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El primer ministro británico, Rishi Sunak, ha convocado nuevas elecciones generales para el día 4 de julio, poniendo fin a la especulación frecuente sobre una votación en verano o en el otoño. Tras informar de sus intenciones al rey Carlos III y a su Gabinete, ... pronunció su primer discurso de una campaña que comenzará oficialmente cuando se disuelva el Parlamento.
Todos los comentaristas indican el riesgo de la apuesta de Sunak, porque su partido tiene una desventaja de veinte puntos porcentuales con respecto a los laboristas, en la intención de voto de los consultados en las encuestas de los últimos meses. Los sondeos registran también un nivel alto de indecisos, a quienes los estrategas conservadores querrán cautivar.
Las circunstancias de un líder conservador que no es querido dentro de su partido y tiene una oposición optimista cristalizaron en una heroica explicación de sus intenciones por Sunak, cuando caía lluvia densa sobre el atril desde el que hablaba, en el exterior del 10 de Downing Street, y su voz era apagada por una banda musical laborista con megafonía estridente.
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La especulación sobre una convocatoria de elecciones se extendió desde el mediodía y con ella el recuerdo de Brenda, una mujer de Bristol que, preguntada en mayo de 2017 por la BBC, en la puerta de su casa, qué le parecía la convocatoria de nuevas elecciones por Theresa May, respondió: «Estás de broma, ¡Otra! No puedo aguantar esto. Hay demasiada política en este momento. ¿Por qué necesita convocarlas?».
Si May hubiese escuchado a Brenda, no habría perturbado aún más las consecuencias del voto favorable al Brexit por la mayoría de los británicos, en junio de 2016. La líder terca de los 'tories' perseveró, y perdió la mayoría holgada que tenía en el Parlamento con una campaña desquiciada. La gobernación del Reino Unido se convirtió en un circo de varias pistas.
Sunak señaló en su alocución que los últimos cinco años, con pandemia, invasión de Ucrania, turbulencias económicas y energéticas, guerra en Oriente Próximo,... han sido, según él, los más complejos de los últimos treinta años. No se dignó a mencionar que su partido ha tenido seis líderes desde 2016 y ha tenido tres primeros ministros desde el inicio de la pandemia.
Las elecciones se decidirán por los que hoy se declaran indecisos en las encuestas. Conservadores y laboristas con memoria recuerdan que, en 1992, John Major, sustituto de Margaret Thatcher, batió al favorito, Neil Kinnock. En 1997, la abstención del voto conservador dio una aplastante victoria a Tony Blair. Encuestadores expertos creen que los datos actuales se asemejan a las tendencias de 1997.
Sunak, a quien se le reprocha actuar como un funcionario más que como político, aprovecha la noticia de una inflación del 2,3% en abril para lanzar la campaña alardeando de la competencia de su gobernación. La pasada semana ya esbozó su discurso electoral. En los próximos cinco años, dijo este líder tan propenso a medir la historia en quinquenios, el mundo cambiará más que en la pasada treintena, y él es más capaz que Starmer para afrontar ese reto. En dos días quiere procesar los proyectos de ley pendientes.
El líder laborista, Keir Starmer, reaccionó al anuncio de las elecciones subrayando de nuevo que estos comicios son «la oportunidad del cambio». Como es costumbre en sus discursos, señala su mérito en reformar el Partido Laborista aplastantemente derrotado en 2019. Ha purgado a los seguidores del radical Jeremy Corbyn y dirige ahora la formación rodeado de políticos y asesores más centristas. El abogado Starmer dijo tras la convocatoria que, con humildad, quiere ahora reformar también el país en beneficio de la gente trabajadora.
Las elecciones subrayarán quizás un cambio que ya se refleja en la evolución de la política británica tras el Brexit. Las elecciones de 2017 de May y las de 2019, con Johnson de líder, se definieron como una batalla entre los partidarios de la marcha de la Unión Europea y los favorables a la permanencia.
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Iñigo Gurruchaga
En el caso de May, la reducción de su mayoría se debió al desplazamiento del voto conservador favorable a la UE a candidatos liberal-demócratas e incluso laboristas (porque sabían que Corbyn no iba a gobernar). Johnson aplastó a Corbyn por su penetración en áreas económicamente decadentes de Inglaterra y Gales, prometiendo en su programa acabar con la batalla y consumar el Brexit. La división es más acentuada ahora sobre los partidos.
Estas elecciones pueden tener consecuencias significativas en Escocia, donde el independentismo debilitado tiene un nuevo líder y unas encuestas que pronostican una victoria electoral laborista que no se daba en la nación del norte desde 2007. En Irlanda del Norte, la política de Sunak contra la inmigración está creando un embrollo legal y político con consecuencias imprevisibles.
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