¿Una salvajada o un plan premeditado?
Juanjo Sánchez Arreseigor
Historiador, expertoen el Mundo Árabe contemporáneo
Viernes, 5 de enero 2024, 21:43
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Juanjo Sánchez Arreseigor
Historiador, expertoen el Mundo Árabe contemporáneo
Viernes, 5 de enero 2024, 21:43
El Estado Islámico ha reivindicado la masacre sufrida por los iraníes, con dos bombas que han matado a más de ochenta personas. Sin embargo, estos criminales no son el mismo grupo que conquistó Mosul en julio de 2014 y llegó a dominar amplias zonas de ... Irak y Siria. Los autores del atentado están claramente inspirados por el grupo original, pero son básicamente un grupo local iraní.
La religión oficial en Irán es el islam chiita, y el sistema de gobierno es una hierocracia dominada por los ayatolas. Obviamente, los musulmanes sunitas, ampliamente mayoritarios en el mundo islámico, pero que aquí no llegan ni al 10%, se sienten duramente discriminados en cuanto acceso a cargos públicos, inversiones en sus comunidades, etcétera.
Para empeorar la situación, los sunitas suelen ser minorías étnicas como los kurdos, los baluchis o los árabes. Estos últimos, poco más del 1% de los 82 millones de iraníes, son la cantera de reclutamiento para el Estado Islámico, que bajo sus pujos de panislamismo militante, nunca fue otra cosa que una milicia casi tribal de los árabes sunitas sirios e iraquíes.
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La tradicional hiperbrutalidad del Estado Islámico contra los chiitas es un callejón sin salida porque la experiencia nos demuestra que cuando un grupo terrorista sostenido por una minoría lleva la violencia demasiado lejos, el resto de la población, lejos de rendirse aullando de miedo, llega a los mayores extremos para erradicar a los terroristas, sin reparar en métodos ni en medios.
La estrategia más eficaz consistiría en que las minorías descontentas buscasen alianzas con los elementos laicos de la etnia farsi o persa, que es la mayoritaria, ofreciéndoles apoyo para derribar a la oligarquía sacerdotal a cambio de plenitud de derechos efectivos. Pero baluchis y kurdos se ven lastrados por un enfoque localista y separatista, mientras que entre los elementos más radicales de la minoría árabe existe un elemento mucho más venenoso, no solo de odio cainita hacia el chiismo, sino un cierto complejo de superioridad, de pensar que los árabes sunitas deben ser lógicamente los amos del país, al margen de su porcentaje en la población total.
Sin embargo, los árabes iraníes son una minoría tan pequeña que parece imposible que puedan liberarse… excepto en el caso de que pudieran manipular la crisis de Gaza para que viniesen forasteros poderosos a hacer todo el trabajo duro.
Si existe un plan tras la muerte indiscriminada de civiles que acudían a un acto público, éste consistiría en incitar una escalada mediante brutales atentados, calculando que los ayatolas van a ver la mano oculta de Israel y Estados Unidos en cada matanza, y que eso les empujaría a una política exterior mucho más agresiva, provocando así las represalias norteamericanas, hasta un guerra general. Aunque los árabes iraníes sean demasiados pocos como para tomar el poder, su situación mejoraría bastante si los ayatolas son derribados y reemplazados por un gobierno laico.
Pero al final estos cálculos, si existen, serán vanos. Ni los ayatolas, ni Netanyahu ni los Estados Unidos quieren una guerra abierta; al menos por ahora. Se hostigarán de forma indirecta, procurando esquivar una escalada, y eso será todo.
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