![Abel Tamayo atiende a una cliente en Sotés.](https://s2.ppllstatics.com/larioja/www/multimedia/202002/09/media/cortadas/52731074--624x415.jpg)
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Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Abel Tamayo condujo el pasado viernes su camioneta de Congelados Egea por buena ... parte del Bajo Najerilla y el Moncalvillo, sumando 200 kilómetros partiendo de Oyón (Álava) y pasando por una docena de pueblos. A la sazón: Huércanos, Tricio, Arenzana de Abajo, Alesón, Manjarrés, Santa Coloma, Castroviejo, Sotés, Hornos, Daroca, Medrano y Ventosa.
Abel lleva 18 años dedicados a esta profesión y, calcula que «todavía me quedan otros 16». Calagurritano de nacimiento y residente en Logroño, conduce la camioneta de la empresa cada jornada por una ruta: el Moncayo (Aragón), Tierra Estella (Navarra), valle del Najerilla, Moncalvillo... Otros compañeros recorren otras zonas como los Cameros, el Alto Oja, Burgos, Soria... «Acostumbramos a ir un día a la semana a una hora determinada y hay que ser puntual porque, si no, la gente se va a jugar la partida, que es sagrada para algunos vecinos, o a gimnasia o a misa, y entonces hay que esperar a que termine y salgan todos de la iglesia», explica Abel Tamayo.
En la camioneta transporta, sobre todo, congelados (carne y pescado, principalmente), pero también otros productos que necesitan refrigeración, como yogures, y productos de temporada como fruta. Curiosamente, lo que más venden es un producto exclusivo de Egea, un preparado de paella, así como naranjas y mandarinas. «Cuanto más recóndito es el pueblo y más alejado está, normalmente más vendemos porque no hay tiendas donde comprar alimentos y por eso vamos hasta allí», señala Abel. Y habla mientras cobra a quienes se han acercado a comprarle. «16,50, caballero», informa a un cliente. «Esto lo tenemos en oferta», indica a una señora. El tiempo no se para ni para atender a una entrevista.
Eso sí, no siempre es el cliente el que se acerca a la camioneta: no en pocas ocasiones es la camioneta la que se acerca. «Muchas veces llamamos directamente a las casas donde nos compran habitualmente y hasta les subimos los productos a personas mayores que no salen de casa o tienen movilidad reducida», reconoce Abel. Esos, no obstante, son casos especiales, el mecanismo de trabajo habitual es otro: «Vamos pueblo por pueblo, toco el claxon y la gente sale porque son clientes fijos». En verano se multiplica la población de los pueblos y también el trabajo de Abel y sus compañeros. En invierno, en cambio, la labor se vuelve más ardua por el estado de las carreteras, sobre todo en pueblos de montaña, con nieve, hielo... «pero como cualquier otro conductor», quita importancia Abel. Lo que sí subraya como un dificultad es que «a veces las calles de los pueblos son tan estrechas que no podemos abrir las puertas de la camioneta».
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