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Serio, sobrado de seguridad, sin la menor referencia a los ataques con drones perpetrados de madrugada contra Moscú y Crimea, el presidente Vladímir Putin lanzó este domingo otro desafío global a Occidente al anunciar su propósito de fortalecer la Armada rusa con treinta nuevos buques ... este mismo año. El proyecto mira más allá de la invasión de Ucrania y forma parte de un programa general para modernizar en profundidad la Marina de guerra. El Kremlin pretende distribuirlos no sólo en las bases que custodian su litoral y patrullan por las aguas ucranianas, sino también en las que extienden su influencia por el Mediterráneo y la región indo-pacífica, donde precisamente EE UU intenta amarrar el control.
Putin realizó este anuncio en San Petersburgo, durante la celebración del día dedicado a la Marina nacional, una efeméride importante en el calendario ruso que el Kremlin aprovechó para hacer alarde de poderío naval, así como de una industria militar ligada a la denominada economía de guerra que es aparentemente capaz de construir nuevos buques pese a las sanciones internacionales. El desfile de barcos y submarinos contó con 45 embarcaciones y 3.000 marineros. En esta ocasión no estuvo acompañado por los vuelos de la Fuerza Aérea. Como explicó un alto mando del ejército a los medios locales, los aviones de combate «están ocupados» en Ucrania.
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Pero el Estado Mayor sí quiso que entre los navíos figurasen algunos de los más novedosos y temibles, un indicativo de que el Kremlin buscaba enviar un mensaje a los aliados occidentales sobre la presunta permanente capacidad de renovación de su Armada. La parada sirvió para mostrar una vez más los temibles submarinos nucleares Bélgorod y Severodvinsk, así como para estrenar otras unidades ante miles de espectadores. Entre ellas figuraba una versión mejorada de la fragata de clase Neustrashimy, que colaboró con notable efectividad en la lucha contra los piratas somalíes dentro de la coalición internacional de 2008. Es una tintorera con la que Moscú quiere reforzar la flota del Báltico. La patrullera está preparada para la guerra nuclear y biológica, y entre su arsenal equipa los misiles hipersónicos Kinzhal, tristemente popularizados por su letalidad en Ucrania.
El proyecto para acrecentar el dominio militar en los mares no es nuevo, pero sí se ha alimentado con la invasión. El Estado Mayor ha podido comprobar en el último año y medio de manera material cómo una flota sólida es capaz de influir en el curso del enfrentamiento, tanto a nivel de control del tráfico marítimo civil -y por tanto comercial- como de estrategia ofensiva. No en vano, miles de cohetes Kalibr arrojados sobre territorio ucraniano, y que en las últimas dos semanas han castigado la franja de Odessa, proceden de los navíos estacionados en el mar Negro, que las tropas defensoras tratan de mantener a raya mediante minas y drones navales. Tampoco se escapa a cualquier análisis que existe una urgencia rusa en reactivar los astilleros militares: Kiev ha hecho una intensa labor de desgaste sobre la Armada invasora, que comenzó en abril del año pasado cuando inutilizó el crucero de cabecera 'Moskva'.
Ahora, la siguiente amenaza rusa que se cierne sobre el frente marítimo de la guerra se llama 'Velikiye Luki'. El Estado Mayor lo incluyó este domingo en el desfile. Se trata de un submarino diésel-eléctrico de la clase Lada botado el pasado diciembre en los Astilleros del Almirantazgo, con el que el Kremlin ampliará la dotación de sumergibles convencionales destinados en el mar Negro y el Pacífico. Su competencia en materia de combate y de rastreo en costas y estrechos resulta muy superior a las tres anteriores generaciones de submarinos no nucleares diseñados por Rusia.
A Putin le acompañaron este domingo su ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, así como los jefes de Estado Ibrahim Traoré (Burkina Faso), Assimi Goïta (Mali), Denis Sassou-Nguesso (Congo) e Isaias Afwerki (Eritrea), que entre el jueves y el viernes participaron en la cumbre ruso-africana de San Petersburgo. El líder del Kremlin evitó durante su discurso cualquier referencia directa a la invasión y se limitó a rendir homenaje a «las valientes tripulaciones de las naves y submarinos rusos» que se encuentran en activo. Es decir, combatiendo en la exrepública. También ofreció un encendido elogio al «valor» en general de todos los marineros de la Armada y a la capacidad del país para «reforzar constantemente el poder de su Marina». El programa de rearme anunciado afectará a las cuatro flotas desplegadas en el área del Pacífico y los mares del Norte, Báltico y Negro, así como a la flotilla del Caspio, donde en realidad opera un grupo de patrulleras y dragaminas.
El primer desfile naval de San Petersburgo lo organizó Pedro I en 1714 como una forma de celebrar la victoria en la batalla de Gangut frente a los suecos. El mantenimiento de esta efeméride ofrece una idea del valor que Rusia concede a su Marina, especialmente desde que el desmantelamiento de la URSS la dejara en el nivel más bajo de su historia. Hermana menor del ejército de tierra y de la fuerza áerea en aquellos momentos, cientos de buques quedaron abandonados por falta de presupuesto y amarrados en sus muelles hasta oxidarse e irse a pique.
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