Los palestinos encuentran al menos 500 cadáveres entre los escombros de Gaza

Salama Marouf , el portavoz del gobierno de Gaza, aporta un dato que abruma: sobre la Franja han caído 40.000 toneladas de explosivos diseminados por la aviación y la artillería israelíes. La región, donde más de dos millones de personas se apelotonaban en una espacio que tiene apenas 360 kilómetros cuadrados, es ahora una escombrera. Algunas excavadoras de los equipos de defensa civil rebuscan entre la ruinas. Levantan un polvo que se interpone entre la ciudad y el sol.

Donde no hay máquinas se recurre a las palas, a las manos. Los gazatíes han vuelto a sus casas, a lo que queda de ellas. Han encontrado cadáveres bajo los restos del encofrado de los edificios. Los cuerpos están descompuestos. Sin casi agua potable, ni medicinas, ni comida y con el combustible racionado, no tienen medios científicos y forenses para identificar a los muertos. Se fijan en sus ropas o en algún objeto que solían llevar los que, consideran, sus mártires. Es una búsqueda vigilada. El Ejército israelí sigue presente. Ha prohibido el acceso a algunas zonas. De vez en cuanto, el silencio de la tregua es roto por una ráfaga de ametralladora. Los tanques permanecen alerta.

El alcalde de Gaza, Yahya al-Sarraj, pide socorro. Combustible para ponerlo todo en marcha. Pozos para sacar agua. Un hospital de campaña. Alimento para las 700.000 personas que no tienen casi nada en la ciudad y el norte de la Franja. Advierte en la prensa palestina del riesgo de «epidemias». Los 200 camiones con víveres que entran ahora a diario por el paso de Rafah son «una gota en el océano». Así lo define Adnan Abu Hasna, miembro de la Agencia de Naciones Unidas para la ayuda internacional en Gaza, Unrwa. «Es necesario que entren doscientos camiones cada día durante dos meses para que podamos hacer frente a las necesidades de la población», subrayó.

Mientras los habitantes de Gaza desentierran a sus muertos de los escombros para darles sepultura, se suceden en la prensa internacional los relatos de los rehenes israelíes y también de los prisioneros palestinos liberados tras el acuerdo entre Hamás e Israel. Comienzan a regresar a casas niños judíos que vieron cómo sus padres eran asesinados en la masacre del 7 de octubre.

En el otro lado del frente, algunas familias palestinas como la de Israa al-Jaabus se reencuentran. La joven permanecía presa desde 2015. Según su versión, durante un viaje entre Jericó y Jerusalén su vehículo se averió junto a un control de las fuerzas israelíes. Fue tiroteada. El coche se incendió y ella sufrió quemaduras graves. En la cárcel, dice, no recibió atención adecuada para sus heridas. «Hemos sufrido prácticas abominables en prisión», asegura.

Durante la tregua hay tiempo para el doloroso recuento de víctimas. Israel escucha el sufrimiento de sus rehenes liberados. Los palestinos rebuscan entre los escombros humeantes a sus familiares desaparecidos y, muy probablemente, muertos. Denuncian que los soldados hebreos siguen deteniendo y llevándose a algunos jóvenes. «Entran en la cárcel más de los que salen», apuntan. En paralelo, la diplomacia mundial ha conseguido prolongar dos días esta tregua y lucha para que sea definitiva.