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De las más de 1.200 víctimas que dejó la masacre de Hamás el 7 de octubre, se estima que más de 300 eran mujeres. «Algunas de ellas fueron asesinadas dos veces», dijo este lunes en la ONU la periodista israelí Tal Heinrich. «La primera ... vez, cuando los terroristas, sedientos de sangre, cometieron impactantes actos de violencia sexual. Abusaron de las mujeres israelíes y las mutilaron. La segunda vez, cuando les metieron una bala. En algunos casos, esto ocurrió simultáneamente», aseguró.
El dramático relato del personal médico y agentes de seguridad que estuvieron involucrados en atender los cadáveres regados por los kibutz sacudió este lunes la sala de Naciones Unidas, donde el acto 'Oye Nuestras Voces' estuvo centrado en denunciar el silencio de la comunidad internacional. La ONU, que auspiciaba el encuentro inaugurado por el embajador israelí Gilad Erdan, ha condenado inequívocamente el «brutal atentado» de Hamás, pero para las organizaciones involucradas no es suficiente. La condena genérica que hiciera la semana pasada el secretario general, António Guterres, de que «la violencia de género tiene que ser condenada en cualquier parte y en cualquier momento» evadía lo ocurrido el 7 de octubre.
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Según las normas de la organización, la denuncia tiene que pasar por una investigación independiente antes de darse por válida. «Dentro de la familia de Naciones Unidas, estas alegaciones tienen que ser investigadas por el Alto Comisionado de Derechos Humanos», explicó la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Sarah Hendriks, en CNN. En el caso de Ucrania, siete meses después de que comenzase la guerra, la comisión para Derechos Humanos dijo no haber podido establecer todavía ninguna conclusión, pese a haber documentado hasta ese momento nueve casos de violaciones, 15 de violencia sexual y once de mujeres a las que se había forzado a desnudarse públicamente. La maquinaria de la Justicia internacional es aún más lenta que la de a pie, particularmente en zonas de conflicto.
En el caso de Israel, las propias autoridades, superadas por la dimensión de la masacre y la inmediata ofensiva que le siguió, no hicieron énfasis en recoger pruebas de las agresiones sexuales que este lunes denunciaron en la ONU. Las leyes judías requieren que los fallecidos sean enterrados con todas las partes de su cuerpo disponibles, e incluyendo la sangre que pueda haber quedado en su ropa. Este lunes no compareció ninguna superviviente.
Los tres testigos que declararon dijeron haber visto cadáveres de mujeres brutalmente violadas, con las piernas abiertas, la pelvis destrozada en algunos casos, y la ropa bajada. Tenían miedo a acercarse a ellas porque corría el rumor de que los cuerpos venían con trampas explosivas. Un voluntario de la organización internacional de búsqueda y rescate ZAKA afirmó haber encontrado a una mujer desnuda y ensangrentada en su cama con una granada en la mano, que no explotó.
Si el silencio de la ONU que condenaba este lunes con virulencia el embajador israelí era un tercer asesinato, en palabras de la periodista israelí que presentó el acto, el cuarto sería la politización de sus muertes y sufrimiento para utilizarlos como arma de guerra. Las ponentes dejaron claro que tienen una lista de organizaciones feministas y de derechos y humanos que no han condenado explícitamente estos actos de violencia sexual y de género. «Y cuando he visto los nombres se me ha erizado la piel, condenó la senadora de Nueva York Kirsten Gilibrand, invitada a tomar el micrófono.
Le acompañó también, mediante un vídeo grabado desde su casa de Chappaqua, a menos de 60 kilómetros, la mujer que le precedió en el cargo, después de ser primera dama y antes de ser la secretaria de Estado de Obama. Con 2,2 millones de judíos en el estado de Nueva York -un 18%- ninguna podría haberse permitido ganar el cargo sin un vínculo cercano con este sector de la población tan influyente, pero en el caso de Gilibrand y Hillary Clinton, ambas se han hecho un nombre como adalid de las mujeres.
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