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«Casi cada minuto suena una explosión y reverberan las ventanas. Hacía tiempo que no escuchaba tantos misiles». Así relataba a este diario una joven ... ucraniana el ataque que Rusia lanzó contra Kiev la madrugada de este jueves. «Se han producido explosiones en cuatro barrios, incluido el mío. Un edificio ha quedado completamente destruido», comentaba tumbada en el suelo para evitar que le pudieran caer cristales rotos o cascotes, porque el refugio queda lejos y la población ya se ha acostumbrado al estruendo de proyectiles y drones.
No obstante, el de este jueves fue uno de los mayores ataques contra la capital ucraniana desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, puso en marcha su 'operación militar especial': 70 misiles de diferente tipo -incluidos balísticos- y 145 drones abrumaron a los sistemas antiaéreos de la ciudad y provocaron al menos 12 muertos y 90 heridos, entre ellos al menos seis niños. Según informó el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, 31 estaban hospitalizados, algunos en estado muy grave, y los equipos de rescate buscaron víctimas entre las ruinas de varios edificios durante todo el día.
Vídeos y fotografías publicados en redes sociales recogieron el impacto de diferentes misiles en barrios residenciales, el trabajo contrarreloj de los rescatistas a los pies de montañas de escombros en plena noche y los rostros de dolor y de miedo de una población que volvió a refugiarse en los túneles del metro.
La ferocidad del bombardeo provocó el regreso anticipado a Ucrania de su presidente, Volodímir Zelenski, que se encontraba de viaje oficial en Sudáfrica y que calificó la agresión como «una de las más difíciles y desmesuradas». Incluso el inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, se mostró públicamente airado. «No estoy contento con los ataques rusos a Kiev. Innecesarios y en mal momento. Vladímir, ¡basta! Mueren 5.000 soldados a la semana. ¡Consigamos el acuerdo de paz!», escribió en su cuenta de la red social Truth, reflejando su creciente frustración con una guerra que había prometido solucionar en 24 horas. Antes de encontrarse con el primer ministro noruego, Jonas Gahr Støre, añadió que tiene su propia «fecha límite» para lograr la paz y que sigue confiando en que el jefe del Kremlin le escuche.
El mensaje del mandatario estadounidense supone un cambio de actitud sustancial. Porque, hasta ahora, Trump había puesto el grueso de su presión sobre Zelenski, no sobre Putin. De hecho, después de criticarle hace unas semanas en el Despacho Oval por «jugar con la Tercera Guerra Mundial», el pasado miércoles le conminó a aceptar las condiciones que ha planteado Moscú para poner fin al conflicto. Eso supondría renunciar a territorios como la península de Crimea, que Rusia se anexionó en 2014. «La situación en Ucrania es desesperada: puede lograr la paz o puede luchar durante otros tres años antes de perder todo el país», afirmó el líder republicano hace un par de días.
Zelenski se defiende y rechaza que sea un impedimento para la paz. «Han pasado ya 44 días desde que Ucrania aceptó el alto el fuego total que proponía Estados Unidos. 44 días en los que Rusia ha continuado matando a nuestra gente. Son los ucranianos los que están perdiendo la paciencia, porque somos nosotros los que estamos siendo atacados, nadie más», espetó en sus redes sociales. A preguntas de los periodistas, el presidente de la exrepública soviética afirmó que el mero hecho de aceptar una negociación con Moscú «ya es una concesión enorme», pero subrayó que «el alto el fuego debe ser el primer paso» de ese camino.
La postura de Kiev cuenta con un apoyo casi unánime en Europa. «Defendemos la soberanía y la integridad territorial de conformidad con el Derecho Internacional», sentenció este jueves el presidente francés, Emmanuel Macron. «Nuestra posición es clara y no cambiará. Seguiremos apoyando el derecho del pueblo ucraniano a vivir en paz en su territorio y dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas», añadió, recalcando que, si bien aplaude los esfuerzos diplomáticos de Estados Unidos, el enfado se debería dirigir hacia Putin y no hacia Zelenski. Por su parte, el primer ministro británico, Keir Starmer, aseveró que las sanciones a los productos energéticos rusos deben mantenerse hasta que el Kremlin declare un alto el fuego.
A las palabras de Macron y Starmer se sumó el ministro de Asuntos Exteriores de Lituania, Kestutis Budrys, quien advirtió de que aceptar la soberanía rusa de Crimea supondría «abrir una puerta al infierno, del que surgirán demonios que no podrán detener», porque justificaría la toma de territorio por la fuerza. Y esa es, precisamente, una de las principales preocupaciones de los países bálticos, a los que Rusia podría aislar en un ataque para el que la OTAN lleva mucho tiempo preparándose.
En esta coyuntura, los líderes norteamericanos parecen dispuestos a buscar términos más favorables para Ucrania en un acuerdo con Rusia que cada vez se asoma más lejano.
El secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, le dijo el miércoles al primer ministro ucraniano, Denis Shmigal, durante una reunión en Washington que ambos países deberían firmar el acuerdo para la extracción de recursos minerales «lo antes posible».
Precisamente, Shmigal se encontraba de visita en Estados Unidos con el fin de firmar, antes de mañana, un acuerdo que otorgaría a la superpotencia americana el pago de cánones sobre las ganancias de la minería ucraniana de recursos y minerales raros. Es una de las exigencias del inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, que considera este trato una justa compensación por la ayuda económica y militar que el Gobierno de Joe Biden proporcionó a Kiev desde el inicio de la invasión a gran escala en 2022.
El acuerdo debería haberse firmado en febrero pero, debido a la accidentada visita del líder ucraniano, Volodímir Zelenski, a la Casa Blanca, de la que salió humillado por Trump y su vicepresidente, J. D. Vance, la rúbrica se pospuso 'sine die'.
Según un breve comunicado del Tesoro, Bessent le trasladó a Shmigal el miércoles que es «necesario concluir las conversaciones técnicas y firmar la asociación económica entre Estados Unidos y Ucrania lo antes posible», y afirmó que las conversaciones entre ambas partes están siendo «altamente productivas».
Diferentes medios estadounidenses consideran posible que, finalmente, la firma se lleve a cabo mañana, aunque en Ucrania son cada vez más las voces que se oponen a ello. En primer lugar, porque Estados Unidos se niega a proporcionar garantías de seguridad a cambio de estos recursos naturales que son clave en el mundo de la digitalización y la Inteligencia Artificial, a lo que Trump responde que la mera presencia de empresas norteamericanas en la exrepública será disuasión suficiente para Rusia.
Por otro lado, muchos ucranianos temen que el país se esté endeudando en exceso y que acabe pagando un precio excesivamente alto por la ayuda de Washington, que ya se ha visto sustancialmente reducida tras el regreso de Trump. La desconfianza hacia él crece de forma proporcional al convencimiento de que las materias primas son un tesoro en el que Ucrania tiene que afianzar su reconstrucción, un proceso que será extremadamente costoso.
Por todo ello, Kiev presiona a la Casa Blanca para que ponga sobre la mesa condiciones que justifiquen la cesión de unos minerales que también son clave en la gran batalla económica que libran EE UU y China. (Por A. Etxebarria)
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