Pramila Patten, representante especial de la ONU para violencia sexual en conflictos, no fue a Israel a hacer ninguna investigación, ha insistido. Su misión era ser los ojos del secretario general, António Guterres, pero a falta de pruebas o víctimas se quedó con los oídos ... de Israel. Con ello perdió credibilidad y se convirtió también en instrumento de división dentro del Consejo de Seguridad de la ONU, donde hasta ese momento Estados Unidos se había quedado solo en su apoyo al Estado judío.
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Sus conclusiones sobre las acusaciones de violaciones cometidas por Hamás el 7 de octubre estaban destinadas al informe anual que presentará Guterres al Consejo de Seguridad el mes que viene, pero Israel exigió que se presentasen inmediatamente, acusando al secretario general de intentar silenciarlo. Al no ser miembro del máximo órgano de la ONU, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña solicitaron la reunión, ocurrida apenas tres días después de la celebración del Día Internacional de la Mujer, al comienzo de la 68 Sesión sobre la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, que esta semana reúne a ministras y activistas de todo el mundo en la sede de Naciones Unidas, y coincidiendo con el primer día del Ramadán.
Nadie podía dejar de condenar la violencia sexual, ni los ataques del 7 de octubre, pero ni la propia representante de la ONU, que dice haber encontrado «bases razonables» para creer que los miembros de Hamás cometieron violaciones y abusos sexuales en su orgía de sangre, ha podido asegurar que ocurriesen. Durante las dos semanas que ella y su equipo pasaron en Israel escuchando los testimonios que les presentó este Gobierno se reunieron con familiares de los rehenes, a los que dedicó la mayor parte de su presentación este lunes, lo que le llevó a concluir que «hay información clara y convincente» de que se produjo violencia sexual contra ellos durante su cautiverio, incluyendo violaciones, torturas sexualizadas, y trato inhumano y degradante. Es más, Patten sospecha que se siguen cometiendo contra algunas de las 16 mujeres que cinco meses después siguen en manos de los islamistas, por lo que pidió su liberación inmediata y el alto al fuego de los bombardeos.
Pese a sus «esfuerzos proactivos», no logró reunirse con ninguna de las víctimas que hubieran sufrido violencia sexual el 7 de octubre, de las que a su entender quedan vivas «unas cuantas», en tratamiento psicológico. «Tenemos que darles la oportunidad de que lo cuenten cuando a ellas les venga bien», pidió. Sus conclusiones se derivan de haber revisado 5.000 fotografías y 50 horas de vídeos de los ataques que le proporcionaron mayormente las agencias estatales israelíes, pero también información abierta por internet. Lo que sí vio fueron «escenas de violencia indescriptible, perpetradas con una brutalidad impactante que resultaron en un denso sufrimiento humano», contó al Consejo de Seguridad. «Gente a la que se le disparó, a menudo en la cabeza, a corta distancia, y familias quemadas vivas en sus casas mientras trataban de esconderse», describió.
Las tres ubicaciones en las que encontró «bases razonables» para pensar que hubo violencia sexual, incluyendo violaciones, fueron el festival de música Supernova y sus alrededores, la carretera 232, por la que muchos de los participantes huyeron, y el kibutz Re'im. Se trataba, en sus palabras, de «información circunstancial» y acusaciones que no se han podido verificar, socavadas por otras que sí ha podido desmontar. Son algunas de las más mencionadas en los medios de comunicación de todo el mundo, como la presunta violación de Gal Abdush antes de ser quemada, descrita en una información de 'The New York Times' como «La mujer del vestido negro». Sus propios familiares han negado que fuese violada. Los mensajes que recibieron aquel día de su marido en tiempo real hacen prácticamente imposible que «en cuatro minutos fuera violada, asesinada y quemada», escribió su hermana Moral Altar en Instagram. «Esta gente eran animales. Seguramente violaron y decapitaron a gente, pero en el caso de mi hermana, eso no es verdad», desmintió categóricamente.
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Pramila Patten
Representante especial de la ONU para violencia sexual en conflictos
La representante del secretario general para violencia sexual en conflictos ha encontrado también sin fundamento el caso «gráficamente publicado» de una mujer embarazada a la que los reportes de prensa atribuían haberle abierto las costillas antes de dispararle y apuñalar al feto que llevaba dentro. Pattern tampoco ha visto «ningún patrón discernible de mutilación genital ni en mujeres ni en hombres». Sí ha encontrado, en el día en que visitó Cisjordania, casos de violencia sexual perpetrados por soldados y colonos israelíes sobre los detenidos «de forma administrativa», que ha diferenciado que los del 7 de octubre han sido verificados por la ONU.
La embajadora de Estados Unidos, Linda Thomas-Greenfield, interpretó sus palabras como la confirmación de lo que «se sabía desde hacía meses», y fustigó al Consejo de Seguridad por no haberse hecho eco de ello antes. Sobre las denuncias en Cisjordania, «como democracia esperamos que Israel le pase factura a todos los que hayan cometido tales actos», zanjó. Solo que, como recordó en su intervención el embajador palestino, Riyad Mansour, «ni un solo miembro de las fuerzas de ocupación israelíes ha sido nunca condenado por ningún crimen que se haya cometido» contra los palestinos.
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fueron secuestradas el 7 de octubre en Israel por Hamás y se teme que varias de las mujeres que siguen bajo su cautiverio sufran violencia sexual por parte de los islamistas.
Mansour no desacreditó a Patten, como hiciera la representante rusa, sino que concentró la responsabilidad en el Gobierno hebreo. «Esto nunca tuvo que ver con las víctimas israelíes del 7 de octubre, sino con justificar las atrocidades contra las víctimas palestinas. La verdad es irrelevante», decidió.
Como representante de la Autoridad Palestina, prometió toda su cooperación para una investigación independiente, que pide «sin mayor dilación» a la Alta Comisionada de Derechos Humanos y la Comisión Internacional de Investigación, también solicitada por Estados Unidos y prácticamente todos los miembros del Consejo, pero a la que Israel se niega a dar el acceso solicitado. «Esta es la historia de los niños decapitados, del cuartel general de Hamás bajo el hospital de Al-Shifa, y de la mujer embarazada a la que abrieron las entrañas para apuñalarle el feto», resumió. En su opinión, «mentiras que no sirven a la Justicia, y que para cuando se disputan ya han causado un daño irreparable».
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