguía al bus y en el que iba otro agente. A preguntas de la letrada de la encausada, el policía ha reconocido que desconocía su contenido y que «quizá no fuesen relevantes», algo que ya había confirmado el día anterior el instructor del caso.
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