![Julio Díez despacha el género en su camión-supermercado.](https://s3.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/202002/09/media/cortadas/pueblos-supermercado(27)-kx6F--624x327@La%20Rioja.jpg)
![Julio Díez despacha el género en su camión-supermercado.](https://s3.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/202002/09/media/cortadas/pueblos-supermercado(27)-kx6F--624x327@La%20Rioja.jpg)
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En unos noventa pueblos de La Rioja, Burgos, Álava y Navarra la única tienda que tienen es un camión Renault, de 13 toneladas, que les ... visita una vez por semana, generalmente. Lo conduce y atiende Julio Díez, de 58 años, que lleva más de la mitad de ellos dedicado a la venta sobre ruedas. Lo decidió un día que el padre de su cuñado, que se dedicaba a lo mismo, anunció en una comida familiar que se jubilaba. «¿Sabes lo que te digo? Que te voy a comprar el camión», lanzó Julio sobre la mesa para sorpresa de los presentes, cansado ya de su trabajo de entonces. Después, el reparto de dominios. «Los pueblos buenos se los quedó mi cuñado, lógicamente, y yo el resto, aunque luego abrí rutas nuevas, me metí por otras poblaciones...», recuerda.
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Diego Marín A.
Desde entonces, cada día recorre del orden de 18 localidades. En La Rioja, donde recientemente ha tomado el testigo de su cuñado Jesús Azcona, pasa, entre otras, por Herramélluri, Villalba de Rioja, Villaseca, Baños de Rioja, Sajazarra, San Millán de Yécora, Treviana, Foncea, Fonzaleche... Sin Julio, todos estos pueblos carecerían de un servicio básico. Quedarían desabastecidos. Pero es que es más que un tendero. Es, de alguna manera, un enlace con el exterior. ¿Que necesitan algo? Lo encargan y él se lo trae: un cazo para la leche, unas zapatillas del 38, la goma de la olla, que está ya muy vieja.... El problema es que en los municipios cada vez hay menos gente. «Ya solo quedan los mayores, y en el momento que esta generación desaparezca se quedarán vacíos», dice. «Yo voy a pueblos en los que solo hay ya 1 o 2 personas, y voy porque me han comprado toda la vida, no me resulta nada rentable, pero soy incapaz de dejarles tirados. Son personas mayores, que dependen mucho de mí, y les llevo todo lo que les hace falta», explica. También refiere la existencia de algún pueblo que cierra en invierno y se vuelve a habitar con la llegada del buen tiempo. «Me llaman y me dicen: Julio, ya puedes venir. Y me paso por ellos», cuenta.
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En su camión lleva unos 600 artículos, aproximadamente, de alimentación, incluido embutidos, frescos, congelado, frutas, etc., además de droguería. Huelga decir que Julio vive de esto y, lógicamente, carga un poco el precio del producto; en ello está su ganancia. «Claro que yo soy más caro; claro que tengo que vender los yogures 5-10 céntimos más caros. Tengo que pagar gasolina, ruedas, seguros, licencias, impuestos... Y, encima, hay pueblos que te cobran por ir a vender. Hombre, me tendrían que pagar por ir. Yo a esos no voy», indica Julio. «Yo no puedo competir con el Mercadona. A mí no me subvencionan como a los autobuses de línea, taxis, ambulancias... Están dando un servicio y me parece muy bien que así sea, pero yo también lo estoy dando. ¿Por qué a mí me fríen a impuestos?».
Otra cosa es la gente de los pueblos, que sí que valora el servicio que presta. Cuando recientemente se jubiló su cuñado, Jesús, en Herramélluri le despidieron con cohetes, una pancarta y mucha pena. Julio, no obstante, lamenta que la juventud, en cuyas manos está el futuro de un medio rural agonizante, vaya por otro lado. Él, que desde hace más de un cuarto de siglo viene tomando desde su camión el pulso de los pueblos, no es nada optimista. «Esto tiende a desaparecer sí o sí. Yo no le veo ninguna solución, a no ser que haya trabajo», indica.
Los buenos tiempos pasaron. Julio es uno de los últimos de un oficio que no va tan sobre ruedas como el camión que conduce. «Me muevo por cuatro provincias y ya solo quedo yo. Mi cuñado se ha tenido que retirar porque el camión era viejo y tenía que hacer una inversión a la que era imposible hacer frente. A mí me va a pasar lo mismo, porque el mío tiene 17 años y lo compré de segunda mano». Y asegura: «Esto no es rentable». Dedica 14 horas diarias a su trabajo, cinco días a la semana. «Cuando se me rompa este camión, se acabó», sentencia. Y le echarán de menos.
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