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Stormy Daniels logró desatar la tormenta. La estrella del porno que en 2006 mantuvo un encuentro sexual con Donald Trump, y que una década después recibió 130.000 euros por su silencio, ha conseguido llevar al expresidente al banquillo por ese pago que jamás la ... calló. El mensaje que escribió el jueves en sus redes sociales irradiaba satisfacción, y también prudencia: «¡Gracias a todos por su apoyo y amor! Tengo tantos mensajes entrando que no puedo responder. Tampoco quiero descorchar mi champán». La reacción fue masiva, con miles de 'likes' (más de 90.000 justo 24 horas después) y montajes con su imagen que convertían a Stephanie Gregory -su nombre real- en la Venus de Botticelli, la icónica mujer del cartel con el lema 'We can do it!' e incluso la Estatua de la Libertad.
El #Teamstormy (#EquipoStormy, el hashtag que utilizó la fugaz amante del expresidente) suma una legión de seguidores. La infancia gris de Daniels, que nació hace 44 años y se crió en un rancho ruinoso de Baton Rouge (Luisiana), y ese perfil medio que mostró en la escuela quedan ya muy lejos. Comenzó a destacar al terminar los estudios secundarios cuando, aún menor, con 17, se estrenó como bailarina exótica en un bar local y, ya con 23, se puso delante de una cámara como actriz en películas pornográficas. En el cine para adultos es hoy toda una referencia como actriz, directora y, según se cuenta en Hollywood, realizadora exigente que «sabe llevar muy bien sus negocios».
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Mercedes Gallego
En su primer mensaje tras la imputación de Trump dio muestra de que, efectivamente, es una reina del marketing. Y en eso se parece al expresidente. «Los pedidos de merchandising/autógrafos están llegando», escribió Daniels tras el agradecimiento por el apoyo recibido para informar de que los envíos iban a sufrir cierto retraso por la avalancha recibida. La estrella del porno monetizó, primero, su 'affaire' con el político y empresario -y eso que, cuenta ella misma, fue «la relación menos impresionante» de su vida- y ahora también la decisión del gran jurado.
Daniels y Trump, entonces una estrella multimillonaria con su propio 'reality show', se conocieron en el verano de 2006 durante un torneo de golf con famosos de todo tipo en el lago Tahoe (Nevada). Hubo cena íntima y velada lujosa en el ático que ocupaba el magnate en el hotel Harrah's, y la promesa de que intentaría colocarla en su programa, 'The Apprentice' ('El aprendiz'), de la cadena NBC. Después del episodio sexual, 'honeybunch' (bollo de miel) y 'tiny', como él y ella se llamaban mutuamente, se vieron un par de veces más, pero no de manera privada. En 2016, el año en que el republicano ganó las elecciones, cerraron el contrato de confidencialidad -130.000 euros mediante- de la discordia.
La que tiene hoy su propio 'reality' es Daniels, que llegó a probar suerte en política y publicó un libro con todos los detalles de su relación íntima con Trump. Está claro que nadie calla a esta mujer casada cuatro veces y aficionada a los caballos y al rock que bautizó uno de sus últimos espectáculos como 'Hagamos de nuevo cachondo a Estados Unidos'.
Alvin Bragg Fiscal de Manhattan
Cuando Alvin Bragg asumió el puesto de fiscal del distrito de Manhattan, uno de los cinco que conforman el Ministerio Público en representación de cada barrio de Nueva York, prometió que su oficina dejaría de lado algunos delitos menores -el consumo de marihuana, por ejemplo- para centrarse en asuntos de calado. Dicho y hecho. Quince meses después de jurar el cargo se ha encontrado con la imputación del expresidente Donald Trump sobre su mesa y un reguero de insultos desde las filas republicanas, con el expresidente a la cabeza, que utilizan el color de su piel como arma.
Bragg es a sus 49 años el primer afroamericano al frente de la Fiscalía de Manhattan -un asiento donde sólo ha tenido tres predecesores- tras una carrera labrada en la defensa de los derechos civiles. Fue el abogado que representó a la familia de Eric Garner, un hombre negro asfixiado por la Policía en 2014. También participó en las investigaciones sobre el productor de cine y depredador sexual Harvey Weinstein y supervisó el caso contra la Fundación Trump, que acabó echando el cierre. El expresidente y él son viejos conocidos pues examinó también la acusación del antiguo hombre de confianza del político (Steve Bannon) por lavado de dinero y fraude.
Nacido en Harlem, y con estudios en la elitista Trinity School de Manhattan y la Universidad de Harvard, donde se graduó en Derecho, se le conoce por su trabajo metódico y atento a los detalles. Dicen que este fiscal progresista sólo tira adelante con un caso cuando lo tiene bien armado y que prefiere mantener un perfil bajo, alejado de los enredos políticos, aunque con el expresidente por medio eso es imposible. Bragg, con una oficina a su cargo que ronda el medio millar de abogados, se enfrenta ahora a gigantes, pero no se olvida de cuando era él a quien señalaban. Antes de cumplir 21 años, cuenta, la Policía ya le había apuntado con una pistola en media docena de ocasiones.
Juan Manuel Merchán Juez
Un juez colombiano será probablemente el encargado de decidir la suerte de uno de los expresidentes de Estados Unidos que más ha escenificado su fobia hacia los migrantes. Todo apunta a que Juan Manuel Merchán, cuya familia llegó a tierras norteamericanas en busca de un futuro mejor, volverá a verse las caras con Donald Trump, en esta ocasión para juzgarle por el pago de 130.000 euros a Stormy Daniels. Antes dictó sentencia contra dos compañías del emporio del político republicano por fraude y evasión fiscal.
El magistrado, de 61 años, aterrizó en EE UU cuando sólo tenía seis y su padre decidió dejar atrás su trabajo en las fuerzas militares de Colombia. El desembarco no fue fácil y el propio Merchán reconoce que creció «en la pobreza de Jackson Heights», en el distrito neoyorquino de Queens. Allí trabajo desde niño para aportar unos dólares a la economía familiar. Pero sus progenitores se empeñaron en cumplir el sueño americano y lo consiguieron porque en 1994 se titulaba en Derecho por la Universidad de Hofstra. Fue el primero de su familia en graduarse.
En su currículum acumula casi tres décadas como juez, desde el Tribunal de Familia en el Bronx a la Corte Suprema, donde lleva trece años y tiene fama de ser justo y ético en los procesos que asume.
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