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salvador arroyo
Corresponsal. Bruselas
Jueves, 23 de abril 2020
Habrá 'plan Marshall' para la reconstrucción europea después del coronavirus, se sustentará en el Presupuesto a siete años (2021-2027) de la UE y será «robusto» y «ambicioso». Su cuantía partirá del billón de euros. Aunque la cifra final y los mecanismos ... que se utilizarán para sustentarlo quedan, de momento, abiertos. Porque los jefes de Estado y de Gobierno acordaron este jueves, según el guión previsto, encargar a Bruselas el diseño de la herramienta. La Comisión Europea tiene dos semanas intensas por delante, hasta el 6 de mayo, cuando los líderes volverán a conectarse en una nueva videocumbre (y ya será la quinta en apenas dos meses) para levantar el pulgar o persistir en el bloqueo.
Ya no es una cuestión de 'eurobonos sí, eurobonos no'. Ahora la divergencia entre el sur y el norte se resume en subvenciones frente a préstamos. Y aquí el equipo de Ursula von der Leyen va a tener que hilar fino. Aunque el camino que va a recorrer será híbrido. La alemana lo subrayaba al término de la cita en estos términos: «Habrá un sólido equilibrio entre subvenciones y préstamos, el marco es claro, pero tiene que negociarse al detalle». Así que el plan de reconstrucción se irá levantando estos días en «estrecha comunicación» con las capitales. «La propuesta será acorde con el desafío al que nos enfrentamos», destacaba el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, sobre los principios de «cohesión, solidaridad y convergencia». Conclusión: no habrá recuperación a doble velocidad y sí, se priorizará la asistencia a los países más damnificados por la Covid-19.
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Y eso exige, de entrada, que el presupuesto europeo (el Marco Financiero Plurianual en la jerga de Bruselas) «tendrá que incrementar su potencia de fuego», insistió la alemana. Evidente, porque apenas supone hoy el 1% de la Renta Nacional Bruta. El borrador de 'plan Marshall' que circulaba desde el miércoles, firmado por la propia Comisión, incidía más en los préstamos que en las transferencias y contemplaba una emisión de deuda a cargo de la propia institución que se movería en el entorno de los 320.000 millones de euros. La bolsa total, eso sí, podría llegar hasta los 2 billones. Pero se insiste, se trata de un borrador.
Y el hecho de que no hubiera alusión alguna a los detalles del mismo en la comparecencia de Von der Leyen revela «las diferencias» entre los socios, que sí reconoció. Aunque esta vez no hubo despliegue de moralina desde La Haya ni réplicas contundentes desde Lisboa (aquel «repugnante» con el que Antonio Costa juzgó la actitud de Países Bajos). «Hay un cambio de tono en el debate, vemos una dinámica de negociación con España en el centro del juego», destacaba la ministra de Exteriores, Arancha González Laya desde Madrid al valorar lo tratado en una cumbre que duró cuatro horas (poco para los estándares de la UE con asuntos tan trascendentales como el que le ocupa).
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Y sí, no hubo bronca, pero en la práctica se mantiene el atasco. Y eso que Christine Lagarde, presidenta del BCE, había advertido a los mandatarios durante su intervención telemática que la UE corría el riesgo de «actuar demasiado poco y demasiado tarde» y que el batacazo del PIB podría ser del 15% en la Eurozona. Y que el presidente del parlamento Europeo, David Sassoli, les habló de una «espiral catastrófica».
El punto de partida, el billón de euros, cumple con lo exigido por Francia, España, Italia, pero también Alemania. El mensaje que lanzó Angela Merkel apenas unas horas antes de la cita lo confirmaba: «Alemania no puede prosperar si Europa no prospera», decía. Y anunciaba «contribuciones más importantes» al presupuesto de la UE. Así que romperá el techo del 1% que en febrero hizo imposible el acuerdo. La onda expansiva del mensaje debía alcanzar al grupo de 'frugales' (así se bautizaron los 'austeros' en aquella cita previa a la crisis pandémica, la última presencial en Bruselas) o lo que es lo mismo, a Países Bajos, Austria, Suecia o Dinamarca, entre otros. Y sí y no. El neerlandés Mark Rutte planteó que «ya no existen tensiones» entre los socios. Pero insistió en el instrumento que menos contenta al sur: préstamos.
Italia renunció formalmente a los coronabonos. Era un callejón sin salida. Y su primer ministro Giussepe Conte defendió una fórmula similar a la española. Madrid, recordemos, aboga por transferencias a fondo perdido en lugar de préstamos con vuelta para evitar un mayor sobreendeudamiento. Una emisión de «bonos perpetuos». Roma da prioridad a esa idea, aunque aceptaba posibles entregas reembolsables, a muy largo vencimiento, eso sí. «España incide en las transferencias para evitar el sobreendeudamiento. Pero esto es una negociación», deslizó González Laya. Así que compás de espera.
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