Roni Kriboi, al ser entregado por militantes de Hamás a miembros del Comité Internacional de la Cruz Roja. Reuters

El joven secuestrado dos veces por los terroristas

Roni Krivoi, de 25 años, fue apresado en la 'rave' de Reim y logró huir del edificio donde lo llevaron, pero acabó de nuevo capturado

Lunes, 27 de noviembre 2023, 21:33

Roni Krivoi sabe mejor que ningún otro rehén de Hamás lo que se siente al caer en las garras de los terroristas y, después, recuperar la libertad. A sus 25 años, y con la masacre del festival Supernova grabada en la retina, ha vivido el ... inicio y el final de un secuestro, el suyo, por partida doble. Fue apresado en la 'rave' de Reim, logró escapar y esconderse durante días, pero acabó de nuevo capturado, y el pasado domingo regresó a casa dentro del penúltimo grupo de cautivos liberados por los islamistas. «Tengo pesadillas, pero todo está bien», resume el joven, criado en una familia de inmigrantes rusos en Israel.

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Su historia la cuenta Elena Magid, su tía, que encuentra a Roni sano y en buenas condiciones físicas, salvo algunos puntos en la cabeza, tras casi mes y medio bajo control de los islamistas. Otra cosa son las secuelas psicológicas. El joven vio cómo Hamás sembraba el 7 de octubre el terror en Supernova, donde él trabajaba como técnico de sonido. En mitad de la confusión, del baño de sangre, echó a correr y se ocultó dentro de una fosa. Allí mantuvo el contacto por teléfono con un amigo durante varias horas. En la última llamada alguien respondió al otro lado en árabe y se oyeron carcajadas. El móvil quedó después desconectado.

El joven ruso-israelí, según narra Magid en la radio pública Kan, fue trasladado por los islamistas a un edificio que acabó hecho añicos por los ataques aéreos del ejército israelí, lo que le permitió huir de sus captores. «Logró escapar y se escondió solo durante -cuatro- días», comparte su tía. Durante ese tiempo «intentó llegar a la frontera» pero no tenía ni idea de dónde se encontraba, ni qué camino debía tomar para salir de Gaza. «Se enredó en la zona» y dieron con él, retrata esta mujer que, como el resto de la familia de Roni, no supo durante casi una semana si el chico estaba vivo o muerto. El 12 de octubre recibieron «un aviso oficial» de las fuerzas hebreas de que lo más probable era que formara parte de la lista de rehenes.

Elma Avraham (84 años) fue capturada en su habitación segura al no poder cerrarla con llave y ahora está hospitalizada

Pero fue otro listado, con los nombres de los cautivos que iban a ser liberados el pasado domingo como parte del acuerdo para el alto el fuego, el que devolvió la esperanza a la familia de Roni. Su tía reivindica la nacionalidad israelí del chico, que posee también la ciudadanía rusa por sus abuelos maternos, que vivían en San Petersburgo. «Nos duele que se hablara de trece rehenes y uno más (su sobrino), no es apropiado», lamenta. Un detalle que, eso sí, no empaña la felicidad por la vuelta del joven a su hogar tras caer dos veces en manos de Hamás.

Una abuela «independiente»

El mismo día que Roni dejó atrás su cautiverio fue liberada Elma Avraham, una de las rehenes de más edad, 84 años. Hacía casi medio siglo que se había mudado al kibutz Nahal Oz, cerca de la Franja de Gaza, cuando los terroristas arrasaron este rincón donde muchos residentes contaban con habitaciones seguras en sus viviendas. Ella era una de esas vecinas e intentó refugiarse en su interior, pero la puerta era tan pesada que no pudo cerrarla con llave. No fue hasta varios días después cuando la familia se encontró con una foto de la mujer en un grupo de Telegram donde circulaban imágenes de los secuestrados. Era la señal de que aún estaba con vida. «Es abuela. Una bisabuela. Es una persona feliz y optimista. Vivía sola en casa, era independiente», recuerda su hija, Tal Amano. Elma es libre, pero se encuentra ingresada en estado crítico en un hospital israelí.

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Los sanitarios que examinaron a Hila Rotem Shoshani, de 13 años, liberada el sábado sin su madre, no observaron ningún problema físico derivado del cautiverio, pero la pequeña no es la misma que antes del ataque a su kibutz, Be'eri. No sólo por el corte de pelo -lo primero que comentó al reencontrarse con su tío Yair- sino por lo bajo que habla. Durante el secuestro, explica su familia, «cuenta que constantemente les decían que susurraran».

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