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El apoyo «rocoso» que Estados Unidos ofreció a Israel apenas unas horas después de las «atrocidades terroristas» sufridas por parte de Hamás continúa invariable, pero tiene matices. No vale todo. Las imágenes de cientos de miles de gazatíes en la carretera y a pie, con ... las maletas a rastras, con bebés en sus brazos, o hacinados en el cruce fronterizo de Rafah tras el ultimátum israelí para la evacuación del norte de la Franja han provocado el primer toque de atención de Washington. «No debemos perder de vista el hecho de que la abrumadora mayoría de palestinos no tuvo nada que ver con los ataques de Hamás y está sufriendo las consecuencias de ello», avisó este domingo el presidente norteamericano, Joe Biden, en un mensaje en sus redes sociales. Una advertencia pública a las puertas de una guerra que el primer ministro hebreo, Benjamín Netanyahu, se ha encargado de repetir que será «larga y dura».
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La llamada a la contención lanzada por Biden llega después de que el éxodo gazatí haya removido a la comunidad internacional, con críticas directas de la UE, Naciones Unidas o la OMS a la evacuación forzosa que ha empujado a casi un millón de personas hacia el sur de la Franja. Una denuncia que el presidente de EE UU ha escuchado también 'en casa', con una carta donde 55 congresistas demócratas (su partido), plasman su «preocupación sobre la situación humanitaria en Gaza» o con manifestaciones masivas a favor del pueblo palestino en Nueva York o Washington.
La presión es evidente y, a lo largo de todo el fin de semana, el mandatario trató de hacer auténticos equilibrios. Este mensaje sólo fue la primera muestra. Después levantó el teléfono -no lo había hecho hasta ahora- para hablar con Mahmud Abás, el líder de la Autoridad Palestina, quien reclamó, entre otras cosas, «corredores humanitarios».
Estados Unidos tenía respuesta para Abás porque desde hace días trabaja con Egipto, Jordania y otras naciones de la región para «garantizar el acceso a agua, comida y atención médica» entre la población. Biden también conversó con Netanyahu durante el fin de semana -por quinta vez desde el ataque de Hamás-. Y así como en su primer mensaje pidió respetar los derechos de la población civil, en el segundo aprovechó para cerrar filas con Israel.
Habló de «apoyo inquebrantable», en forma también de suministro militar, con un segundo portaaviones en camino. «Es hora de que todos los países condenen inequívocamente a Hamás como una organización terrorista que no representa las aspiraciones del pueblo palestino», emplazó. El sábado, en una cena durante un evento por los derechos humanos, pronunció un discurso en una línea similar al denunciar que «las familias palestinas inocentes están siendo utilizadas como escudos humanos» por las milicias.
Washington ha enfatizado en sus últimos mensajes el compromiso del país con las reglas de la guerra y no sólo a través de su presidente sino también de otros altos cargos de su gabinete, que han convertido este conflicto que se acerca a los 4.000 fallecidos y suma más de 10.000 heridos en un asunto de máxima prioridad. La Casa Blanca sabe que el papel que adopte puede pasar factura a su inquilino, que encara el último año de legislatura y que ya tiene a parte del país en contra por la gestión de la invasión de Ucrania.
El presidente no suelta por ahora de la mano a Netanyahu tras haberle asegurado que tendría en este conflicto «todo lo que necesite», pero le exige prudencia. EE UU no quiere una escalada bélica, y mucho menos correr el «riesgo» de que Irán decida entrar de lleno. Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, sugirió este domingo mismo que ambos países habrían hablado «en privado» sobre este asunto. E incluso con China en busca de ayuda para evitar que la guerra se extienda tanto en espacio como en consecuencias.
La Administración Biden ha implicado también en el conflicto de Israel a uno de sus pesos pesados, el secretario de Estado, Antony Blinken, que lleva días en una gira diplomática por Oriente Próximo (Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Bahréin y Catar) con la protección de civiles en el centro de las conversaciones. Una de las paradas clave fue Egipto, que al cierre de esta edición seguía sin abrir el paso fronterizo de Rafah -la única conexión con Gaza que no está bajo control israelí- donde se amontonan los desplazados, a un lado, y los envíos de ayuda humanitaria, a otro. Washington mandará un diplomático al país árabe para intentar desatascar esta situación que agrava más si cabe la crisis humanitaria que soportan en la Franja. En las últimas horas, la presión norteamericana logró la reanudación del suministro de agua en el sur de la zona.
En El Cairo, este domingo, el secretario de Estado estadounidense no se anduvo con rodeos sobre lo que esperan del Gobierno de Netanyahu: «El modo en el que Israel lo haga es importante. Se tiene que hacer de forma que reafirme los valores que compartimos, adoptando todas las precauciones posibles para evitar daños a civiles», defendió Blinken, que volvió a definir los ataques de Hamás como «atrocidades». «Ninguno de nosotros quiere ver sufrimiento», dijo horas antes en Arabia Saudí. Este lunes regresará a Tel Aviv, una pista de que la ofensiva terrestre israelí podría aplazarse, al menos, un día más.
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