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La novena jornada de huelga contra la reforma de las pensiones causó este jueves una explosión de violencia que sacudió especialmente París y ciudades como Lyon. La diferencia respecto a convocatorias anteriores era que en esta ocasión el Gobierno de Emmanuel Macron y Élisabeth Borne ... ya había aprobado el proyecto gracias al 'decretazo' que eludió su votación en la Asamblea Nacional. La ira de los críticos estaba servida.
Alimentados por la actitud del presidente, que el miércoles aseguró en televisión que no retirará la reforma ni hará cambios en el gabinete, la ciudadanía y los sindicatos ganaron el desafío en la calle, con al menos un millón de personas manifestándose una tarde de jueves. De ellos, 119.000 desfilaron por la capital. Eso, según los datos del Ministerio del Interior. Porque la Confederación General del Trabajo (CGT) reivindicó 3,5 millones de manifestantes en todo el país, de los cuales 800.000 tomaron París. Se habría igualado así la cifra récord del pasado 7 de marzo. En todas las movilizaciones hubo una abundancia de jóvenes que acompañaron a sus mayores en contra de que la edad de jubilación pase de 62 a 64 años, según la nueva ley, cuya «impopularidad» Macron afirma que asume en solitario.
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Beatriz Juez
Los sindicatos subrayaron que las protestas son «una respuesta a la cabezonería incomprensible de Emmanuel Macron», empeñado en mantener la reforma pese a que dos de cada tres franceses se oponen a ella. «El potente rechazo de este proyecto es legítimo y debe continuar. La responsabilidad de la situación explosiva no recae en los sindicatos, sino en Macron», enfatizaron las centrales en un comunicado conjunto en el que convocaron a una nueva jornada de movilizaciones generales el próximo martes. Coincidirá con la visita de Estado del rey Carlos III de Inglaterra, prevista del 26 al 29 de este mes.
Aparte de las huelgas que afectaron al transporte, la educación, la recogida de basuras y las refinerías, los sindicatos organizaron este jueves 240 manifestaciones en todo el país. Laurent Bergen, secretario general de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), realizó previamente un llamamiento «a la no violencia» para lograr así mantener el apoyo de la opinión pública al movimiento social. Los disturbios han aumentado significativamente desde las primeras movilizaciones celebradas el 19 de enero, a medida que el pulso político se ha enconado y a las marchas se han sumado grupos de radicales.
Precisamente, varios de ellos protagonizaron incidentes en París, Nantes, Rennes, Lyon y otras ciudades. Fueron los más intensos y graves en todos estos meses, En la capital, 1.600 'black blocs', el frente negro como se denominan los antisistema, anarquistas y miembros de la extrema izquierda de corte agresivo, se enfrentaron a la Policía, destrozaron mobiliario urbano, quemaron al menos dos quioscos de prensa y tiraron piedras y otro tipo de proyectiles a las fuerzas de seguridad. Los agentes respondieron con gases lacrimógenos y cargas.
El ministro del Interior, Gérarld Darmanin, anunció que 149 policías y gendarmes resultaron heridos, «muchos de ellos de gravedad» a causa de los disturbios ocurridos en la última jornada de protestas, lo que eleva a 350 el número de agentes lesionados desde que comenzaron las movilizaciones. Un número indeterminado de manifestantes fue atendido también en los centros de salud, entre ellos, una joven que quedó inconsciente tras inhalar gases lacrimógenos.
Darmanin señaló igualmente que hubo 172 detenidos en todo el país, 77 de ellos en París, donde, según indicó, había 1.500 radicales infiltrados en las movilizaciones.
La devastación quedaba reflejada anoche en calles cubiertas de restos, basura, vidrieras y portales destrozados y, sobre todo, hogueras. En el Boulevard des Italiens y la plaza de la Ópera, en París, se registraron auténticas batallas campales, a veces en medio del tráfico cuando éste fue reanudado en algunas calles. Los vecinos de un edificio se alarmaron ante las llamas que llegaron a su portal y decenas de extintores vacíos se desperdigaban por la ciudad. Los bomberos llegaron a quedarse «secos», sin agua, a última hora de la tarde tras combatir los fuegos urbanos.
En algunas ciudades también hubo escenas de enorme tensión. En Lorient, jóvenes embozados con pañuelos negros asaltaron la comisaría local, en Lille y Toulouse la Policía recurrió a cañones de agua para dispersar a los violentos y en Burdeos se dispararon gases por primera vez desde el inicio de las movilizaciones.
«Las violencias y destrozos a los que hemos asistido hoy -por este jueves- son inaceptables», escribió en Twitter la primera ministra Élisabeth Borne mientras la alcaldesa de Rennes, Nathalie Appéré, lamentó la «destrucción metódica de empresas y bienes públicos» y señaló que «las escenas de caos se suceden».
Los 'black blocs' suelen ir encapuchados y vestidos de negro para dificultar su identificación por parte de la Policía. Se infiltran en las manifestaciones pacíficas para luego actuar en grupos que siembran la violencia.
Si Macron pretendía, con su entrevista en televisión del miércoles, calmar los ánimos, está claro que no lo ha logrado. La izquierda y los sindicatos acusaron al presidente de avivar el descontento social al hacer oídos sordos a las protestas y al utilizar el artículo 49.3 para aprobar la reforma sin someterla al voto de los diputados.
«Cuando hay un conflicto de este tipo, el papel del presidente de la República es calmar la situación. Macron tiró un bidón de gasolina sobre el fuego», lamentó Philippe Martinez, secretario general de la CGT. Muchos manifestantes compartían el análisis de los sindicatos y de la izquierda. «Macron ha atizado la ira de los franceses», denunciaba Marlène, profesora de Geografía e Historia, que instó al dirigente a retirar la ley. «Gobernar es gobernar para el pueblo, no contra el pueblo», añadió esta parisina de 46 años. «No está bien que no escuche lo que dice el pueblo», criticaba Pierre, jubilado desde hace diez años. Explicó que aún así había decidido manifestarse «para defender las jubilaciones de los jóvenes».
El Gobierno británico confirmó este jueves que Carlos III mantendrá su visita de Estado a Francia a partir del domingo, a pesar de las manifestaciones. En su primer viaje al extranjero después de su coronación, el rey y Camilla, su esposa, acudirán a una ceremonia en el Arco del Triunfo y a una cena en Versalles, aunque parte de la agenda podría modificarse en función de las protestas sindicales. El departamento de Mobiliario Nacional aseguró que la pareja real tendrá su «alfombra roja» pese a la huelga de funcionarios.
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