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La rápida sucesión de acontecimientos desde el 7 de octubre, cuando se produjo un drástico giro en el conflicto entre Israel y Hamás, ha cogido a Washington por sorpresa. Más de una semana después, la protección de la defensa del Estado hebreo por parte del ... Gobierno de Estados Unidos amenaza con arrastrar a la Administración Biden a una confrontación armada directa que ha tratado de evitar a toda costa en Ucrania y también en China con el contencioso de Taiwán.
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La gravedad de la crisis humanitaria en Gaza tras días bajo intensos bombardeos de las fuerzas israelíes, los cortes del suministro eléctrico y de combustible y el ultimátum de evacuación ordenado por el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu a los 1,1 millones de palestinos que residían en el norte de la Franja han llevado a un llamamiento a un alto el fuego por parte de miembros de la ONU. Irán advirtió de las «consecuencias de gran alcance» si los «crímenes de guerra y el genocidio» no se detienen de inmediato.
La preocupación del Gobierno estadounidense por el conflicto entre Israel y Hamás se ha tornado en alarma a medida que ha aumentado la dureza de la respuesta militar hebrea, con más de 2.500 palestinos muertos y al menos 9.714 heridos. En territorio israelí han perdido la vida unas 1.400 personas han muerto y 3.400 han resultado heridas por los ataques de los terroristas.
La escalada de la violencia también por parte del ejército hebreo con la consigna de «borrar» a la organización islamista del mapa se ha cebado con la población civil de Gaza, en condiciones de extrema gravedad por la escasez de agua y alimentos y forzada a buscar refugio ante la inminente ofensiva terrestre por las tropas de Netanyahu. Con los hospitales repletos de heridos, y con el combustible y los suministros básicos a punto de agotarse, los médicos de la Franja volvieron a alertar este domingo del peligro de muerte que corren miles de personas. El horror se ha trasladado también a Cisjordania, donde el Ministerio de Salud palestino ha registrado la muerte de 54 personas, incluidos niños, y más de 1.100 heridos desde el ataque de Hamás.
El presidente de EE UU, Joe Biden, que declaró su apoyo «inquebrantable a Israel», movilizó de inmediato armamento para el Estado hebreo y el pasado sábado ordenó el envío de un segundo portaaviones para unirse al gran despliegue armado de ataque en el Mediterráneo oriental con el objetivo de disuadir acciones hostiles contra los israelíes y de contención del conflicto. Los asesores del mandatario norteamericano han evitado cuestionar públicamente la estrategia del Gobierno de Netanyahu en el conflicto con Hamás porque los desacuerdos de Washington con los líderes israelíes se gestionan a puerta cerrada.
Biden ha venido advirtiendo públicamente, aunque con cautela, al primer ministro israelí para que se atenga a las reglas de la guerra y el viernes volvió a realizar un llamamiento a la contención consciente de que la mayoría de palestinos «no tiene nada que ver con Hamás. Un día después, el presidente habló por teléfono por quinta vez con Netanyahu desde la incursión terrorista, pero el político hebreo insistió en la necesidad de «unidad y determinación» para derrotar a los islamistas.
En otra llamada al líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, Biden denunció los mortíferos ataques aéreos israelíes sobre los civiles palestinos de Gaza y el desplazamiento de centenares de miles hacia el sur tratando de huir de la ofensiva terrestre que Israel prepara. El deseo de apoyar al Estado hebreo y los riesgos de que el conflicto con Hamás se extienda a través de la región sitúan a la Casa Blanca en un delicado equilibrio geopolítico de difícil gestión y consecuencias imprevisibles.
Una semana de ataques de Israel sobre Gaza amenaza también con erosionar la rotunda solidaridad que generó alrededor del mundo el despiadado ataque perpetrado por militantes de Hamás el 7 de octubre y que se saldó con más de un centenar de rehenes de diversas nacionalidades, también norteamericanos. A través de todo el espectro social y político de EE UU se declaró el apoyo unánime al Estado hebreo, e incluso los críticos con el Ejecutivo de Netanyahu dejaron a un lado su antagonismo para cerrar filas en torno al Gobierno de emergencia que surgió de la crisis.
A medida que transcurría la semana, la ira general comenzó a señalar como culpable al Gobierno israelí, cuya temeraria política de asentamientos ilegales en los territorios ocupados se había convertido en un artefacto explosivo de previsible volatilidad. Hace mucho tiempo que las ambiciones anexionistas de Netanyahu no son un secreto. De hecho, desde 2005 Israel no considera como tal su ocupación de Gaza, donde ejerce control sobre el espacio aéreo, las aguas territoriales, el abastecimiento de alimentos y combustible e incluso el acceso a la Franja salvo por un punto, en manis egipcias.
El propio ministro Gideon Saar, disidente del Likud e incorporado al Gobierno de unidad nacional israelí, ha asegurado que Gaza «será más pequeña cuando acabe la guerra». El nuevo mapa del territorio ocupado que dibujó incorpora una zona de seguridad destinada a interceptar el acceso de intrusos.
Los planes bélicos del gabinete de Netanyahu incluyen, además de la destrucción de las capacidades militares de Hamás, la guerra con Irán. La maratoniana movilización diplomática puesta en marcha por la Administración Biden para contener ese conflicto llevó a los secretarios de Defensa, Lloyd Austin, y de Estado, Antony Blinken, a Israel para mostrar en persona la firmeza del apoyo de Washington. En su viaje para activar a los aliados en la región, Blinken -que sólo el jueves visitó cuatro países y este lunes está de nuevo en Tel Aviv- reconoció que su reunión en Riad con el príncipe heredero de Arabia Saudí, conocido como MBS, fue «muy productiva».
Con las tensiones al máximo, Washington redobla los esfuerzos para lograr la liberación de los rehenes, y la evacuación de los 500 estadounidenses aún atrapados en la Franja. También trabaja con Egipto y sus socios internacionales y regionales intensificando esfuerzos para hacer llegar la ayuda a Gaza.
El conflicto muestra ya signos de incontinencia. Así lo confirman los repetidos bombardeos fronterizos con Hezbolá en Líbano y en Siria, mientras que Irán y sus poderosos grupos armados subsidiarios en Irak y Yemen han advertido de ataques a intereses estadounidenses con misiles y drones si la Casa Blanca interviene en el conflicto de Israel con Hamás. El ministro de Asuntos Exteriores de este país, Hossein Amir Abdollahian, se reunió el sábado con el líder de las milicias palestinas en Catar y la misión permanente iraní en Naciones Unidas responsabilizaba al Consejo de Seguridad y los Estados que lo conforman de conducir la situación a un «callejón sin salida».
Con gran parte de la opinión pública internacional en manifestaciones masivas en solidaridad con los palestinos y exigiendo el cese el fuego, la balanza del apoyo empieza a inclinarse fuera de la esfera de Israel. El mundo se encuentra en estado de alerta y Washington corre el riesgo de que su apoyo a Israel se le vaya de las manos.
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