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A las agencias de Naciones Unidas se les acaban los calificativos para definir la situación humanitaria en Gaza. Desde la ONU alzan la voz cada día, pero nadie atiende. Philippe Lazzarini, responsable de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), escribió un ... artículo de opinión en 'Los Angeles Times' en el que acusó a Israel de «usar de manera sistemática la comida, el agua y el combustible como arma de guerra, al igual que la desinformación». La oficina de Derechos Humanos del organismo internacional también alertó de que «aquellos que no mueren bajo las bombas están en riesgo de morir de hambre, sed y enfermedades».
Desde el 7 de octubre el ejército israelí ha matado a más de 111 funcionarios de UNRWA y las autoridades del Estado judío han pedido la dimisión del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, a quien acusan de alinearse con Hamás por invocar el Artículo 99 del Consejo de Seguridad para pedir un alto el fuego. 85 instalaciones de UNRWA en Gaza han resultado dañadas, entre ellas numerosas escuelas reconvertidas en refugios para más de un millón de personas. La última de las arrasadas fue la de Bin Zayed, en Yabalia, de donde expulsaron a miles de desplazados. A los hombres les desnudaron y les sometieron a interrogatorios y a las mujeres y niños les ordenaron irse al sur.
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Lazzarini recordó a los israelíes que «atacar y tratar de desacreditar a organizaciones humanitarias es otra forma de hacer la guerra y comprometer la respuesta humanitaria, debilitando aún más la protección de los civiles y sus infraestructuras». Israel se defiende acusando a Hamás de usar las escuelas con civiles como posiciones desde las que atacar a sus tropas.
Las denuncias de la ONU llegaron en la jornada en la que el Ministerio de Salud dijo que la cifra de muertos supera ya los 18.000, mientras los heridos rozan los 50.000. Israel lanza cada día panfletos para ordenar a la gente que evacúe nuevas zonas y se dirija al sur, pero la salida entre los bombardeos hacia un supuesto lugar seguro es misión imposible para las familias.
Después de días de silencio reapareció Abú Obeida, el portavoz del brazo armado de Hamás al que muchos daban por muerto, para anunciar en un mensaje pregrabado que tienen «miles de milicianos a la espera para entrar en combate». El grupo islamista, considerado terrorista por Bruselas y Washington, mantiene su capacidad de lanzar cada día cohetes en dirección a Tel Aviv y sus milicianos emergen de los túneles para golpear a los soldados desplegados dentro de la Franja.
A los duros bombardeos, desde hace unos días se le suman los choques calle por calle en los feudos más importantes de Hamás como Yabalia, Shejaiya y Yan Younis. Abú Obeida envió un mensaje a Benjamín Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, para advertirles de que «no podrán traer de vuelta vivos a sus cautivos sin negociaciones. La muerte de un rehén que intentaron recuperar por la fuerza lo demuestra». El portavoz de los islamistas se refería a la operación del viernes en la que el ejército trató de rescatar a Saar Baruch, uno de los soldados cautivos, pero no logró su objetivo y el militar murió durante los combates, informó Hamás, y otros dos uniformados israelíes resultaron heridos.
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El ejército realiza detenciones masivas de hombres en edad militar para luego interrogarles y tratar de obtener información que les ayude a encontrar a los secuestrados en manos de Hamás. Netanyahu hizo alusión a las imágenes de las decenas de hombres semidesnudos apresados por el ejército y los presentó como «terroristas de Hamás que se han rendido ante nuestras fuerzas». En opinión del primer ministro, «hará falta más tiempo. La guerra está en pleno apogeo, pero éste es el principio del fin para Hamás. Les digo a los terroristas: se acabó. No mueras por Sinwar. Ríndete, ahora».
El jefe del ejército, general Herzi Halevi, se mostró optimista con la marcha de la guerra y aseguró que mientras cada día ven «más y más terroristas muertos y heridos», en los últimos días también se producen rendiciones , «una señal de la desintegración del sistema, una señal de que debemos esforzarnos más».
Desde el 7 de octubre, fecha de la masacre cometida por Hamás en los kibutz próximos a la verja de separación, Israel persigue a Yahya Sinwar, líder del brazo político de Hamás, a quien consideran el cerebro de los ataques. Sinwar es natural de Yan Younis, la ciudad del sur que se ha convertido en el gran objetivo de los militares desde el final de la tregua.
Aunque varios ministros ultranacionalistas se han mostrado radicalmente en contra de la posibilidad de permitir el regreso a Israel de trabajadores palestinos, empresarios hebreos han manifestado en los últimos días que la restricción podría tener efectos contraproducentes a medio plazo en sus negocios.
Por ejemplo, cabe recordar que las granjas israelíes se han quedado sin entre 10.000 y 20.000 operarios palestinos de Cisjordania desde el 7 de octubre, el día del estallido de las hostilidades entre Israel y Hamás. Antes de la guerra había 30.000 trabajadores extranjeros en Israel, de los cuales 10.000 han abandonado por la fuerza el país, según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.
El ministro de Finanzas israelí y destacado ultranacionalista, Bezalel Smotrich, ha restado importancia a esta crisis y afirmado que las estadísticas presentadas por los ministerios de Vivienda y Agricultura sobre la escasez de mano de obra «no mostraban una influencia económica significativa resultante de la prohibición de trabajadores palestinos». (Por R. A.)
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