El código postal en Francia pesa muchísimo. No es lo mismo crecer en el centro de París, Lyon o Toulouse que hacerlo en sus 'banlieues', en esas impersonales barriadas levantadas en los suburbios de las grandes ciudades donde se disparan las tasas de desempleo, de ... pobreza infantil o de abstención en cada cita electoral. Y también de violencia. La muerte del joven Nahel hace una semana a manos de un policía en Nanterre, en la periferia parisina, ha vuelto a incendiar estas zonas desfavorecidas que, según el Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos (Insee) galo, suman hoy unos 5,2 millones de habitantes en el país, el 8% de toda su población.
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Las 'banlieues' comenzaron a levantarse en los años sesenta del siglo pasado, con Charles de Gaulle en el Palacio del Elíseo, a las afueras de las grandes urbes, por ejemplo, en antiguas áreas industriales. Sin ningún interés por mimar su estética, con enormes bloques de hormigón en forma de colmena para aprovechar cada metro cuadrado al máximo, la idea es que acogieran a los obreros. Hoy son el hogar, sobre todo, de inmigrantes (magrebíes y africanos, especialmente). Un 23,6% de sus vecinos ha nacido en otros países, mientras que en otros rincones de Francia ese porcentaje se reduce al 10,3%.
En el departamento de Seine-Saint-Denis, a las afueras de París, se concentran muchas de estas barriadas y un 30,9% de su censo no tiene origen francés. Allí saben bien lo que es que las protestas, el fuego y los saqueos arrasen sus calles. En 2005 soportaron tres semanas de disturbios sin control -el patrón fue muy similiar al de estos días- después de que dos adolescentes murieran electrocutados dentro de una subestación en Clichy-sous-Bois donde se escondían de la Policía. Los más jóvenes protagonizaron también entonces los altercados en unos suburbios que arrastran en el día a día numerosos problemas, incluso por la raza. El Defensor de los Derechos galo advierte de que un chaval percibido como árabe o negro tiene una probabilidad veinte veces superior de ser sometido a un control por los agentes.
El Gobierno francés contabilizaba hace una década unos 1.514 'barrios prioritarios para la política de la ciudad' y desde entonces se ha esforzado por la rehabilitación de estos rincones con 12.000 millones de euros invertidos por la Agencia Nacional de Renovación Urbana entre 2004 y 2020. En unos 600 de estos vecindarios pobres, por ejemplo, se demolieron torres de viviendas deterioradas –de gran altura, con decenas de apartamentos por planta– y en su lugar se construyeron edificios con menos pisos y un diseño más amable. La intención del Ejecutivo es destinar otros 12.000 millones hasta 2030 para que los habitantes de las 'banlieues' salgan de su particular agujero social.
El reto se asoma complicado si se tiene en cuenta que ahora, calcula el Insee, el 43,3% de los residentes en los barrios más desfavorecidos sale adelante bajo el umbral de la pobreza –el triple que en el resto del país (14,5%)– y la tasa de desempleo (18,6%) dobla la media nacional (8%) en sus calles. En estas zonas, que apenas cuentan con espacios de ocio o rincones verdes con otra función que no sea la de servir de barrera arquitectónica con el otro lado de la ciudad, entran unos 13.770 euros anuales por hogar, mientras que el ingreso medio en las urbes de su entorno alcanza los 21.730. Y eso condiciona incluso el futuro de los más pequeños. Más de la mitad de los niños (56,9%) que se crían en las 'banlieues', y que en muchos casos representan el descontento social más radicalizado cuando llegan a la adolescencia, viven en la pobreza (la media metropolitana en Francia ronda el 21%).
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La desconexión de las 'banlieues' con las ciudades que las rodean se evidencia incluso a la hora de votar. Un estudio del Instituto Montaigne revelaba que en los comicios presidenciales donde Emmanuel Macron salió por primera vez vencedor, en 2017, un 48% de los electores que residían en estas zonas deprimidas de Francia se quedó en casa o ni siquiera aparecía en las listas electorales.
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