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Quienes se han sentado con Tamim bin Hamad Al Thani a negociar cuentan que se trata de un interlocutor duro de roer. Implacable, obsesionado con tener siempre la última palabra, no suele delegar los asuntos importantes en otros. El emir de Catar, y multimillonario dueño ... del Paris Saint Germain, fue el encargado de convencer a Kylian Mbappé para que se quedara en el PSG en cuanto vio que el delantero se pensaba lo más mínimo la enésima oferta del Real Madrid. También se hizo con el último Mundial de fútbol, pese al reguero de críticas por el trato que su país da a las mujeres o al colectivo LGTBI+. Ahora, lejos del deporte, una de sus pasiones, intenta apuntarse otro tanto como intermediario o, más bien, como mediador. El campo, en esta ocasión, es mucho más delicado. El monarca catarí es uno de los actores clave, junto a Turquía y Egipto, en las conversaciones para la liberación de las decenas de rehenes -más de 200, según las últimas cifras oficiales- bajo control de Hamás. Cuatro han vuelto a casa desde el viernes.
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Julia Fernández
Gerardo Elorriaga
Casi un día entero en coche separa Tel Aviv de Doha, la capital catarí salpicada de rascacielos de diseño y marcas de lujo donde reside la cúpula de la organización terrorista -la mayoría de sus milicianos se esconde en una laberíntica red de túneles bajo Gaza- que a principios de mes atacó por sorpresa Israel. Con los líderes políticos de Hamás en su terreno, Bin Hamad sabe que el país no puede permanecer ajeno a un conflicto que ha causado miles de muertos a un lado y otro de la Franja. Es la oportunidad de reivindicar el papel internacional de Catar que comenzó a cultivar su padre, Hamad bin Jalifa al Thani, convencido de que el pequeño emirato (no llega a los tres millones de habitantes) tenía mucho que decir en la política y la economía mundiales.
Su hijo heredó el trono en 2013 -el pasado agosto celebró una década al frente de esta 'petromonarquía'- y también sus ganas de pintar en el exterior. Bin Hamad (43 años) se ha paseado desde entonces por la Casa Blanca, ha visitado El Elíseo o ha cenado en el Palacio Real, donde esa noche no se sirvió ni carne, ni gota de alcohol. Fue en 2022 cuando realizó su primer viaje oficial a España -de recuerdo le dejó a la Reina Letizia un regalo en forma de pendientes, collar, anillo y pulsera cargados de brillantes- aunque ya se había dejado ver algún verano antes por la costa de Mallorca a bordo de su lujoso yate, 'Al Mirqab'. No es raro que el emir se mueva por Europa fuera de su agenda pública pues fue aquí, en Reino Unido, donde se formó y tejió hilos con otros ricos 'millennials'.
A su regreso a Catar, con un grado en Derecho bajo el brazo, le hicieron hueco en las Fuerzas Armadas y el Gobierno antes de que su padre abdicara, un gesto muy poco habitual entre los emiratos del Golfo, donde los gobernantes acostumbran a perpetuarse en el poder. «Siempre han trabajado juntos, no habrá grandes cambios», dijeron entonces los expertos sobre el rol que tomaría el futuro soberano, el octavo de una dinastía (la familia Al Thani) que luce la corona desde hace casi siglo y medio. Bin Hamad, casado tres veces y con una extensa prole, no ha defraudado en ese sentido y, como su progenitor, ha insistido en colocar a su país como un actor esencial en un mapa donde trata de diferenciarse de sus vecinos, como Arabia Saudí, con una imagen más aperturista. Disponer de una de las mayores reservas mundiales de gas natural bajo sus pies ayuda en ese empeño.
Pero Bin Hamad, un apasionado del deporte que forma parte del Comité Olímpico Internacional (COI) y que puede presumir de haber fichado a Messi o Neymar, no sólo parece saber moverse en política, sino que también le salen los números como empresario. El emir es dueño de la cadena Al Jazeera, de los icónicos grandes almacenes Harrods, que compró al casi suegro de la fallecida Lady Di, o del PSG, donde aseguran que no se toma ninguna decisión si él no da su visto bueno. Con estas cuentas millonarias no extraña que uno de sus caprichos sea comprar una isla a cada uno de sus hijos en el Mediterráneo. Y tiene trece herederos.
El poderoso emir, que según la BBC acumula más propiedades en Londres que el mismísimo Carlos III, lleva tres semanas en una vorágine de reuniones y contactos al más alto nivel. En este tiempo ha apretado las manos de los líderes alemán, Olaf Scholz, y británico, Rishi Sunak, o el jefe de la diplomacia de EE UU, Antony Blinken, en sus respectivas visitas a Oriente Próximo desde el sangriento ataque de Hamás. Catar se ha convertido en parada obligatoria. Hasta el secretario de Naciones Unidas, António Guterres, agradeció el sábado su papel como mediador para la liberación de rehenes. Cuatro han vuelto a pisar la calle. Más de 200 siguen en las manos de los terroristas. Bin Hamad no ha dicho aún la última palabra.
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