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El futuro de Turquía y sus relaciones con la Unión Europea (UE) se deciden este domingo en las elecciones presidenciales del país otomano. Bruselas se mantiene expectante ante la cita electoral, que supone el mayor desafío para su actual dirigente, Recep Tayyip Erdogan, en más ... de veinte años de mandato. El país se sitúa en un enclave estratégico, entre Asia y Europa, dándole la capacidad de controlar los flujos migratorios, y sus lazos con Rusia han resultado fundamentales para desbloquear acuerdos internacionales como el de las exportaciones de grano procedente de Ucrania.
La UE espera estas elecciones entre la incertidumbre y la esperanza. Una victoria de Erdogan -lo más probable, según las encuestas- supondría tener que seguir lidiando con un socio incómodo, más aún en los últimos años, cuando los Veintisiete han acusado a Ankara del deterioro del Estado de Derecho y de la democracia. El proceso de adhesión del país a la Unión Europea permanece en punto muerto desde 2018 y la cercanía del Gobierno turco con el presidente ruso, Vladímir Putin, con quien Erdogan mantiene una relación de amistad, también ha añadido tensión.
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Mikel Ayestaran
Ante este panorama, el otro candidato, Kemal Kilicdaroglu, encarna la posibilidad de un cambio que esperanza e inquieta a Bruselas a partes iguales. El líder de la oposición, que ha endurecido su discurso ultranacionalista y xenófobo de cara a la segunda vuelta se ha comprometido a tratar de restablecer la confianza con la UE y Occidente. Esta nueva etapa no supondría un giro radical en un país que teme las interferencias de poderes extranjeros, pero sí abriría la puerta a relajar ciertas tensiones. Su llegada a la presidencia también podría despejar el camino para la entrada de Suecia en la OTAN, bloqueada por Erdogan desde hace un año.
Con Kilicdaroglu, el país podría retomar las conversaciones con Bruselas para su futura adhesión a la UE. El proceso, que dura ya 36 años, lleva paralizado desde 2018, cuando los líderes europeos constataron «un retroceso en el Estado de Derecho y en los derechos fundamentales». En 2021, el Parlamento Europeo firmó una resolución en la que aseguraba que las relaciones con Ankara habían llegado «a su punto más bajo» y criticaba la falta de independencia del poder judicial y la «hipercentralización» del poder en el presidente turco.
Además de sus amenazas en materia de política territorial en torno a la isla de Chipre, históricamente, Erdogan ha usado los flujos migratorios para presionar a la Unión Europea. En 2016, las dos partes firmaron un acuerdo por el que Turquía actuaría como guardián de la frontera exterior del bloque. Así, la UE otorgaba dinero a Ankara para «mejorar las condiciones de vida de los refugiados» en suelo turco a través de un mecanismo dotado con unos 6.000 millones de euros. Desde la adopción de este pacto, sin embargo, las dos partes se han acusado mutuamente de no cumplir con lo acordado. Con las llegadas ilegales a territorio europeo en los mismos niveles que durante la crisis migratoria de 2015, según los números de la agencia Frontex, Bruselas espera que una victoria de Kilicdaroglu pueda servir para tender puentes y abrir un diálogo al respecto.
En el panorama internacional, Bruselas espera que Turquía mantenga una postura ambigua y de cierta afinidad con Moscú. Con todo, un nuevo interlocutor más cercano a Occidente serviría como posible mediador con Rusia en el contexto de la guerra de Ucrania y de cara a preparar un futuro proceso de paz.
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