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Hay 25 detenidos tumbados boca abajo en el suelo y en filas. Un grupo de soldados enmascarados con un perro selecciona a un hombre. Se lo llevan a una esquina del patio y, mientras una parte de los militares trata de tapar la escena con ... escudos, el resto abusa sexualmente del preso. La víctima de esta violación grupal tuvo que ser hospitalizada por las lesiones que le provocaron, según un informe médico.
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El vídeo captado por las cámaras de seguridad mostrado por el Canal 12 de la televisión de Israel dura apenas medio minuto y ha servido para que todo el país tuviera ante sus ojos lo que Naciones Unidas o las organizaciones de derechos humanos denuncian desde hace años sobre el uso sistemático de la tortura contra los presos palestinos. La grabación demuestra que desde el 7 de octubre se han sobrepasado todas las líneas rojas en unos centros de detención convertidos en «centros de tortura», según la veterana ONG hebrea B'tselem, que acaba de publicar un informe titulado 'Bienvenido al infierno' con 55 testimonios de reos maltratados y que eleva a sesenta el número de muertos a manos de los carceleros.
Antes del 7 de octubre, 5.200 palestinos estaban recluidos en cárceles israelíes, incluidos 1.200 en detención administrativa, que permite el arresto indefinido, sin cargos ni juicio. Desde el ataque de Hamás el número de prisioneros se ha disparado hasta casi 10.000 y la mitad está bajo esa extraordinaria situación, sin un proceso judicial a la vista. Israel no permite el acceso de abogados, familiares, ni miembros de la Cruz Roja «en una red de campos de tortura en la que los presos están sometidos a todo tipo de abusos, por lo que hacemos un llamamiento a todas las naciones para que hagan lo que está a su alcance para poner fin a esta crueldad del sistema penitenciario israelí», pide Shai Parnes, responsable de comunicación de B'tselem, en declaraciones a este medio.
«Los abusos descritos en los testimonios de decenas de personas recluidas en diferentes instalaciones son tan sistemáticos que no hay lugar para dudar de una política organizada y declarada de las autoridades penitenciarias israelíes. Esta política se implementa bajo la dirección del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, cuya oficina supervisa el Servicio Penitenciario de Israel, con el pleno apoyo del Gobierno», concluye el demoledor informe de esta organización de derechos humanos.
La violación grupal se produjo el mes pasado en el centro de Sde Teiman, en pleno desierto del Negev y a unos treinta kilómetros de Gaza, y se ha filtrado esta semana a la prensa. Los medios críticos con el Gobierno la presentan como «la punta del iceberg». El médico que trató al palestino en el hospital dijo al diario hebreo 'Haaretz' que las heridas eran tan horribles que inicialmente no creyó que un israelí «pudiera hacer algo así» y que por eso se sintió obligado a hablar. El ejército conocía los hechos y a finales de julio las autoridades detuvieron a nueve soldados por su presunto papel en esta agresión.
Las detenciones provocaron protestas y asaltos a dos bases por parte de parlamentarios y miembros de la extrema derecha que pidieron la liberación de los soldados a quienes califican de «héroes». La diputada Tally Gotliv, del Likud, lideró la movilización y pidió «total inmunidad» para los militares a pesar de sus acciones. En los medios de comunicación se abrió el debate entre voces que condenaron los hechos y otras, como la del periodista del diario' Israel Hayom' Yehuda Schlesinger, que pidieron «institucionalizar» la violación de presos palestinos porque «se lo merecen y es una venganza muy digna».
El analista experto en Oriente Medio Ori Goldberg piensa que «ya se han cruzado todas las líneas y nada causa gran sorpresa. En este caso el debate va más allá de la violación de un preso, es sobre si se puede investigar o no a los soldados por los actos que cometen en tiempos de guerra. Los militares se sienten totalmente impunes y pueden hacer lo que quieran como demuestran cada día en Gaza».
Goldberg lamenta que en una sociedad tan polarizada como la israelí «a la gente que apoya la investigación y el juicio contra estos soldados no le importan nada los palestinos, en el fondo están haciendo de esto una parte más de su pulso con Benjamín Netanyahu. Lamentablemente, nada cambiará».
El analista israelí Shaiel Ben-Ephraim prefiere ver la botella medio llena y considera que «el vídeo se filtró porque alguien del Departamento Legal del ejército no pudo permanecer en silencio (…) Eso significa que muchos militares mantienen su conciencia y sentido de decencia». Entre los sectores más conservadores se ha lanzado la búsqueda de los responsables de la filtración porque piensan que daña a las fuerzas armadas y les acusan de traición.
En Addameer, asociación palestina de apoyo a los presos palestinos con base en Ramala, no están sorprendidos por el vídeo y por el informe de B'tselem porque «Israel recurre a la tortura de forma sistemática desde hace décadas», lo que sucede es que a partir del 7 de octubre «se ha intensificado hasta alcanzar las formas más duras y brutales. Este aumento de la tortura, especialmente contra los detenidos de Gaza que fueron arrestados en escuelas, refugios y hospitales se debe a la larga impunidad de Israel».
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