Fue en 1911 cuando se empezó a uniformar un Ejército del Aire aún nonato y, desde entonces, mucho ha cambiado en el aspecto y la funcionalidad de las prendas. Por ejemplo, en esas primeras décadas en las que la aviación era casi más una aventura que una profesión, los chaquetones de cuero eran la seña de identidad de los uniformes de diario y de los trajes de vuelo. Evolucionó la vestimenta al mismo ritmo que los aparatos hasta convertir al Ejército del Aire en uno de los cuerpos más respetados a nivel europeo.
Son los colores azul y gris los que mejor definen a los más de 22.000 miembros del Ejército del Aire y el Espacio. Todos lucen las alas de plata y disco rojo bajo corona real que les diferencian. En este cuerpo se cuentan hasta ocho tipos de uniforme (gran etiqueta, etiqueta, gala, para actos de especial relevancia, diario, trabajo, uniformes especiales y equipación deportiva) con sus tres modalidades según el tiempo.
Y hay singularidades como el gorro cuartelero o la cazadora de corte puramente aéreo para el trabajo del día a día. Eso sí, como describía el Reglamento de Uniformidad de 1946: «Los preceptos de este reglamento han de considerarse como reglas de exacto cumplimiento. Este dará la manifestación exterior más acabada de la disciplina militar».
El emblema de los aviadores españoles es el denominado 'rokiski' o 'roquisqui'. Ese curioso nombre designa a las alas de plata y el disco rojo que identifica al Ejército del Aire. El origen se le atribuye a la infanta Beatriz de Sajonia, esposa del infante Alfonso de Órleans y Borbon, que también era piloto. Cuando en 1913, durante una charla se barajaban diversas opciones para un emblema del cuerpo, la infanta, gran conocedora de la cultura egipcia, la dibujó.
La de 'rokiski' es una denominación curiosa que también cuenta con su historia. El nombre se debe a Luis Rokiski, un grabador madrileño de origen polaco que desde 1939 hasta 1965 se convirtió en el hacedor de miles de emblemas para soldados y oficiales.
Al disco se puede superponer un paracaídas, en el caso de que el portador haya pasado el pertinente curso u otros elementos signficativos de formación. En 1913, por ejemplo, podía llevar añadido un timón que designaba a un piloto de dirigibles o un ancla para el piloto de globos. Otros tiempos y otras especialidades.
Si el emblema de la aviación es tan reconocible, no lo son menos las divisas que van desde la franja verde por la que se reconoce al soldado hasta las tres amarillas para el sargento o el galón (conocido popularmente como sardineta en el Ejército) del brigada.
Ya entre los oficiales se repiten la proliferación de estrellas que también desembocan en los sables y bastones de mando que orlan las insignias de generales de brigada, generales de división, teniente general, general del aire y, finalmente, el capitán general Felipe VI.
Hasta diez reconocimientos diferentes existen entre los aspirantes y estudiantes de la Academia General. Como curiosidad, se puede distinguir entre los que han aprobado todas sus asignaturas o los que aún no lo han hecho, en el caso del tercer curso, antesala del nombramiento como alférez.
Uniformes, símbolos, divisas, escudos... son parte de un complejo mundo que cuenta con especialistas y profundos conocedores, aunque aproximarse a sus rudimentos está al alcance de cualquiera.
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