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En una región convertida en un polvorín por el conflicto entre Palestina e Israel, el Gobierno de Biden dirigió en la noche del jueves un ataque «de alta precisión» contra milicias sirias apoyadas por Irán. Lo hacía «en defensa propia», dijo el Pentágono, que lo ... considera «la respuesta adecuada a los ataques a los que han estado sometidas sus bases en Siria e Irak desde el 17 de octubre. El peligro de ese delicado baile de restituciones es que haga saltarlo todo por los aires.
«Estados Unidos no busca un conflicto ni tiene intención ni deseo de involucrarse en más hostilidades», aseguró en un comunicado el secretario de Defensa norteamericano Lloyd Austin. Sus comandantes reconocieron que siempre existe el riesgo de que sus acciones amplíen el conflicto, pero aseguraron que Washington no tiene intención alguna de escalarlo. «La decisión la tomará Teherán cuando decida como dirige a sus milicias», dijeron 'off the record' en conferencia telefónica.
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Con ello dejaba claro que la Casa Blanca considera al régimen de los ayatolás responsable directo de la veintena de ataques sobre su personal que dejó a un empleado local muerto y a una veintena de soldados estadounidenses heridos leves. «Nuestro deseo es que los líderes iraníes llamen a sus milicias a que cesen todos los ataques contra nuestro personal en Irak y Siria. No estamos allí por otra razón que no sea participar de la coalición global para derrotar al Estado Islámico», aseguraron.
Según las cuentas del Pentágono, desde el 17 de octubre las fuerzas estadounidenses han sido objeto de diecinueve ataques por parte de las milicias sirias. Éstos se produjeron tanto en Siria como en Irak, pero el Pentágono ha elegido dirigir su venganza hacia Siria, donde crea menos susceptibilidades. En ese país tiene desplegadas 900 tropas, además de 2.500 en Irak y otras 900 de refuerzo para toda la región, anunciadas el jueves como que se han desplegado recientemente o van a hacerlo. El Pentágono es ambiguo en sus declaraciones para no dar pistas a sus enemigos.
En la misma línea, los altos mandos no quisieron dar información sobre los motivos por los que eligieron los objetivos ni los daños que habrían causado. Sólo se limitaron a decir que estuvieron dirigidos contra dos emplazamientos distintos, un arsenal de armas y otro de munición. Los ataques se realizaron con «munición de precisión» lanzada desde cazas F-16. «Dieron exactamente donde queríamos», dijeron los mandos.
2 instalaciones
vinculadas a las milicias apoyadas por Irán en el este de Siria fueron el objetivo de la operación llevada a cabo en la noche del jueves. Los ataques se realizaron mediante cazas F-16, que destruyeron un arsenal de armas y otro de munición.
El baile de ataques y contraataques se ha producido periódicamente a lo largo de tres administraciones estadounidenses distintas -Barak Obama, Donald Trump y Joe Biden-, pero ninguna en un clima tan caldeado como el actual. La última retribución estadounidense ocurrió a finales de marzo. Con ello Washington pretendía también demostrar la rápida disposición de sus fuerzas para reaccionar, para que sirva de elemento disuasorio. La Casa Blanca no informó a Israel de los ataques porque no considera que estén relacionados con su apoyo a ese país en su campaña de Gaza.
Los analistas creen que esta respuesta ha sido especialmente comedida porque ninguno de los dos países, Estados Unidos o Irán, quieren escalar el conflicto palestino israelí fuera de esas fronteras. Con todo, el riesgo es alto. «Lo que queremos es que Irán tome acciones específicas para dirigir a sus milicias a bajar las armas contra nosotros», explicó el alto cargo del Pentágono. «El mensaje para cualquier Estado o actor no estatal que busque aprovechar el conflicto (de Gaza) para ampliar o escalar la guerra es 'simplemente no lo hagas'».
Estados Unidos mantiene permanentemente estacionados en Oriente Próximo a 3.400 militares, 2.500 de ellos en Irak y los restantes en Siria, cuya misión fundamental consiste en combatir las milicias fundamentalistas y evitar el resurgimiento del terrorismo de Estado Islámico. Desde la escalada de la tensión entre Israel y Hamás a raíz de la masacre perpetrada en los kibutz el pasado día 7, el Pentágono ha puesto en alerta a 2.000 soldados más y este jueves ordenó enviar otros 900 profesionales al Comando Central Operativo que cubre esta región y parte de la franja asiática.
Sin embargo, uno de los grandes poderes estadounidenses en este conflicto reside en el mar. La Armada ha enviado dos portaaviones, el 'USS Gerald Ford', y el 'USS Eisenhower', que zarpó recientemente de su base en Norfolk (Virginia) con destino al Mediterráneo para reforzar la seguridad frente a la costa israelí. Cada uno de ellos traslada a 7.500 personas entre marineros, pilotos y miembros de la Infantería de Marina. Equipan varios escuadrones de aviones de combate -en total, cien aparatos-, así como una escolta formada por destructores, cruceros y un submarino que se ocupa de rastrear posibles amenazas bajo el mar. Dos F-16 despegaron en la noche del jueves (madrugada de ayer en España) de uno de los portaaviones para descargar su munición sobre los objetivos sirios. Un destructor, el 'USS Carey', de servicio en el mar Rojo, neutralizó por su parte una oleada de cohetes lanzada por la milicia proiraní desde una batería artillera en Yemen.
Aparte de este poderoso contingente, la Casa Blanca ha enviado a Tel Aviv a destacados asesores militares con el fin de prestar consejo al primer ministro, Benjamín Netanyahu, y su titular de Defensa, Yoav Galant, ante la disyuntiva de iniciar una ofensiva terrestre general sobre Gaza. Eso sí, todos ellos tienen limitadas sus funciones a las de consultoría y ninguno está autorizado a participar en la planificación de la guerra, ya que supondría la implicación directa de Estados Unidos en la operación.
Entre los consultores destaca James Glynn, teniente general de la Infantería de Marina, y especialista en guerra urbana que participó en la toma de Faluya en 2004, un episodio que forma parte de la guerra de Irak. Hay cierto paralelismo con la actuación en estos momentos de las Fuerzas de Defensa israelíes, con continuos bombardeos sobre Gaza en un intento de debilitar a Hamás y reducir su peligrosidad, pero que están suponiendo un alto coste de vidas civiles. Glynn es un experto en las organizaciones fundamentalistas y tiene una dilatada experiencia en combatir el terrorismo yihadista.
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