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Solo dos veces en la historia de Estados Unidos un debate televisivo ha sido decisivo para tumbar a un candidato: el primero, entre John F. Kennedy y Richard Nixon, en 1960, y el último, entre Donald Trump y Joe Biden, hace dos meses y medio. ¿ ... Cómo saldrá Kamala Harris del suyo en la noche del martes frente a Trump?
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Cuando los aspirantes a la Casa Blanca se estrenaban en un medio nuevo como la televisión a color, Nixon todavía no había captado la importancia de la imagen. Apareció ojeroso y marchito, mientras que Kennedy, joven y vibrante, había tirado de maquillaje sin complejos para dar una imagen exuberante. Quienes lo escucharon por radio pensaron que Nixon había ganado, pero ya había nacido el poder de la pequeña pantalla. Biden no aprendió de esa lección histórica y se presentó a la cita enfermo y cansado, después de dos viajes transoceánicos, lo que agudizó su tendencia a tartamudear y disparó la preocupación generalizada por el deterioro cognitivo de un hombre de 81 años.
A sus 59 años, Harris tiene ahora la ventaja de la edad. Como exfiscal de California está entrenada para sentarse dialécticamente ante un jurado, que en el caso de Biden-Trump fue de 73 millones de personas. Con la risa que el expresidente le critica ofrece una imagen más fresca que la del magnate, de 78 años, pero él cuenta con imponer la ventaja física de su 1,83 de altura sobre una mujer de 1,63. «Ni cajas, ni elevaciones artificiales para ponerse de pie en mi próximo debate con la camarada Kamala Harris, eso sería como hacer trampa», advirtió en las redes sociales el fin de semana.
Subrayaba el término 'camarada' para insistir en la etiqueta de comunista radical que ha decidido colgarle. Tras nueve años en política, sabe que basta con repetir cualquier mentira para que empiece a sonar como cierta en el subconsciente colectivo. Su experiencia en tres ciclos electorales es su mejor ventaja. Frente a la cautela que ha guiado las siete semanas de Harris como candidata, con apenas una entrevista de televisión y dos breves de radio, su rival está acostumbrado a hablar frente a las cámaras con espontaneidad, mostrando algo que la propia Hillary Clinton considera fundamental para estos debates: «Confianza y seguridad personal».
In the next 60 days, we know what we need to do:
— Kamala Harris (@KamalaHarris) September 6, 2024
Knock on doors.
Register folks to vote.
Get people to the polls.
Every day matters.
La ex secretaria de Estado de Obama es la única persona que se ha enfrentado a Trump en un debate presidencial y ha salido viva para contarlo. Los críticos coincidieron en declararla victoriosa de los dos duelos que sostuvieron. De hecho, en aquellos comicios de 2016 fue la más votada, aunque perdiese el colegio electoral. Reconoce haber hablado mucho con Harris para aconsejarla en este momento crítico de la campaña recomendándole la importancia de «sentirse cómoda», algo que Harris no mostró durante la entrevista que concedió a la cadena CNN hace diez días.
Para Clinton la confianza emanaba de «haberse preparado, conocerse todo el material». Como ir a un examen sabiéndoselo todo. La ex primera dama es considerada una mujer «muy inteligente», incluso por Trump. De Harris, el 27% de los estadounidenses no sabe lo suficiente como para poder opinar, según la última encuesta de 'The New York Times'. Ese es uno de los motivos por los que para ella es tan importante esta oportunidad de presentarse ante los 80 o 90 millones de espectadores que se anticipan. Luego están los nervios, que cuando traicionan proporcionan respuestas virales. Gerald Ford metió la pata al decir que Rusia no dominaba el este de Europa. A Al Gore le castigaron los votantes por sabelotodo, la impresión que daba cada vez que los micrófonos captaban sus suspiros y la mirada de impaciencia ante las respuestas de George W. Bush.
A estas alturas hay poco que Trump pueda decir que sirva para cambiar fundamentalmente la imagen que los votantes tienen de él, pero Harris se ha beneficiado de ser una hoja en blanco y podría decepcionar fácilmente. Desde que hace diez días aceptase la nominación del Partido Demócrata en la Convención de Chicago con el discurso más importante de su carrera ha estado preparándose intensivamente para este debate, el que Philippe Reines, que también interpretase al millonario en los ensayos de Clinton, anticipa de viva voz las respuestas del magnate.
52% de los estadounidenses
que dicen que acudirán el 5 de noviembre a las urnas aseguran que votarán por la candidata demócrata, Kamala Harris, según una encuesta lanzada este lunes por la cadena ABC.
46% de quienes
aseguran que votarán en las próximas elecciones presidenciales de EE UU lo harán por el aspirante republicano, Donald Trump, según el mismo sondeo.
«Nunca responde directamente o no sabe hacerlo con sustancia», opina Clinton. Su recomendación es que le ponga «cebos» para que pierda los papeles. El republicano está acostumbrado a rodearse de personas serviles que no le cuestionan. Ante preguntas incómodas se pone de mal humor. Y si se le ataca, se ve dominado por los nervios. «Como cuando le dije que era una marioneta de Putin», recordó la ex primera dama a 'The New York Times'. La respuesta de Trump fue un infantil «¡y tú más!», balbuceó. En previos debates ha aprendido que cuestionar el aspecto físico de las mujeres tiene un efecto boomerang. «Millones de ellas lo han escuchado», le contestó con calma Carly Fiorina en las primarias de 2016.
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Presumiblemente Harris le obligará a retratarse en temas como el aborto y la agenda ultraconservadora que propone el Proyecto 2025 de la Heritage Foundation. Trump atacará su historial como fiscal para mostrarla blanda en algo que preocupa a los estadounidenses, la delincuencia, y exagerará la que llega con la nueva ola migratoria de venezolanos, colombianos y centroamericanos, de la que culpa al Gobierno de Biden. Se trata de asociarla con esas políticas fallidas de las que ella debe desligarse para proponer pasar página, pese a ser parte del actual gabinete.
Al final se tratará más de percepciones que de sustancia, pero Harris puede darse por satisfecha si sale de esta cuita sin cambiar sustancialmente la percepción de ella los votantes.
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