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M. Pérez
Miércoles, 23 de abril 2025, 13:44
Las esperanzas de avanzar en un alto el fuego para Ucrania se disiparon repentinamente este miércoles después de dos episodios de alto voltaje político que ... amenazan con descomponer la difícil relación entre Washington y Kiev. Por la mañana, los interlocutores estadounidenses y europeos plantaron a los enviados de la exrepública invadida en la minicumbre fijada en Londres para avanzar en las negociaciones de paz. La suspensión se produjo tras el anuncio del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, de que no cederá territorios a Rusia ni reconocerá Crimea como propiedad de Moscú, en contra de lo que le exige EE UU en un documento elaborado para sentar las bases del diálogo.
Por la tarde, las amarras terminaron de soltarse cuando el propio Donald Trump, como era previsible desde la mañana, lanzó una andanada de críticas contra el líder ucraniano, a quien culpó de «entorpecer» el proceso negociador con Rusia con acusaciones de extrema gravedad. Al mandatario que dirige una nación ocupada y en guerra, con decenas de miles de muertos y cientos de ciudades arrasadas, le responsabilizó de querer «prolongar el campo de exterminio» con sus negativas.
La confrontación violenta entre Washington y Kiev vuelve a planear sobre la relación bilateral, justo cuando los dos gobernantes están a punto de firmar un contrato sobre las tierras raras ucranianas y han alcanzado un preacuerdo para invertir en la reconstrucción del devastado país. El 'número dos' de Donald Trump, el vicepresidente JD Vance, ya advirtió este miércoles a Ucrania y Rusia que están abocados a «ceder parte del territorio que poseen en la actualidad» si quieren desbloquear el enfrentamiento. Y anunció la tormenta que vendría a continuación al repetir las palabras de su jefe, en el sentido de que podría sacar a EE UU de la negociación.
La reacción más iracunda llegó a media tarde en la red Truth Social, donde Trump descargó toda su cólera y frustración sobre Zelenski y sus «incendiarias declaraciones» que no hacen sino «prolongar un campo de exterminio». En este mensaje, que recuerda sobremanera a la publicitada bronca en el Despacho Oval de hace semanas, el presidente arremetió contra la negativa del líder ucraniano al reconocimiento de Crimea como parte de Rusia porque es «muy perjudicial para las negociaciones de paz» con Moscú. Le recordó además que esta región «se perdió hace once años bajo los auspicios» de Barack Obama sin que Kiev «disparase un solo tiro». «Ni siquiera es un punto de discusión», zanjó.
El inquilino de la Casa Blanca tildó a Zelenski de «hombre sin cartas qué jugar» y le espetó que «no tiene nada de lo que presumir». «Puede optar por la paz o continuar luchando durante otros tres años antes de perder todo el país», denunció, en unas manifestaciones que recuerdan a la del cara a cara entre los dos mandatarios, que acabó con el ucraniano expulsado del Despacho Oval.
Trump aprovechó para rebatir finalmente las acusaciones procedentes de Kiev, pero también de otros líderes internacionales, algunos del ámbito comunitario, sobre un aparente sesgo de la Casa Blanca favorable al Kremlin. «No tengo nada que ver con Rusia -replicó el líder republicano-, pero sí tengo mucho que ver con querer salvar, en promedio, a cinco mil soldados rusos y ucranianos por semana, que están muriendo sin razón alguna».
La bronca pone de nuevo la relación con Kiev en su punto más bajo. En el entorno del Despacho Oval se dice que el enfado del presidente es muy elevado y que pretendía haber logrado en Londres un pacto de mínimos que su enviado especial, Steve Witkoff, pudiera llevar este jueves o viernes a manos del jefe del Kremlin, Vladímir Putin. Trump está convencido de que «nos encontramos muy, muy cerca, de un acuerdo», aunque su secretario de Estado, Marco Rubio, admitió anoche que veía muy difícil obtener un mínimo consenso sobre la paz esta semana.
El deterioro de las conversaciones repercute además en el incipiente papel que habían conseguido el Reino Unido, Francia y Alemania, a quien Rubio introdujo la semana pasada en el terreno de juego de la negociación durante la anterior minicumbre en París. Todo indica que la única oportunidad de avanzar hacia una tregua o la paz de manera inminente queda en este momento en manos de Rusia y sus conversaciones próximas con Witkoff.
Antes del agresivo mensaje del presidente republicano, el Gobierno kievita ya había intentado enfriar los ánimos, visiblemente caldeados desde que Rubio canceló su asistencia a la reunión londinense. «Enfatizamos que estamos comprometidos con los esfuerzos de paz del presidente estadounidense Donald Trump -dijo el asistente presidencial, Andrii Yermak-. Agradecemos a nuestros socios su firme apoyo y su deseo común de poner fin a la guerra lo antes posible».
La anulación de la cumbre comenzó a fraguarse en la noche del martes, cuando Zelenski declaró que no admitirá una Crimea rusa -Moscú la invadió y anexionó en 2014 sin el reconocimiento internacional- ni tampoco que Ucrania deba renunciar a ingresar en la OTAN. En cambio, anunció que su asesor principal, además de los ministros de Exteriores y Defensa, presentarían en Londres una oferta de tregua «incondicional».
Los principales emisarios estadounidenses, Rubio y Witkoff, fueron informados de que la misión ucraniana quería centrar la asamblea en esta tregua de treinta días y no en las condiciones que EE UU les había planteado para negociar con Moscú. Suspendieron su viaje e informaron al ministro de Exteriores británico, David Lammy. Los dos diplomáticos resolvieron la misma noche del martes que debían abrir una ventana temporal para facilitar a los equipos técnicos de cada país la búsqueda de consensos antes de convocar otro encuentro de alto nivel. La cita, de la que debía salir un principio de acuerdo histórico, quedó reducida a conversaciones entre funcionarios de rango medio sin ningún tipo de capacidad decisoria.
Kiev pretende establecer un alto el fuego de un mes, a partir del cual comenzar a negociar las bases de la paz. Sin embargo, colisiona con el planteamiento de Washington, que la semana pasada presentó en París a sus interlocutores ucranianos, franceses, británicos y alemanes un documento de partida cocinado en la Casa Blanca. Y de ese guión no parece que piense salirse.
En él se fijan siete puntos y el compromiso de que Kiev descarte su entrada en la Alianza Atlántica. EE UU reconocería por primera vez que Crimea pertenece a Rusia y haría los correspondientes esfuerzos para levantar importantes sanciones económicas a Moscú. A cambio, el Kremlin detendría la invasión y se quedaría con la superficie que ha conquistado en Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón, sin ir más lejos.
Aunque Putin reivindica estas regiones como rusas, este pacto le forzaría a renunciar a aquellas controladas por el ejército ucraniano. A su vez, Zelenski debería entregar las zonas invadidas por su enemigo. Es por ese motivo que Vance predijo este miércoles que «las líneas actuales, o en algún lugar cercano a ellas, es donde, en última instancia, se trazarán las nuevas demarcaciones en el conflicto».
Rusia aprovechó la ocasión para marcar distancias una vez más. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo este miércoles que «existen mucho matices en torno al acuerdo que deben resolverse». Francia y el Reino Unido defendieron, por su parte, la «unidad territorial» de Ucrania como una salvaguarda fundamental desde el punto de vista de Europa.
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