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Ni el asesinato de Saleh al-Arouri, número dos de Hamás, en Beirut, ni la muerte de más de 140 milicianos parece que vayan a empujar de forma inmediata a Hezbolá a una guerra total contra Israel, pero esto es Oriente Medio y los actores ... implicados saben que la respuesta llegará. Hasán Nasrala, líder de la milicia chií libanesa, habló ante los suyos por segunda vez esta semana e insistió en que, tras lo ocurrido con Al-Arouri, «no hay duda de que responderemos, no nos mantendremos callados ante una violación de este nivel». No estableció plazo alguno para no perder el factor sorpresa, clave en cualquier operación contra un enemigo infinitamente superior desde el punto de vista militar.
El secretario general de Hezbolá quiere ser quien marque los tiempos y dibujó un escenario que ve como «una oportunidad histórica para liberar cada centímetro de nuestra tierra libanesa e impedir que el enemigo viole nuestras fronteras y nuestro espacio aéreo». La duda es saber si piensa en una gran guerra o en una negociación que sirva para implicar a todos los libaneses en el proceso y no sólo a sus fieles.
El analista Firas Maksad, responsable del centro de estudios estratégicos Middle East Institute, interpretó el mensaje como una especie de guiño a los esfuerzos diplomáticos de EE UU para lograr una paz duradera. «Para que avance la iniciativa diplomática de Hochstein (enviado especial de Joe Biden a la región) debería implicar una fórmula que permita a Hezbolá retirarse de la frontera, según las demandas israelíes, y al mismo tiempo salvar las apariencias asegurando la retirada del enemigo de los puntos fronterizos en disputa, incluyendo las Granjas de Shebaa».
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Es una incógnita saber si algo así puede prosperar en medio de la actual escalada bélica, pero en la prensa israelí también interpretaron que su enemigo «sugirió que los esfuerzos diplomáticos para reducir la tensión pueden llevar a que Líbano gane territorio», según 'The Times of Israel'. La última palabra en lo que respecta a Hezbolá la tendrá Irán.
Desde el ataque sorpresa de Hamás contra Israel del 7 de octubre, el frente norte registra actividad cada día con asaltos de uno y otro lado, pero sin alejarse demasiado de la zona fronteriza. Nasrala explicó desde el primer momento que su objetivo ha sido obligar al ejército a dividir sus esfuerzos para aligerar la presión sobre Gaza y con sus más de 600 operaciones ha obligado al Estado judío a evacuar a más de 80.000 personas del área, una medida sin precedentes en la historia israelí. Ahora que las tropas reducen el ritmo de actividad en la Franja pueden dedicar mayor atención a la amenaza libanesa.
El líder religioso, político y militar de Hezbolá habló con motivo del cuarto aniversario del asesinato del general iraní Qassem Soleimani en un ataque de EE UU en Bagdad. Una conmemoración que se ha teñido de sangre en su propio mausoleo en Kerman, en el sur de Irán, tras el doble atentado suicida del miércoles reivindicado por el Estado Islámico.
La república islámica vivió un viernes de oración y de funeral colectivo para despedir a los 89 fallecidos en el ataque más sangriento en la historia del régimen. El presidente, Ibrahim Raisi, tuvo que elevar la voz para que sus palabras se escucharan entre una multitud que pedía «venganza» y «¡muerte a Estados Unidos, muerte a Israel!» El clérigo ultraconservador proclamó que «nuestros enemigos pueden ver el poder de Irán y el mundo entero conoce su fuerza ycapacidades. Nuestras fuerzas decidirán el lugar y el momento de actuar».
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El primer golpe del Estado Islámico en este país fue en 2017 y entonces la respuesta fue inmediata con misiles contra posiciones de los yihadistas dentro de su califato. Seis años después este movimiento no controla territorio alguno y se ha convertido en un grupo clandestino que vive en la sombra y aparece de forma intermitente, por lo que la venganza será más complicada. El comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria, Hossein Salami, avisó: «Os encontraremos, estéis donde estéis».
El atentado en Irán subió aún más la presión en torno al régimen de Teherán, a quien Israel y EE UU han golpeado en la última semana en Siria, Líbano e Irak con ataques directos contra grupos vinculados a la Guardia Revolucionaria. Cuando la guerra en Gaza entra en su tercer mes, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, comienza una nueva gira regional cuya primera parada es Turquía, donde le esperan el presidente y buen amigo de Hamás, Recep Tayyip Erdogan, y el ministro de Exteriores, Hakan Fidan. Los islamistas cuentan con una delegación en Estambul, aunque desde el 7 de octubre los turcos mantienen un perfil bajo y el peso de la mediación recae en Catar, otro de los aliados del brazo palestino de los Hermanos Musulmanes.
Además de Turquía, Blinken viajará a Jordania, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Egipto y, por supuesto, Israel, en la que será su cuarta visita desde el inicio de la guerra. En las anteriores ha mostrado el apoyo firme y sin fisuras de EE UU a los israelíes. El día después de la guerra es uno de los temas que abordará Blinken, cuyo esfuerzo por recuperar la solución de los dos Estados e implicar a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en el futuro de Gaza no son vistos con buenos ojos en Tel Aviv.
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