Cuando Miguel Apellániz escogió el Bachillerato de Humanidades, un profesor de su colegio le espetó: «¡Menudo desperdicio de cerebro!» Miguel no le hizo caso, acabó matriculándose en Geografía e Historia y ahora está cursando el Máster de Profesorado en la UR. «Yo terminé muy ... rebotado con mucha gente que intentaba bajarte del caballo –indica–. Hay como una conspiración general para que escojas ciencias». No solo los padres contribuyen a crear esta atmósfera un tanto opresiva para los chavales que sienten inclinación por las disciplinas humanísticas. «Hay un prejuicio social hacia cualquier cosa que no tenga una practicidad inmediata, pero también dentro del propio sistema educativo», apunta Íñigo Eguaras, profesor de Latín, Griego y Cultura Clásica en el IES Escultor Daniel. «Eso se ve en cualquier claustro –añade–. Si hay un alumno muy brillante o con ciertas aptitudes se dice 'qué pena que vaya a hacer el Bachillerato en Humanidades, qué desaprovechado'. Y si encima quiere estudiar Clásicas se le intenta de algún modo enfocar hacia Derecho...». Eguaras confiesa que incluso ha habido padres que han acudido directamente a él para que les ayudara a «quitarle de la cabeza» a su hijo o hija –las mujeres suelen ser mayoría– la idea de estudiar Filosofía o Filología Clásica. «Los propios alumnos tienen dudas –señala Eguaras–. Es natural. Yo les digo la verdad y les explico las posibilidades».
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La lluvia fina en contra de las Humanidades va calando, sobre todo en Secundaria. Según los datos de la Consejería de Educación de La Rioja, el alumnado en el Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales ha caído casi un 20% en los últimos diez años. Este curso hay matriculados 400 alumnos menos de los que había en el año académico 2014-2015. En paralelo, han ido aumentando los matriculados en Ciencias y Tecnología. «Las Humanidades en general están en entredicho, pero es que Latín y Griego son ya el último eslabón», puntualiza Eguaras. Los idiomas clásicos han ido perdiendo peso en los planes de estudio con cada reforma. En la actualidad, el Latín sobrevive a duras penas en el Bachillerato de Humanidades, pero el Griego casi ha desaparecido de la oferta, luchando por el favor del alumnado con otras muchas optativas. «Yo quería hacer Griego, pero como solo estábamos dos alumnos apuntados, no había posibilidad de cursarlo en mi instituto. Tuve que hacerlo por las noches en el Sagasta –recuerda Apellániz–. Si un profesor de Química pide un laboratorio nuevo, se lo ponen; si se necesita un profesor de Griego, no».
Este descenso tan acusado no se aprecia, sin embargo, en las carreras más humanísticas de la Universidad de La Rioja, que mantienen un número estable de alumnos, siempre más abultado en Estudios Ingleses (97 en la actualidad) y en Geografía e Historia (96) que en Lengua y Literatura Hispánicas (80).
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Pío García
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«No hemos sabido ofrecer lo que tenemos», lamenta Eugenio Gómez, profesor de Latín, Griego y Cultura Clásica en el IES Duques de Nájera. «El arrinconamiento en los planes de estudio es evidente, pero ha sido culpa de todos. La sociedad piensa que no existimos, nosotros no lo hemos defendido bien y los padres vienen de muchos años en los que esto no pintaba nada. Los alumnos reciben esto», lamenta Eugenio Gómez.
Si la tendencia no se frena, las lenguas clásicas (y todo el mundo al que dan acceso) acabarán definitivamente arrumbadas en algún desván. Pero los filólogos confían en un posible rebrote y en un inesperado aliado: la inteligencia artificial. «La matemática también es una ciencia pura, sin practicidad inmediata, que te da una forma de pensar muy ordenada. Lo mismo sucede con el latín», advierte Eguaras. «Es un potencial intelectual enorme. El famoso cálculo computacional no es exclusivo de las ciencias; nosotros lo hacemos desde siempre. En Filología Clásica se hace todas la mañanas», enfatiza Eugenio Gómez.
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La UR puso en marcha el Máster de Procesamiento de Lenguaje e Inteligencia Artificial en el curso 2022-2023. Desde el próximo año académico contará con el reconocimiento oficial de la Aneca. Según indica la Universidad de La Rioja, el objetivo es formar a las profesionales que sean capaces «de recopilar y procesar el lenguaje para que las aplicaciones o sistemas que utilizan la inteligencia artificial, como los asistentes de voz, los traductores o los correctores ortográficos, lo entiendan». El máster está dirigido, sobre todo, a alumnos titulados en Filología (Clásica y Modernas), Lingüística, Traducción e Interpretación y Tecnología del Lenguaje.
5,450 fue la nota de corte
exigida para matricularse en el Grado en Lengua y Literatura Hispánica en la UR en el curso pasado. Algo mayores fueron las calificaciones requeridas para Geografía e Historia (6,070) y Estudios Ingleses (6,928).
Quién iba a decir que aplicaciones como ChatGPT, OpenAI o Gemini pueden insuflar una nueva vida al latín. Quizá Manuel Gómez, que lo maneja con soltura porque lo aprendió de niño en el Seminario, dé con la clave: «Conocer bien el latín enseña a pensar bien. Es una lengua muy estructurada, muy lógica, y el lenguaje y el pensamiento están muy relacionados», apunta. Eugenio Gómez lo ratifica y así se lo explica a sus alumnos: «Para la inteligencia artificial es imprescindible que el programador tenga buenos y sólidos conocimientos de la lengua. Todo esto que vemos en las clases de Latín, esa lógica interna... Cuanto más sabes de eso, más cerca puedes estar de conseguir un buen trabajo como lingüista en inteligencia artificial».
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Mientras el futuro llega, los planes de estudio siguen anclados en el siglo XIX o, peor aún, en un limbo atemporal. Ni miran al pasado ni vislumbran el porvenir. Miguel Apellániz (23 años), que acaba de graduarse en Historia, sugiere un Bachillerato abierto, «en el que puedas escoger las asignaturas que más te interesen. La división tan categórica entre ciencias y letras es artificial». Eugenio Gómez, en cambio, reclama un Bachillerato lingüístico, con importante presencia de las lenguas clásicas, o al menos «una asignatura de análisis etimológico del lenguaje científico». Aunque no nos demos cuenta, todos (matemáticos, físicos e ingenieros incluidos) nos pasamos mucho tiempo hablando en latín y en griego.
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