El presidente Joe Biden habla con sus partidarios durante un mitin de campaña en Wisconsin. AFP

Biden se impone el toque de queda

La heredera del imperio Disney y 168 grandes donantes piden relevar al candidato, que no hará actos a partir de las ocho de la tarde para descansar

M. Pérez

Viernes, 5 de julio 2024, 23:01

«Me has pillado, tío. No me voy a ir a ninguna parte». Joe Biden respondió así de efusivo a un veterano del ejército que el jueves por la noche, durante los actos del 4 de julio en la Casa Blanca, le gritó: «Sigue luchando».

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El octogenario presidente de Estados Unidos multiplica sus esfuerzos para hacer ver a su partido y al electorado que posee el vigor necesario para concurrir a los comicios. La tarea resulta ingrata y, de momento, escasa de éxito. La gobernadora de Massachusetts, Maura Healey, se sumó este viernes a las voces de peso que reclaman al candidato repensar su participación. También dos congresistas, Seth Moulton, y el californiano Jared Huffman se expresaron en el mismo sentido, máxime en un momento en el que hasta su rival republicano, Donald Trump, le aguijonea de continuo con frases como que Biden «ya se ha retirado», aunque todavía él no se percate.

Pero si la desafección interna es mala, el creciente descreimiento de los donantes conduce paulatinamente al presidente al precipicio. Abigail Disney, heredera del conocido imperio del entretenimiento, anunció que cortará su elevada contribución al Partido Demócrata si no se le busca un sustituto. La filántropa considera a Biden un «buen hombre» que ha «servido admirablemente al país», pero añade que su solicitud es un ejercicio de «realismo». Otra coalición de 168 grandes donantes, entre ellos la heredera del grupo Walmart, ha dirigido una carta al mandatario para que ponga fin al intento de reelección «para preservar la democracia».

El candidato y su entorno sienten con cierta incredulidad la molesta paradoja de que su validez por motivos de edad se haya convertido casi en una causa general mientras no ha habido un cuestionamiento semejante sobre Trump por su condición de convicto. Pero no deja de ser cierto que existen señales de alarma. Sus asesores explicaron que Biden mantiene una intensa agenda hasta las cuatro de la tarde y que «más allá de ese horario tiene más posibilidades de fatigarse y cometer errores», por lo que se ha impuesto una especie de toque de queda y a partir de las ocho de la tarde se retirará a descansar. Ni mítines ni recepciones ni entrevistas nocturnas. De hecho, la que concendió este viernes a ABC News se difundió a las 20.00 horas (dos de la madrugada en España), pero fue grabada horas antes.

El líder demócrata inició así su particular vía crucis para ganar credibilidad. Además de la televisión, participó en un mitin en Wisconsin. Estos actos casi se han vuelto más una cuestión prospectiva que electoral. El mitin solo tenía espacio para 500 personas en el gimnasio de un centro escolar. Biden asiste a exigencias casi rayanas en la crueldad. A los gobernadores con los que se reunió el miércoles les confesó que se había hecho un chequeo después de su desatroso debate con Trump ante las inquisitoriales preguntas sobre su salud.

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Hay líderes que le piden que use menos el telepronter, tenga conversaciones con periodistas de mayor alcance e incluso camine con decisión. A su equipo le enfada el escrutino permanente de sus gestos y frases. Anteayer, en una emisora recordó su vicepresidencia con Obama y comentó su orgullo por haber sido «la primera mujer negra en servir con un presidente negro».

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