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A pesar de las fuertes condenas internacionales, la Asamblea General de la ONU llevó a cabo este jueves su anunciado homenaje al fallecido presidente iraní Ebrahim Raisi, conocido como 'El carnicero de Teherán'. Con la bandera a media asta y siguiendo la tradición de recordar ... a los jefes de Estado que mueren durante el ejercicio de su cargo, el organismo procedió a llevar a cabo la ceremonia programada pese al boicot de Estados Unidos. El presidente de la cámara, Dennis Francis, expresó su más sentido pésame al Gobierno y al pueblo persas también por la pérdida del ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amirabdollahian, víctima como Raisi de un accidente de helicóptero registrado el pasado día 19 en la provincia iraní de Azerbaiyán Oriental.
El evento fue escueto y el departamento de comunicaciones optó por no publicar en su comunicado de prensa diario las palabras de condolencia pronunciadas por el secretario general, António Guterres, sobre el cruel represor y constante violador de derechos humanos.
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La premio Nobel y activista de derechos humanos iraní Narges Mohammadi criticó el homenaje en una carta sacada clandestinamente de su celda en la prisión de Evin, calificándolo de «una conmemoración de las ejecuciones y asesinatos en masa» que tienen lugar en su país. Exponente del movimiento masivo de desobediencia civil feminista contra el hijab y crítica del programa de castidad, escribió que «cuando los gobiernos del mundo elevan a un flagrante violador de los derechos humanos y carnicero a una posición de honor, como si estuvieran de luto por una figura democrática y amante de la paz, sientan un precedente peligroso».
Shirin Ebadi, otra premio Nobel de la Paz, presidenta de la organización Centro de Defensores de los Derechos Humanos (DHRC), de la que Mohammadi es vicepresidenta, expresó también públicamente su desaprobación al reconocimiento. A través de Instagram señaló que «el caso de la República Islámica es oscuro y vergonzoso, sin rastros de justicia, equidad y conciencia».
Raisi, clérigo chií de línea dura, fue responsable de algunas de las medidas más brutales contra los opositores de la República Islámica, incluida la violenta represión del levantamiento liderado por mujeres y niñas de 2022 que exigía el fin del régimen. Protegido del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenéi, y visto como su posible sucesor y figura esencial de la dictadura teocrática en un periodo de turbulencia interna y regional, el presidente fallecido se ganó a pulso la reputación de torturador y ejecutor en jefe del régimen.
Su historial de represión incluye ordenar las masacres de Khavaran, así como las sentencias de muerte secretas llevadas cabo en 1988 contra unos 5.000 presos de la organización de oposición izquierdista Mujahedin del Pueblo de Irán (MEK-PMOI), cuando formaba parte del grupo de jueces que integraba el conocido como el Comité de la Muerte.
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