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No es fácil vender amor en tiempos de cólera. A sus 71 años, Marianne Williamson, consejera espiritual de Oprah Winfrey y autora del libro 'Regreso del amor: Reflexiones de un curso de milagros', que en 1992 fue bestseller del 'New York Times' durante 39 semanas ... seguidas, se encontró el viernes con las bajas pasiones que este año mueven la política de Estados Unidos: la ira, el miedo, la envidia y la desconfianza. Todo, menos la paz y el amor que quiere llevar al Gobierno como presidenta.
En la cafetería del Puritan Backroom Diner, donde hacía campaña al por menor, como mandan los cánones de primarias en New Hampshire, ella les tendía la mano y ellos le respondían con desconfianza. «Hay que ser realista y votar a Biden. Esto no se trata del medio ambiente, los derechos civiles o la sanidad. ¡Nos estamos jugando la democracia! Tenemos que derrotar a Trump, y cada voto que usted saque es un voto menos para Biden», le espetaba con dureza Arthur Barlas, un profesor jubilado al que cortejaba en busca de su voto. «Dado lo que estoy pasando –suspiraba ella–, no estaría haciendo esto si no estuviera de acuerdo con usted en que tenemos que derrotar a Trump como sea, pero si mira las encuestas verá que Biden pierde contra Trump».
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Mercedes Gallego
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Los números no mienten. El 'rematch' de las elecciones de 2020 entre Trump y Biden, que se dilucidó por apenas 44.000 votos repartidos en tres estados, pinta mal para el actual presidente. La posibilidad de que el republicano vuelva a la Casa Blanca tiene tan asustado al profesor de historia que no le importó dejar enfriar el sándwich de langosta para convencer a la escritora de que candidatos como ella, el congresista Dean Phillips, el activista medioambiental Robert Kennedy Jr, la líder del Partido Verde, Jill Stein, y el adalid de la justicia racial, Cornel West, amenazan con debilitar aún más a los demócratas. «Biden es el único que tiene el dinero, el poder y la experiencia necesaria para derrotar a Trump», advertía.
Marianne Williamson. Escritora.
Dean Phillips. Congresista.
Robert Kennedy Jr. Activista medioambiental.
Jill Stein. Líder del Partido Verde.
Cornel West. Defensor de la justicia racial.
La contundente victoria de Trump en los caucus de Iowa hace menos de una semana ha desatado el pánico entre quienes temen que el Gobierno de la revancha se transforme en dictadura. Es, también, un regalo para la campaña del presidente menos popular que haya buscado la reelección, según Gallup. Su mejor oportunidad para ganar en noviembre depende precisamente de lo que el viejo profesor dice recomendar a sus amigos: que se olviden de sus ideales y aparquen las diferencias para cerrar filas en torno a la candidatura de Biden. El voto útil se impone. «Hay que morder la bala», ordena.
En el sistema bipartidista que gobierna Estados Unidos desde mitad del siglo XIX, cualquier intento de implantar un tercer partido es a costa de uno de los dos que se alternan el poder. Bill Clinton no hubiera sido presidente si el multimillonario Ross Perot no hubiera pelado más de ocho millones de votos al candidato republicano Bob Dole. Los 537 sufragios de Florida que le faltaron a Al Gore para imponerse a George W. Bush hubieran perdido importancia si Ralph Nader no se hubiera llevado 97.421 votos en ese estado por el Partido Verde. Y con 77.000 votos repartidos en tres estados Hillary Clinton hubiera roto el techo de cristal (Jill Stain recibió por el Partido Verde 1,45 millones de votos).
Amy Barlas, una ingeniera informática jubilada de 79 años, se ha arrepentido muchas veces de haber votado por Nader en aquellas elecciones de 2000, en las que unas pocas papeletas cambiaron el curso de la historia. Si Gore hubiera sido presidente, ¿se habría evitado la invasión de Irak? ¿Seguiría el mundo en camino de cruzar el punto sin retorno del calentamiento global? Por eso su marido se define como un «exprogresista», transformado en «moderado pragmático» por la presión de un momento histórico. «Los días del idealismo se han acabado, tenemos que elegir entre democracia y tiranía», demanda.
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Mercedes Gallego
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Williamson está convencida de que la disciplina de partido es una receta para el desastre. Los jóvenes están desanimados por su falta de futuro; los musulmanes, por el incesante bombardeo de Palestina, y la clase trabajadora, asfixiada por la presión inflacionaria, los tipos de interés y la extinción de sus empleos. «El problema que tenemos no es la gente que vota por Trump, sino los que se quedan en casa», explica la candidata.
En su 'Gira de los diners' sólo encontró demócratas recelosos, republicanos nostálgicos de Trump o independientes que votarán por Nikki Haley, la ex gobernadora de Carolina del Sur y embajadora de Trump en la ONU que aglutina el voto alternativo entre los conservadores. «Si al final Trump es el nominado tendré que taparme la nariz y votar por él en noviembre», admitía David Woetzel, ponente y creador de contenidos. «No me gusta su personalidad ni su carácter, pero sí los jueces que nombró en el Supremo, el control que tenía de la frontera y cómo le plantó cara a China. Desde que él se fue, mira lo que ha pasado en Ucrania, en Israel, en Venezuela… El mundo necesita que EE UU tenga un presidente fuerte».
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