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La Alianza Atlántica ha celebrado su 75 aniversario en Washington con una gran cumbre, en la que ha reiterado su apoyo a Kiev y ha reconocido su derecho a ingresar un día en el club. La organización internacional hoy se siente más necesaria que nunca ... y desempeña un papel esencial para frenar la invasión rusa de Ucrania.
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Pero la sombra de Donald Trump es alargada y se ha proyectado de forma preocupante sobre este cónclave en la capital de Estados Unidos. Es muy posible que el magnate neoyorquino, impredecible y poco interesado en política exterior, debilite la solidaridad transatlántica si gana las elecciones en noviembre y lo haga al menos de dos maneras. Por un lado, aspira a imponer la paz en Ucrania en un plazo muy breve, para no gastar más recursos en esta parte del mundo. El único modo de hacerlo es recompensar a Vladímir Putin y ceder a Rusia las provincias del este del país invadido, así como desmilitarizar la otra mitad de este territorio, que ya no podría decidir libremente sobre su seguridad. Esta jugada de Trump alentaría a un Putin revanchista y crearía una inestabilidad permanente en la frontera este de Europa.
Por otro lado, el candidato republicano ha anunciado que los miembros de la OTAN sin un nivel de inversión suficiente en defensa –España está en la cola en este ranking, junto con Italia y Luxemburgo– no gozarán de la protección de la Alianza. Se crearía así una organización con dos niveles de asociados, algo contrario a sus fundamentos e historia. Trump no llegaría a dar el paso de solicitar la salida de Estados Unidos, una decisión que plantearía problemas políticos y legales de gran envergadura. Pero los poderes del presidente de EE UU en política exterior son muy extensos y le permiten llegar muy lejos.
En el equipo de campaña de Trump no hay un portavoz oficial sobre estos temas y nadie sabe cuál será la relación de Estados Unidos con el mundo en un posible segundo mandato, si aislacionista o volcado en la confrontación con China. Lo que parece seguro es el desinterés por el vínculo transatlántico, en un momento en el que la Unión Europea no ha desarrollado capacidades propias en seguridad y defensa, por mucho que la invasión de Ucrania le haya ayudado a dar pasos relevantes.
La terquedad de Joe Biden le impide reconocer, por ahora, que tiene que apartarse como candidato del Partido Demócrata, dada su incapacidad de comunicarse con normalidad. De esta decisión tan personal depende, entre otras cosas, el futuro de la seguridad europea.
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