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Si la reciente rebelión del Grupo Wagner contra el Gobierno ruso fuera una serie de televisión, la revelación de que su líder, Evgueni Prigozhin, y los principales comandantes de la compañía estuvieron reunidos en el Kremlin con Vladímir Putin cinco días después de amotinarse ... constituiría un final arrollador para la primera temporada. La noticia de que el individuo que por primera vez en 23 años osó desafiar la autoridad del presidente de Rusia departía con éste en una sala mientras medio Occidente especulaba con que aparecería en cualquier momento desnucado al pie de una ventana ha añadido grandes dosis de desconcierto a una «revuelta armada» sobre la que aún planean numerosos interrogantes y un enigma todavía superior: ¿Dónde diablos está Prigozhin?
El único movimiento documentado del exjefe mercenario ocurrió el 24 de junio. Entonces ocupó la ciudad rusa de Rostov y se encaminó con 8.000 hombres hacia Moscú. Furioso. Ni siquiera está claro lo que pretendía con este movimiento suicida, una vez frustrado su primer plan para secuestrar al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y su mano derecha, Valeri Guerásimov, cuando visitaran a las tropas en el frente.
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Calificado de «traidor» por Putin y condenado al exilio en Bielorrusia, Prigozhin viajó presuntamente a Minsk el martes 27, se supone que para cumplir la sentencia. Sin embargo, dos días después reapareció en el Kremlin. Y no sólo eso. Su avión personal ha volado mucho entre Minsk, Moscú, San Petersburgo y Rostov, aunque se desconoce si su dueño iba en el interior o simplemente jugaba al despiste.
Los desplazamientos a Moscú y San Petersburgo son los únicos que tienen lógica. Aparte de su reunión en el Kremlin, varios testigos le vieron entrar en las nuevas oficinas del Grupo Wagner en la capital y el 4 de julio visitó San Petersburgo, donde posee una enorme residencia. Según el medio independiente 'Fontanka', en este caso llegó en un BMW hasta la puerta de la sede de la FSB (antigua KGB) y reclamó la devolución de varias armas cortas que habían sido decomisadas durante el registro de su casa. Unos días antes, su chófer recogió millones de rublos en metálico y lingotes de oro que las fuerzas de seguridad descubrieron ocultos en varios vehículos de Wagner aparcados en distintos puntos de la ciudad. La devolución resulta chocante si se piensa que el Gobierno ruso se está haciendo con el control de parte del imperio de Prigozhin.
La reunión con Putin duró casi tres horas. Cabe inferir que se trató de un encuentro más próximo a un tribunal militar que una visita entre viejos amigos. El portavoz oficial, Dmitri Peskov, explicó que asistieron 35 altos mandos, entre ellos los comandantes mercenarios más cercanos a Prigozhin. El presidente ruso repasó las acciones de los paramilitares en Ucrania, con especial énfasis en la conquista de Bajmut, habló de la rebelión y dejó la puerta abierta a que lucharan bajo el mando de Moscú. «Putin escuchó a los comandantes y propuso más opciones de empleo y de combate», aclaró. Los miembros de Wagner le prometieron lealtad.
Del paradero de Prigozhin circulan rumores inconsistentes que le sitúan en lugares tan dispares que parece vivir en el multiverso. Tras la revelación de Peskov, se esfuma incluso la certeza de que haya pasado un sólo día en Bielorrusia pese a anunciarlo su presidente, Alexánder Lukashenko. Algunos medios le sitúan entre Moscú y San Petersburgo, para lo cual habría tenido que recibir «garantías claras de seguridad» y comportarse como un fantasma, pues es un rostro muy reconocible.
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Es posible que Prigozhin esté negociando con el Gobierno el destino de sus mercenarios. Les ha ordenado tomar «vacaciones hasta principios de agosto» porque «hay muchas tareas aún pendientes», ha señalado uno de sus mandos. También resulta plausible que Putin prefiera tenerle bajo control y calmado a cambio de cierto margen de movimiento. Como un depredador en la jaula. «Está claro que no se puede analizar lo que cruza por la mente de Putin o de su Gobierno con la lógica occidental. O eso, o hay muchos datos ocultos», apunta un análisis en un medio europeo.
Eso sí, públicamente el Kremlin no quiere verlo ni en pintura. Los paneles publicitarios del batallón van siendo retirados, el enorme cartel que presidía la sede de Wagner es ya es historia y hasta el anagrama de la empresa ha sido borrado. Sus redes callan. El otrora jefe de la granja de trols que difundía bulos por medio mundo recibe ahora miles de insultos diarios en sus canales sociales.
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