El destituido portavoz del Congreso de EE UU, Kevin McCarthy, en una imagen de archivo. EFE

Los republicanos intentan por tercera vez elegir un portavoz para el Congreso

Las divisiones internas y la presión del ala ultra liderada por Trump alargan el vacío político que impide a la Casa Blanca gobernar

Mercedes Gallego

Corresponsal. Nueva York

Lunes, 23 de octubre 2023, 21:39

Han pasado tres semanas desde que Kevin McCarthy fue defenestrado por el ala ultra de su propio partido, que le castigó por haber sacado adelante con votos demócratas una partida de fondos para mantener en funcionamiento al gobierno hasta el 17 de noviembre. Este martes ... se llevará a cabo un nuevo intento de nombrar sustituto, el tercero en tres semanas.

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El hombre que suba a la pantalla de votaciones con casco y lanza tiene que salir elegido de una votación a puerta cerrada entre los miembros del partido republicano en la Cámara Baja, antes de que lo vote el pleno de la Cámara Baja. La noche de este lunes ofreció a cada uno de los nueve aspirantes propuestos dos minutos para presentarse, seguidos de hora y media de preguntas y respuestas y, finalmente, un minuto de oro a cada uno con el que cerrar esta especie de debate electoral a modo de campaña.

La noche fue tensa. Reinaba la ansiedad en el partido. Todos son conscientes de que el espectáculo que ha acabado con amenazas de muerte contra quienes no votaron por Jim Jordan ha sido bochornoso. El Freedom caucus, que engloba a los representantes más radicales y afines a Donald Trump, dijo este lunes que había sido un error dejar que la conferencia se disolviera y los diputados fueran a casa el fin de semana. Ahora la consigna es que nadie abandonará Washington hasta que haya un portavoz. Sin él, EE UU está paralizado. Los discursos de Joe Biden prometiendo millonarias ayudas de seguridad nacional para Ucrania, Israel y la frontera son papel mojado mientras no haya un portavoz de la Cámara Baja que pueda dirigir las negociaciones y ponerla a votación.

Eso explica que los demócratas sean los primeros interesados en acabar con el lamentable espectáculo de la oposición. El partido de Biden estaba dispuesto a otorgar poderes especiales al portavoz interino Patrick McHenry, hasta enero para que Jordan tuviera tiempo de trabajarse los apoyos que le han faltado para ser elegido en tres votaciones fallidas. Sin embargo, el Freedom Caucus, que lo había impuesto por la fuerza frente al candidato original, Steve Scalise, quien tuvo que retirarse ante las presiones sin llegar a ser votado en el pleno, no quiere prolongar el suplicio y ha decidido sacrificarle.

Se desconoce si apoyará al que salga elegido de esa reunión del partido a puerta cerrada. El congresista de Nebraska Mike Flood intentaba que sus correligionarios firmaran un compromiso de apoyar a quien quiera que eligiese el partido, pero se desconocía si los más radicales se adherirían a él. En el horizonte se podía otear un inconveniente para alcanzar la deseada unidad: Trump.

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Deslealtad

Y es que dos de los nueve candidatos más sólidos, considerados moderados, -el número dos parlamentario, Tom Emmer, y el diputado de Florida Byron Donalds-, votaron en enero de 2021 en favor de la certificación de los resultados electorales que dieron la victoria a Joe Biden. Un pecado capital de deslealtad que el expresidente no les perdonará. Si alguno de los dos saliera elegido con el apoyo del ala ultra significaría el primer cisma entre esta y su líder fáctico.

Emmer partía con ventaja al tener el apoyo del líder de la Cámara defenestrado al que intenta sustituir, a McCarthy, «que ha urgido a sus correligionarios acabar con esta guerra intestina y concentrarse» en los asuntos del pueblo». Tiene también el apoyo de otros republicanos prominentes, como Buddy Carter, Pete Stauber y Brad Finstad, mientras que Donalds cuenta con sus correligionarios de Florida, como Mario Díaz Balart y Cori Mills, además de un cuarteto de diputados de Michigan. Esos apoyos son, de por sí, prueba de cómo se ha desplazado el partido hacia la ultraderecha, hasta el punto de convertir en moderado a alguien como el cubanoamericano Díaz Balart. Son los últimos que pueden mantener a flote al partido antes de que naufrague en el populismo.

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