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La arzobispa Mariann Edgar Budde no vence a la presión de Donald Trump y se reafirma en su sermón, en el que pidió al nuevo presidente de Estados Unidos tener compasión con los migrantes, las personas LGTBIQ+, y «la gente de nuestro país que ahora ... tiene miedo» con las políticas del republicano y que se vieron afectados por sus primeros decretos. Y ni mucho menos piensa que deba pedir perdón por sus palabras durante el Servicio Nacional de Oración, como le ha exigido el magnate.
«No siento que haya necesidad de disculparse por una solicitud de misericordia», subrayó la líder de la Diócesis Episcopal de Washington desde 2011, en declaraciones a la cadena pública NPR. También negó ser «una radical de izquierda» que odia a Trump, como la definió el presidente. «No le odio y rezo por él», subrayó la eclesiástica de 65 años y primera mujer en el cargo.
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En esta ronda de entrevistas que ha realizado este miércoles también intervino en la televisión en ABC News, donde explicó sus intenciones de su discurso en el púlpito. Budde quiso recordar que «necesitamos tratar a todos con dignidad» y «ser misericordiosos». Todo ello para combatir el discurso de división y polarizador tan «dañino» para muchas personas.
“mi responsabilidad era orar a la nación 🇺🇸por la unidad... La unidad requiere un cierto grado de misericordia... Estaba tratando de contrarrestar la narrativa que es tan divisiva en la que se está dañando a personas reales", obispa Budde pic.twitter.com/ALXOVb6S9x
— Carlos Montero (@CMonteroOficial) January 22, 2025
«Mi responsabilidad esa mañana era rezar junto a la nación por la unidad», justifica la «arzobispa valiente», como la prensa estadounidense ha bautizado a Budde. «Me di cuenta de que esa unión requiere misericordia, compasión y comprensión».
«Tal vez fue ingenuo de mi parte. Cuando decidí pedir clemencia al presidente pensé que lo tomarían de manera diferente», confesó la religiosa. «Porque era un reconocimiento de su posición, su poder actual y los millones de personas que lo pusieron ahí».
La líder de la Diócesis Episcopal de Washington había planeado durante meses predicar sobre tres elementos de la unidad: dignidad, honestidad y humildad. Pero apenas 24 horas antes, había visto al presidente Trump proclamar su programa de gobierno desde el escenario de la toma de posesión, mientras los cristianos conservadores lo ungían con oraciones. Con esas imágenes sintió la necesidad de incluir un cuarto elemento a su sermón: una súplica de misericordia, en nombre de todos los que están asustados por las formas en que el republicano ha amenazado con ejercer su poder.
«Tenía la sensación de que había gente observando lo que estaba sucediendo y preguntándose: ¿Alguien iba a decir algo?», ha relatado la reverenda para el periódico 'The New York Times'. «¿Alguien iba a decir algo sobre el giro que está tomando el país?». Y entonces respiró hondo y habló. Miró al hombre más poderoso del mundo y desde el púlpito desafió a un Trump sentado en primera fila. Aprovechó su presencia para lanzarle una advertencia. «En el nombre de Dios, tenga piedad de toda la gente de nuestro país que ahora está asustada», suplicó. Le pidió también «misericordia» hacia muchos de los colectivos que el republicano tiene en su punto de mira: los homosexuales, los niños transgénero... y «los que recogen nuestras cosechas y limpian nuestras oficinas, los que lavan nuestros platos en un restaurante o los que hacen los turnos de noche en los hospitales». «Puede que no sean ciudadanos o puede que no tengan la documentación apropiada, pero la gran mayoría de los inmigrantes no son criminales», lanzó ante la mirada incómoda del presidente y su vicepresidente JD Vance.
«No me ha impresionado, podían hacerlo mejor», contestó el magnate a la salida del servicio religioso. Momentos después, el mandatario cargó duramente contra la arzobispa y le exigió una disculpa a través de un mensaje en su plataforma Truth Social. «Esta pseudo-obispa que habló en el Servicio Nacional de Oración el martes por la mañana era una radical de izquierda que odia a Trump», escribió. «Fue desagradable en su tono y no fue ni convincente ni inteligente..... Ella y su iglesia le deben al público una disculpa».
Los republicanos no tardaron en sumarse a las críticas de su líder contra Budde. Mike Collins, legislador de la Cámara de Representantes por Georgia, aseguró que la religiosa debería ser «añadida a la lista de deportados», a pesar de ser ciudadana estadounidense. Otros compañeros de partido consideran que su género en sí mismo socava cualquier pretensión de autoridad espiritual.
Budde ya había cargado contra el magnate de 65 años en 2020 cuando él levantó una Biblia en la iglesia de St. John, en las inmediaciones de la Casa Blanca, después de que los agentes usaran gases lacrimógenos contra los manifestantes que pedían justicia racial en la cercana plaza Lafayette. Entonces la eclesiástica escribió en un artículo de opinión para 'The New York Times' que estaba «indignada» y «horrorizada» porque Trump se sirviera de símbolos sagrados para defender «posiciones antitéticas a la Biblia».
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