La noche del sábado Irán lanzó trescientos drones y misiles contra Israel. Fue un ataque con previo aviso al enemigo que dejó doce heridos y daños leves en una base aérea del desierto del Neguev. Los analistas militares aplauden el éxito del sistema de defensa ... aérea israelí, que contó con un fuerte apoyo de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Jordania, cuyas fuerzas armadas enviaron cazas en persecución de los proyectiles iraníes e interceptaron el 99% de ellos.
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A primera vista la venganza anunciada por Teherán fue un fracaso, pero para Oriente Medio supone un paso más en la carrera de superación de líneas rojas que está en marcha desde el 7 de octubre. Una carrera donde el umbral del dolor y el horror parece no tener límite con cada nuevo episodio. Una carrera que ahora centra su atención en el cara a cara entre iraníes e israelíes.
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El gabinete de guerra de Israel se ha reunido en dos ocasiones en las últimas 48 horas para decidir cuándo y cómo responder, porque los miembros de este gabinete no tienen dudas de que hay que devolver el golpe al enemigo. El Canal 12 de la televisión israelí informó que se discutieron varias opciones de represalias «dolorosas» para Irán, pero que no desencadenen una guerra regional.
El presidente de EE UU, Joe Biden, ha advertido al primer ministro Benjamín Netanyahu contra un acto de represalia y anunciado que Washington no participará en respuesta alguna a la república islámica, lo que probablemente ha influido para que el Gobierno de Tel Aviv se contenga. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, dijo a su homónimo estadounidense, Lloyd Austin, que «no tenemos otra opción que responder». La duda es saber cuándo y si será una operación quirúrgica o no. Netanyahu prevé continuar este martes las reuniones y verse con el jefe de la oposición en un intento de recabar apoyos.
Por su parte, Irán ha insistido en que no busca aumentar la tensión en Oriente Próximo y ha asegurado que el ataque contra Israel fue «necesario, proporcional y dirigido a objetivos militares» para crear «capacidad de disuasión». «Irán no busca aumentar la tensión en la región», señaló el portavoz del Ministerio de Exteriores, Naser Kananí.
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Hamás y otras facciones palestinas y civiles que salieron de Gaza en medio del caos mataron y secuestraron a más de 1.200 personas, la mayoría civiles, en las comunidades próximas a la verja de separación de Gaza el pasado 7 de octubre. La defensa de Israel hizo aguas y todos se echaron las manos a la cabeza por la masacre causada por los milicianos. El bloqueo total de La Franja hasta ese momento se había normalizado e Israel se había acostumbrado también a convivir con el lanzamiento de cohetes. El grado de amenaza era tan asumible que incluso se organizaban festivales de música a las puertas de esta enorme cárcel al aire libre que es Gaza.
En lugar de apelar a los servicios de Inteligencia y recurrir a armas de precisión para localizar y asesinar a los cerebros de la matanza, Netanyahu dio luz verde a una ofensiva de enorme envergadura que ha llevado a que la Corte Internacional de Justicia investigue si está cometiendo un genocidio. Entre otras barbaridades, Israel ha endurecido el bloqueo, matado a 33.000 personas, la mayoría mujeres y niños, bombardeado hospitales y escuelas de la ONU y recurrido al hambre como arma de guerra. Todo ello como «legítima defensa». Dirigentes y mandos militares israelíes han normalizado esta estrategia.
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Hamás también asume la venganza de Israel como algo normal y, pese a los miles de muertos y el nivel de destrucción, se mantiene firme en su exigencia de alto el fuego definitivo y de no aceptar treguas humanitarias temporales. Los altos mandos permanecen en los túneles o en Qatar, mientras los civiles mueren como moscas bajo las bombas. Esta situación también la tienen normalizada los propios gazatíes, que son quienes mejor conocen cómo funciona el Estado profundo que gobierna la Franja.
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Desde el 7 de octubre Israel ha acusado a Irán asiduamente de encontrarse detrás de la preparación y financiación de Hamás, como parte del llamado 'eje de la resistencia'. Durante los últimos seis meses se han intensificado los combates entre Israel y EE UU con los miembros de este eje liderado por la república islámica, como Hezbolá, las milicias chiíes de Irak o los hutíes de Yemen.
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Además de pegarse con los aliados, Israel no rehúye el combate con Irán y el 1 de abril bombardeó su consulado en Damasco, sin aviso previo ni siquiera a su aliado estadounidense. Para qué alertarle, habría pensado un Netanyahu cercado por las críticas internas y externas y presionado por Joe Biden para permitir la entrada de más ayuda a Gaza. La política de hechos consumados le ha ayudado a superar todas las crisis a las que se ha enfrentado y la aplica a rajatabla. Ese bombardeo cruzaba una línea roja y los iraníes respondieron cruzando otra.
El juego de ataques y respuestas entre dos potencias militares en manos de figuras como Alí Jamenei y Netanyahu es un peligro global que solo se puede terminar por la vía diplomática. Ni Israel ni Irán aceptan de manera oficial tener el arma atómica, pero pocos dudan de que los israelíes la tienen y de que los iraníes posiblemente también, o estén muy cerca de conseguirla. La «legítima defensa» a la que apelan unos y otros ha bestializado la situación hasta límites desconocidos y los dos países se citan en la arena de la región ante la atenta mirada de unas naciones vecinas que contienen la respiración.
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La capacidad de disuasión es clave en esta parte del mundo donde no se perdona la debilidad. Israel intenta recuperar la suya, perdida tras el atentado de Hamás. «Estamos más locos de lo que imaginan y preparados para soportar las consecuencias de la guerra si es necesario», declaró el sábado un alto funcionario iraní al 'Financial Times' poco después del lanzamiento de 300 drones y misiles contra Israel. Unas palabras similares a las del ministro de Seguridad hebreo, Itamar Ben Gvir, quien recurrió a una frase muy popular: «Para lograr la disuasión en Oriente Medio, el patrón tiene que volverse loco». La cuestión es cuál de los dos gobiernos mostrará mayor grado de locura.
España defenderá el jueves la entrada de Palestina «como Estado soberano» en Naciones Unidas durante el debate que se celebrará en el Consejo de Seguridad de la ONU.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, será el encargado de llevar este debate a Nueva York, mientras que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, continúa la búsqueda de socios para el reconocimiento del Estado palestino. Tras lograr el apoyo de Noruega e Irlanda hace una semana, este lunes se encontró con el rechazo de Portugal. El nuevo primer ministro luso, Luís Montenegro, argumentó que por ahora no quiere ir «tan lejos».
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