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Los testimonios de la hija de Pedro José Sáez, el profesor jubilado asesinado en 18 de febrero de 2020 en Logroño, y los de varios vecinos del inmueble de la calle Pepe Blanco, donde residía, han protagonizado este martes el inicio de la segunda ... sesión del juicio que se está llevando a cabo en la Audiencia Provincial contra los dos acusados de su muerte.
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Víctor Soto
La huérfana, muy emocionada, ha recordado cómo junto a su madre encontró el cuerpo pocas horas después de la agresión. «Estaba tendido en el suelo de la cocina, en un gran charco de sangre, con una zapatilla puesta, la otra tirada y las gafas también por el suelo», ha relatado.
Ese día las alarmas se encendieron para la familia de la víctima cuando este no respondió a llamadas constantes por parte de su exmujer («había quedado con mi madre esa tarde para hacer unas gestiones, tenían una muy buena relación», ha explicado la hija) ni a los de ella misma. «Pocas semanas antes había sufrido una angina de pecho por lo que decidimos ir a su casa», ha recordado. Allí no les contestó ni al telefonillo ni a la puerta, por lo que decidieron utilizar su juego de llaves y entrar para toparse con el horror.
Aunque en un primer momento la hija del profesor jubilado pensó que se trataba de un accidente doméstico, los médicos del 112 que acudieron al domicilio enseguida se dieron cuenta de que se trataba de una muerte violenta. «Entró un médico, una enfermera y un hombre con unas bombonas de oxígeno. Al salir nos dijeron que estaba fallecido y que habían llamado a la Policía porque habían visto cosas que no les cuadraban», ha rememorado. En el piso «no faltaba nada», ha señalado la hija. Es más, «en la mesa del salón había 3000 euros a la vista, en la habitación también había dinero...». Lo único que les sorprendió es que en dos de las estancias hubiera «cajones abiertos».
De las posibles causas del crimen, la hija ha dejado claro que no sabía nada de esos 54.000 euros prestados a la ahora acusada y que posteriormente generaron una denuncia («él controlaba sus cuentas y no hablábamos de dinero», ha resumido) ni tampoco si existía o había existido una relación sentimental entre ambos. «Mi padre jamás nos dijo que tuviera una relación», ha incidido. «A nivel emocional nos había dicho que no le importaría tener una pareja, pero no la tuvo», ha respondido a preguntas de una de las defensas.
La hija de Pedro José lo ha descrito como un hombre mermado durante los últimos años por distintas dolencias («había pegado un bajón físico», ha asegurado) y con el que mantenían una estrecha relación. «Semanalmente íbamos a verle a su casa, teníamos contacto diario por vía telefónica o nos escribíamos, le íbamos a buscar con frecuencia con el coche para hacer recados...», ha añadido.
Y, respecto al interés que han puesto las defensas de los acusados en saber si seguía dando masajes en su domicilio y recibiendo a personas, la hija ha sido tajante: «Hacía unos años que lo había dejado porque tenía problemas con el túnel carpiano». Varios habitantes del inmueble han corroborado este punto.
Pese a que Pedro José llevaba, según un vecino, «entre ocho y diez años» viviendo en su domicilio de Pepe Blanco, la hija ha reconocido que no conocía al vecindario y estos también han señalado que nunca se habían cruzado con ella o su hermano en el edificio. «Siempre se le veía solo», ha explicado uno de los habitantes del inmueble, que han recordado a Pedro José como un hombre muy educado, amable y austero, que no hacía ningún tipo de ostentación.
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En la mañana de ese 18 de febrero de 2020 fueron dos parejas de vecinos los que escucharon ruidos extraños. Los primeros, que vivían un piso por encima de la víctima, han señalado que habían oído «un golpe muy fuerte». «Pensé que alguien se había caído», señaló la primera mujer. Y luego escuchó «pedir auxilio un par de veces».
Su marido, agente de la Guardia Civil jubilado, subió y bajó las escaleras intentando determinar qué había ocurrido, pero volvió a casa sin poder hacerlo. «Yo escuché un golpe seco, como de caerse un mueble, pero no voces ni discusiones», ha añadido este testigo que también pudo oír una «voz lejana» que pedía auxilio y que luego «se apagó».
Por su parte, la mujer que vivía un piso debajo del de la víctima sí percibió «gritos de hombre» con frases como «estás cagado, estás colocado» que la asustaron tanto que se marchó a la otra punta de la casa. Y, minutos después, ya cuando su marido había llegado al domicilio, distinguió «muy bajito» un «'socorro, socorro'». «No quería oír más. Hasta llamaron a la puerta, luego supe que era otro vecino, y no salí a abrir por si acaso», ha revelado.
Su marido ha reconocido que a nadie se le ocurrió ponerse en contacto con la Policía. A uno de los matrimonios, porque en el inmueble vivía un hombre «aficionado a la carpintería y que a veces hacía ruido». En el caso de los otros, porque en uno de los pisos lo habitaba una persona conflictiva y consideraron que los gritos podían haber salido de su hogar. Una llamada que, en caso de dudas, los cuerpos policiales siempre animan a realizar porque es mejor prevenir que lamentar.
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